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La medicina preventiva salva vidas, dice el médico Gustavo Reyes Terán
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▲ Gustavo Reyes Terán, titular de la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad.Foto Luis Castillo
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odos amamos al doctor Gustavo Reyes Terán. Verlo sonreír en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias es un alivio en sí mismo. Carlos Monsiváis lo amó y lo admiró, aunque no lo obedeció. Si lo hubiera hecho, estaría todavía entre nosotros.

En los últimos años, sus pacientes hemos ido a consultarlo y permanecemos mucho tiempo más allá de la consulta porque siempre tiene algo nuevo que enseñarnos con orgullo, ya sea la mejoría en el centro de hospitalización o las novedades en cada uno de los pabellones del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Lo hace con tal entusiasmo y orgullo que nos conmueve no sólo por la visita médica, sino por la calidad de la medicina general que se imparte en México, país de médicos extraordinarios reconocidos mundialmente y de hospitales de enseñanza a los que llegan estudiantes de toda América Latina y hasta de Estados Unidos y Europa.

–La medicina preventiva siempre va a ser un pilar de cualquier sistema de salud, pero en mi opinión no debe ser exclusiva, porque cuando decimos que heredamos un sistema de salud completamente destruido, nos referimos no sólo a la infraestructura, sino a la falta de medicina preventiva. Seguramente sabes que el infarto del corazón, el infarto agudo del miocardio, es la primera causa de muerte en el país. Mueren cerca de 200 mil personas al año sólo por infarto, pero el infarto es el resultado final del descontrol de una serie de enfermedades que sí se pueden prevenir…

–¿Los mexicanos no sabemos cuando algo es grave?

–Va a llevar muchos años prevenirlas, Elena. Por ejemplo, una de las causas del infarto es la diabetes y nada se hace contra la venta de refrescos y golosinas a las que son adictos los niños. Cada vez más aumenta la incidencia de diabetes, así como ha aumentado el número de personas que se mueren cada año por infarto agudo. Ahora es más frecuente en personas jóvenes…

–¿En los gorditos?

–En gran parte se debe al sobrepeso y la obesidad, que también ha aumentado en las últimas décadas, por lo menos en los últimos 30 o 40 años.

–¿De ahí vienen las campañas contra refrescos y golosinas?

–Sí, pero no han dado resultado porque el consumo de refrescos se ha incrementado… A lo mejor se hicieron campañas en contra de comida chatarra, pero en los hechos nunca se vio la disminución de uno solo de esos productos y una prueba inequívoca, una evidencia contundente de su dimensión, es que somos el país número uno o dos en obesidad infantil y eso es gravísimo. México está dentro de los primeros dos lugares de obesidad en adultos.

–A la hora de salida de las escuelas aparecen los dulceros como zopilotes…

–Es catastrófico y es un problema que viene desde hace muchas décadas a pesar de los grandes médicos que fueron funcionarios de salud pública en nuestro país, a pesar de las campañas preventivas, a pesar del impulso al deporte, a pesar de los juegos a la hora del recreo…

–¿Por eso dices que en la actualidad el sistema de salud está destruido?

–Sí, cuando los médicos lo denunciamos con alarma, realmente nos referimos a la ausencia de control y también de detección. Actualmente, hay un concepto en medicina que se llama la regla del 50 por ciento: 50 por ciento y 50 por ciento. En México vive un número estimado de personas con hipertensión arterial o con diabetes o con problemas de lípidos (colesterol alto y triglicéridos altos) que se tiene detectado desde hace varias décadas, pero es sólo 50 por ciento del total de esas personas con hipertensión o con diabetes o con problemas de lípidos. Otro 50 por ciento no se ha detectado y ese es el problema mayor al que tenemos que enfrentarnos.

–Pero si ya se ha detectado 50 por ciento.

–Recibe tratamiento como 75 por ciento u 80 por ciento del total de detectados y de ese total solamente la mitad de ellos está controlado. En suma, de los millones de pacientes con hipertensión arterial –que son entre 25 y 30 millones de personas en México–, se tiene identificado sólo a la mitad, y de ésta, menos de la mitad está controlado, es decir, estamos atendiendo entre 15 por ciento y 25 por ciento del total de personas con hipertensión arterial.

–No entiendo por qué es tan grave…

–Es una locura, realmente es un problema gravísimo. Personas con diabetes en México hay de 14 a 16 millones, en total, pero hemos identificado aproximadamente la mitad y tenemos controlada la otra mitad. En otras palabras, gruesamente hablando sólo dos de cada 10 personas con diabetes está controlada en México. Es gravísimo. En la medicina preventiva sería ideal que no hubiese diabetes, que hubiera dieta, ejercicio, gimnasia, ejercicios aeróbicos y todo lo demás, que no hubiera personas con sobrepeso. Para eso justamente hay que trabajar, pero los resultados los vamos a ver en muchos años y mientras tanto seguirá la diabetes, que es mortal…

–¿Qué vamos a hacer?

–Debemos tratar de identificar a todas las personas con diabetes, con hipertensión, con dislipidemias, y que nuestra meta no solamente sea de 50 por ciento, sino que cada año incrementemos un 5 a 10 por ciento de detección, de manera que en los siguientes cinco o seis años hayamos detectado 80 o 90 por ciento del total de personas con obesidad y diabetes. Y no solamente detectarlas, sino tratarlas y tratarlas bien.

–¿El enemigo no sólo fue el covid?

–Obviamente, la pandemia de covid influyó mucho para que se retrasaran estos programas que se tenían desde hace cuatro años y medio. Pienso que el nuevo gobierno lo va a enfrentar y es cuando vamos a ver la mejor detección y mejor control de esas enfermedades. El resultado final es que el número de personas con infarto se va a reducir. Las implicaciones de estas enfermedades crónicas y su atención van a aumentar la esperanza de vida de los mexicanos. En México, en 1960, la esperanza de vida al nacer era alrededor de 50 años. En Estados Unidos y Canadá era un poquito más, 55 hasta 60 años, y desde 1960 en México se incrementó con una tendencia al alza. Cada año se ganaban años de esperanza de vida. México se acercó, incluso, a Estados Unidos y Canadá hasta 2005; se hizo una meseta de la que poca gente habla y se perdió la tendencia de incrementar la esperanza de vida al nacer. En 2005 era de 75 años. Hubo en 2011 un descenso de un año, atribuida en parte a la guerra contra el narco, desde antes –desde Fox y el sexenio de Felipe Calderón– porque murió mucha gente joven en la guerra contra el narco. En 2011 hubo un decremento de 75-74 años que se recuperó después. Pero mucho de esta meseta no solamente se explica por la guerra contra el narco, sino también por el descontrol de estas tres enfermedades que son como los flagelos de la humanidad y que resultan en número cada vez mayor de infarto: diabetes, hipertensión y dislipidemias que provienen del colesterol y triglicéridos. En conjunto, explica la meseta hasta que llega la pandemia en 2019. Probablemente ese descenso de un año en 2011 se debió a la pandemia de influenza de 2009, que aunque no fue altamente letal, comparada con covid sí tuvo implicaciones finales. Dicho sea de paso, esa fue la mejor oportunidad que se pudo haber tenido porque se identificaron los factores de riesgo: diabetes, hipertensión, obesidad de la gente que moría (mucha gente joven). Y en 2009, 2010, 2011 y 2012 se tuvo la oportunidad de hacer una estrategia para enfrentar pandemias futuras que consistió básicamente en fortalecer el primer nivel de atención, incrementar el número de médicos especialistas sobre todo en Neumología, en Terapia Intensiva, en Urgencias Médicas, en Medicina Interna, Pediatría, Neonatología, etcétera.

Lo que se hizo en las últimas cuatro décadas, hasta antes de este gobierno, fue restringir cada vez más las especialidades médicas, lo que provocó que muchos médicos fueran a buscar la especialidad en universidades privadas, en hospitales privados. Se abandonó lo que el país necesitaba que era no sólo la infraestructura del primer nivel de los centros de salud en los pueblos y empezaron a florecer los consultorios adyacentes a las farmacias. También se restringió el uso de antibióticos que sólo puede prescribir un médico. Hubo un abuso de la automedicación y en vez de regular recetas para antibióticos, las farmacias pusieron los consultorios adyacentes a un costo mínimo y se causó un problema serio: el del abuso de los antibióticos. La solución está en fortalecer la atención primaria, fortalecer los hospitales de segundo nivel, sobre todo los quirófanos, lo que está haciendo en los últimos 18 meses el maestro Zoé Robledo, que está realizando un gran trabajo como coordinador y como director del IMSS cuya estructura se aprovechó, IMSS Bienestar antes llamado IMSS Coplamar, IMSS Solidaridad, para rehabilitar los centros de salud mexicana que han aceptado adherirse a la federalización del sistema.