in armas con las que enfrentar al rival que, por lo demás, los ha derrotado una y mil veces, los conservadores insisten en condicionar al próximo gobierno. Lo han intentado de varias maneras. La preferida ha sido denostando al Presidente y atacando sus acciones. Usan, también, a la doctora Claudia Sheinbaum, virtual presidenta, picándole la cresta y lanzarla contra Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Han chocado con la activa realidad de un par de políticos que no se dejan sorprender por cánticos tan rústicos. Tanto una como el otro persiguen idénticos propósitos justicieros y habrán de perseverar en ellos. Claro está que habrá variaciones en los detalles del ejercicio de gobierno, pero no serán, ni de cerca, los que aconseja la insistente oposición. Han oído repetidamente lo que han dicho ambos personajes acerca de las pendientes reformas. Pero la ceguera provocada por los ardientes odios imbuidos y la defensa a ultranza de sus privilegios perdidos, los lanza de nueva cuenta al vacío.
La reforma jurídica va camino a su concreción al pasar por un venidero Congreso que luce mayorías convenientes. No obstante, algunos necios siguen con su alegórica resistencia irreductible. Otros, todavía bastante pocos de su atrincherada claque, adopta posturas menos duras. Tanto los dueños de los medios como sus adalides de la opinocracia no han hecho su indispensable examen de lo sucedido. Las argumentaciones actuales son similares a las usadas para enjuiciar la obra de gobierno. No se alejan de tópicos como las invectivas contra Petróleos Mexicanos sin advertir el avance en su, aún precaria, situación. Imposible, para ellos y sus expertos, reconocer la dañina situación en que se recibió tan importante empresa. La firme mejoría obtenida queda lejos de su visión. Recalan, con torpe alegría y argumentos sesgados, en despreciar las enormes obras de infraestructura. El Tren Maya es lugar común de sus necedades. Incluso sesgan el efecto logrado en balancear la desigualdad regional que este proyecto ya causó en el sureste. Tampoco reconocen la incidencia en la mejoría del nivel de vida de los trabajadores, muchos de los cuales han dejado la llamada pobreza laboral a causa de las cuantiosas inversiones y la mejora salarial. Por allá se oyen y leen, en sus cerrados medios, los daños ecológicos causados; terribles, los catalogan. La pujanza desatada en la península habrá de golpearlos otra vez.
Hasta este prometedor presente, los opositores conservan sus mismos cuadros de auxiliares, sus vanidosos opinadores no rehacen posturas y prevalece la misma forma de programar sus contenidos. Para ellos, pasadas las elecciones y sus catastróficos –y merecidos– resultados para sus intereses, todo regresa a lo usual. Nadie parece haberse dado cuenta del fracaso en la conducción de la opinión ciudadana a la que aspiraban. Poco a poco se irá olvidando lo sucedido. Aunque, de nueva cuenta, esos mismos medios y sus adalides verán mermados sus ingresos. Los tiempos de largueza patrimonial del gobierno no volverán. La austeridad habrá de continuar, con mayor astringencia, tal vez.
Aquellos críticos más envalentonados se lanzan a predecir la irremediable tendencia de AMLO por continuar en la cima del poder. Sus malquerientes analizan cualquier gesto que les indique afanes de prolongarse o de arrollar a su sucesora. Apuestan al daño que le está, según sus inevitables conclusiones, causando a doña Claudia y a su naciente gobierno. En verdad la menosprecian pero no cejan en incitarla a la rebelión. Y, por consiguiente, definen al Presidente como un ogro con ilimitado afán de control y poder. Aseguran lo anterior, como simple hipótesis que, de inmediato, cosifican como verdad revelada. Aseguran que este proceder tramposo y destructor de AMLO provocará tal inestabilidad en la economía que destruirá todo lo logrado. Usan, a guisa de ejemplo, lo que recientemente pasó con el peso y la caída de la bolsa, y así continuar bordando sobre una ruta que los habrá de devorar sin contemplaciones.
Todavía hoy, estos críticos conservadores siguen hablando del paquete de 20 reformas. No han oído que sólo serán cuatro; tres de ellas a propuesta de la doctora. Aunque, al parecer, eso no importa: lo que duele es la reforma judicial. Y para detenerla inventan varias trampas. Unas porque vejarán a una institución clave para controlar al abrumador poder adquirido por los morenos. Saben que este aparato de justicia está dañado irremediablemente. Pero no podrán evitar que se va a proceder de acuerdo con lo pensado y, ellos, han quedado fuera del cuarto decisorio. Y eso es lo insoportable para gente como el señor Claudio X. González, sumido en su pena en el pequeño salón de su solitaria desventura. O la cita del filósofo (Baruch Spinoza) que no encaja en este repetido cuento de Krauze. Las discusiones abiertas, en cambio, irán clarificando los alcances, propósitos y consecuencias de esta crucial reforma judicial en marcha.