Martes 4 de febrero de 2025, p. a35
Siempre es mal augurio que un profesional del toreo pronostique que la gente se va a divertir
. Grave error. A divertirse se va al circo, a una pachanga o a una sesión de compasivos legisladores animalistas. A una corrida de toros los asistentes van a emocionarse, pues se acude a un encuentro sacrificial a muerte entre dos individuos, no a festejar ocurrencias. Pero esos graves lapsus reflejan el grado de confusión de los propios profesionales del negocio taurino.
Ayer, en el coso de Insurgentes se llevó a cabo la tercera corrida de la feria de aniversario, anunciada como cuarta, pero ante la suspensión de la tercera, el domingo 2, por lluvia, ésta se efectuará hoy a las 20 horas. Antes de dar inicio el festejo, Mario Zulaica, director operativo de la Plaza México, otorgó un reconocimiento a los monosabios dedicho coso en el 91 aniversario de su agrupación, quienes dieron ovacionada vuelta al ruedo.
En otro cartel más bien raro hicieron el paseíllo el hidrocálido Joselito Adame (36 años en marzo, 17 de alternativa y dos tardes este 2025), el diestro peruano y primera figura mundial Andrés Roca Rey (28 años de edad, nueve de matador y una corrida en México este año) y el lagunero Arturo Gilio (25 en marzo, dos de alternativa y una tarde), para lidiar un bello encierro de pelaje cárdeno y considerablemente parejo de presentación del centenario hierro queretano de Xajay, propiedad de Xavier Sordo Madaleno, socio, junto con Juan Pablo Bailleres, de la actual empresa de la Plaza México.
¿Por qué fue un cartel más bien raro? Porque para alternar con la primera figura mundial de los ruedos había que haber pensado en un torero más fresco que José Adame y en otro menos verde que Arturo Gilio, cuyas actitudes contrastaron notablemente con la del diestro de Lima, quien después de haber dejado un toro vivo en su última actuación en este coso, era de pensarse que venía dispuesto a algo más que a partir plaza. Cierto que el mejor lote correspondió al peruano, pero a sus alternantes les correspondía una actitud mucho más entregada, así fuera ante astados poco propicios para el lucimiento convencional.
Con Gamucita, con 496 kilos, de fuerte y alegre embestida, y primero de Roca Rey, éste quitó por ceñidas chicuelinas e inició la faena con dos espectaculares cambiados de rodillas por la espalda para en seguida instrumentar tandas de derechazos y naturales un tanto eléctricas y de sólo tres muletazos muy bien rematados. Pero fue tal la tauridad del toro –lo que la personalidad a la persona– y la continuidad de la faena que el público acabó extasiado, no divertido, cuando en impecable volapié Andrés sepultó la espada hasta la empuñadura obteniendo las dos orejas.
Con el enmorrillado Jefe Arana, con 514 kilos, este rey de roca demostró por qué es hoy por hoy el torero más consistente y cotizado del mundo. Nada de especular con las orejas obtenidas, sino que se plantó de rodillas, primero en los medios y luego en tablas, para intentar dos largas cambiadas que, si no logró consumar, le permitieron enseguida lancear con temple a pies juntos. Volvió a brindar al público e inició con cuatro muletazos por alto sin pestañear para seguir con derechazos encimistas primero y naturales rapidillos, después, hasta que sobrevino una templada, cadenciosa serie de pases con la diestra que acabó con el cuadro. Dejó una entera algo trasera y desprendida, pero el público ya estaba en éxtasis y ante aquella euforia hasta el rabo soltó el juez. Lo demás fue lo de menos.