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Economía moral

El materialismo marxiano según György Márkus / I

E

l materialismo marxiano (MM) es de carácter práctico, dice Márkus en Language and Production (1986, Reidel). Las condiciones materiales de vida y las actividades materiales de los seres humanos (SH) se postulan ante todo no como principios explicativos de una teoría sobre la estructura y el cambio social, sino como el terreno de las luchas prácticas decisivas de una próxima transformación social radical. La primacía de la producción material de la vida para Marx deriva su significado ante todo del punto de vista de una transformación socialista. El énfasis en el carácter práctico del MM no implica negar la profundidad de sus consecuencias teóricas; involucra el rechazo de las teorías de la reeducación cultural-moral y/o de sólo la revolución política como vehículos básicos de la transformación socialista. Supone una crítica incesante de la hipóstasis de las ideas o de su carácter de fuerzas sociales independientes, una negación de su autonomía y autarquía. Las ideas sociofilosóficas deben ser esencialmente concebidas, en su contenido cognitivo, no como representaciones de hechos, sino como expresiones del proceso real de la vida activa de los individuos. La clásica idea de verdad como correspondencia con el objeto descrito es sustituida por la noción de adecuación al sujeto social destinado-invocado de la comunicación, lo cual también es válido para el autoentendimiento de la propia teoría de Marx, postulada como la teoría en la cual el proletariado puede reconocer la articulación de sus necesidades e intereses emancipatorios, inducidos por su situación de vida material en la sociedad actual, pero que, en su marco, no se pueden satisfacer. Por tanto, la teoría se autoubica conscientemente como elemento de la praxis social radical. El mirador del socialismo no es una intención añadida al contenido teórico del MM, sino el principio de su constitución. El significado práctico-crítico de la teoría marxiana de la ideología encuentra su expresión positiva en la tesis del materialismo histórico acerca de la primacía de la existencia social–entendida como la producción y el intercambio material– sobre la conciencia social. La determinación de la conciencia por la vida apunta al origen y telos de las actividades culturales y los productos culturales en los conflictos de la vida social real. La conciencia no es otra cosa que la conciencia de la praxis existente y la pretensión del materialismo histórico no es filosófico teórico, sino práctico: articular la posibilidad y promover la emergencia de una praxis social-radical, aquí y ahora, capaz de superar aquellos límites históricos que se han convertido en barreras para la vida y la conciencia de los individuos concretos. En particular, superar la fatídica brecha que divide las actividades económico-materiales egoístas (dominadas por los mecanismos de la propiedad privada y el mercado) de las actividades supuestamente genéricas de los reinos cultural y político. Por tanto, el MM conlleva una transformación de gran alcance en el marco conceptual en el cual se deben plantear preguntas sobre las ideas. Éstas no son postuladas inicialmente como productos (como objetivaciones) de actividades humanas históricas específicas, de manera que la pregunta que ha de ser contestada inicialmente es acerca de la relación de este tipo de producción con la totalidad estructurada y diferenciada de todas aquellas actividades por las cuales los SH reproducen y cambian las condiciones de su existencia y a sí mismos. La teoría marxiana de la ideología y la conciencia social descansa en un supuesto más amplio, el del carácter paradigmático de la producción material para el entendimiento de todas las manifestaciones de la vida humana.

Este paradigma es el que separa al MM de su tradición inmediata, la filosofía hegeliana y el idealismo clásico alemán. Ambos compartieron el supuesto que iguala la intersubjetividad práctica con la razón misma como sujeto supraindividual. Y esto no fue una simple hipóstasis idealista. Sólo a través de ella fue posible asegurar la mediación entre el individuo y lo universal. La destrucción crítica de la idea de un sujeto supraindividual se basa en la reinterpretación de la noción de intersubjetividad, hecha posible por el paradigma de la producción, que plantea la intersubjetividad en la forma de objetividad social. Dado que en esta concepción se concibe a los individuos con el carácter de sujetos que, bajo condiciones de vida definidas, hacen su propia historia, dicha objetividad es el resultado material de las actividades humanas previas y se vuelven circunstancias sociales sólo en la medida en que tales resultados quedan reinvolucrados en las actividades humanas que los reproducen y cambian. Estos estados físicos humanamente producidos alcanzan la significación de circunstancias sociales sólo a través de su interiorización, de su apropiación por los individuos actuantes, que retransforman las fuerzas humanas objetivadas en ellos en sus propias necesidades y capacidades, proceso que no puede ocurrir si no es a través del contacto y relaciones activas entre los individuos. El significado de sujeto es ahora totalmente nuevo (si bien los individuos ciertamente se hacen unos a los otros, física y mentalmente, no se hacen a sí mismos, dice Marx). Autonomía y creatividad como los constituyentes de la noción de sujeto (sujeto como una entidad cuyo predicado es su propia autorrealización) no se piensan más como características metafísicas, sino como posibilidades históricas cuya realización depende del control que ejerzan los individuos sobre el resultado total de sus interacciones. El carácter descentrado de los sujetos, la escisión interna entre esencia humana y existencia, no es concebida ni como ilusión que ha de superarse en la contemplación teórica superior, ni como el eterno, metafísico o antropológico lugar de la existencia humana. Se concibe como una situación histórica que puede ser trascendida bajo condiciones definidas de la actividad práctica colectiva. La racionalidad no es la razón en la historia. Es razón histórica corporizada en la actividad práctica de la asociación de clase de individuos socialmente determinados, que pone fin a las contradicciones de su existencia que hoy les impide darles significado a sus propias vidas. Este historicismo radical de Marx significa una transformación completa del problema básico de la filosofía moderna, a saber el de la constitución subjetiva del mundo (la pregunta acerca de las vías por las que la actividad humana constituye y determina el mundo vital cotidiano de los SH como punto de partida autoevidente e inmediato de todos los actos explícitos de conocimiento). Marx acepta el carácter legítimo de este problema y en este sentido se sitúa en la tradición, en sentido amplio, de la Ilustración. Pero la constitución del mundo común y significativo de la experiencia humana le aparece a él no como el logro de la conciencia sino como el resultado histórico de las actividades materiales prácticas.

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