Un contraste que unió la tradición europea y el México contemporáneo se vivió con el reciente programa de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), encabezada por el director uruguayo Diego Nasar, en la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli el sábado pasado.

La música del austriaco Wolf-gang Amadeus Mozart, del alemán Ludwig van Beethoven y de los mexicanos Georgina Derbez, así como Enrico Chapela, protagonizaron este encuentro de sonoridades representativas de siglos distantes.

Energética, con asistencia vigorosa de los instrumentos de cuerdas y abundante en percusiones, se interpretó Rotor, del compositor Enrico Chapela Barba en una nueva versión que por primera vez llega a las salas de concierto en México.

El crítico musical Juan Arturo Brennan en el programa de mano hizo notar que el título Rotor tiene una indudable asociación con el movimiento que puede remitir a las hélices de un helicóptero o al slam que arremolina a la multitud en los conciertos de rock, pues la obra juega con los riffs de las guitarras eléctricas de la música del metal, género en el que Chapela incursionó de joven.

El rencuentro del compositor con esta evolución del rock que incorporó a la música orquestal, donde los miembros de las agrupaciones también suelen vestir de negro, se dio con el juego de las estructuras simétricas y experimentación con las maneras en que se puede dividir la octava. Esta vez no se agitaron las melenas, pero sí los arcos de violines, violas, violonchelos y contrabajos. La intensidad tuvo sus momentos de ascensos y descensos, en los que tuvieron oportunidad los instrumentos de viento.

Diego Nasar, director huésped, con soltura corporal y bonhomía en el rostro, dio vida al abanico de emotividades que impactaron al público de la sala de conciertos. Al final de la pieza que dio inicio a este concierto, como es costumbre en los estrenos, Chapela Barba llegó corriendo desde la parte alta del sillerío con el fin de incorporarse hasta el escenario para recibir la ovación de los presentes.

Aunque la obra original fue estrenada en 2017 por la Orquesta Sinfónica de Minería, es la primera vez que se hizo la escucha en vivo en nuestro país de la versión más reciente que fue grabada por la Orquesta Sinfónica de Portland, dirigida por Eckart Preu.

El violinista Fernando Viscayno, con la pulcritud técnica del Concierto para violín núm. 1, de Mozart, devolvió el espíritu de las salas de aristócratas de la Europa que oyó estas notas que el genio austriaco escribió en 1775, cuando tenía 19 años de edad.

Después del intermedio, llegó el momento de escuchar De las tinieblas a la luz, de Georgina Derbez, obra que tiene un punto de partida en el registro grave de la orquesta y después va ascendiendo hacia la luz del registro agudo, como se explicó en el texto del programa de mano. Esta pieza se estrenó en 2002, con Rodrigo Macías en el podio de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, agrupación que hizo el encargo a la compositora como parte de las celebraciones por el 50 aniversario de su fundación.

Finalmente, fue el genio de Bonn, Alemania, el que cerró la tarde de concierto con la Sinfonía núm. 2, quien devolvió a los oyentes al viejo continente, hasta el pequeño pueblo de Heiligenstadt, a las afueras de Viena, donde Beethoven escribió su segunda sinfonía, pero el lugar también es celebre porque allí escribió una carta desgarradora por el padecimiento de su sordera.

Beethoven supo ocultar su angustia y desesperación detrás de una sinfonía brillante, juguetona y extrovertida, que nada tenía que ver con la pugna interna de su alma, relata Brennan sobre el tormentoso estado de ánimo que padecía el músico alemán.