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Abren muestra de Alfredo Castañeda en la Casa de América de Madrid

Mezclan 45 pinturas con decenas de poemas, procedentes de dos mundos que siempre habitaron en el artista

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Corriendo riesgos (2007), óleo sobre lienzo que forma parte de la exposición Alfredo Castañeda, pintor de poesía.Foto Armando Tejeda
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En el cruce de todos mis sentidos (1990), óleo sobre lienzo que forma parte de la exposición Alfredo Castañeda, pintor de poesía.Foto Armando Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 13 de junio de 2024, p. 3

Madrid. La Casa de América de Madrid inauguró una amplía exposición del artista surrealista mexicano Alfredo Castañeda, un creador de mundos oníricos que además de plasmarlos en el lienzo también los trasladaba a la literatura, llevando casi en secreto su condición de poeta. De ahí la exposición Alfredo Castañeda, pintor de poesía, en la que a través de 45 obras plásticas y decenas de textos se entremezclan esos dos mundos que siempre habitaron en él y que explican aún mejor su desbordante imaginación y su embriagante ensoñación.

Alfredo Castañeda nació en la Ciudad de México en 1930 y murió en Madrid en 2010, después de haber pasado los últimos años de su vida en la capital española, donde se instaló junto con parte de su familia y donde acudía a diario a su taller para seguir creando. La última exposición que se realizó en Madrid del artista mexicano fue en marzo de 2020, en la Casa de México en Madrid, justo cuando estalló la pandemia del covid-19 y se tuvieron que cerrar los centros culturales públicos. Estuvo expuesta durante varios meses, pero sin gente, y cuando se relajaron las medidas de seguridad acudieron muy pocos a verla.

Marina Castañeda, además de ser nieta del artista, es la curadora de la exposición de la Casa de América. El proyecto nació mientras rebuscaba con su abuela Hortensia, la inseparable compañera del pintor, entre los archivos y cuadernos privados que había dejado en su estudio. Ahí se encontró con decenas, centenares de textos escritos, casi todos poemas, que se iban comunicando de alguna forma con las obras que estaba realizando en aquel momento o que tenían que ver con sus lecturas, pues Alfredo Castañeda era una persona que se interesaba por muchos temas, pero especialmente en la poesía mística, de ahí que entre sus libros predilectos se encontraron las obras de San Juan de la Cruz, Sor Juana Inés de la Cruz, Santa Teresa y Fernando Pessoa.

Según explicó su nieta a La Jornada, la exposición comunica esos dos universos que siempre cultivó, el de la pintura y sus ensoñaciones surrealistas, y el de la poesía, en la que se muestra tal cual era, con su sentido del humor, con sus preocupaciones existenciales y, por supuesto, con su honda espiritualidad. Pues si algo era Alfredo Castañeda era un ser espiritual.

La exposición, que podrá visitarse a partir de hoy y hasta el próximo 7 de septiembre, ofrece un recorrido por la obra del artista mexicano desde sus obras más tempranas, en los albores de los años 60, hasta las más tardías, de 2010, año de su fallecimiento.

La mayoría de las obras que se exponen forman parte de la colección privada de su familia, si bien hay algunas que pertenecen a colecciones privadas o que están expuestas, a modo de préstamo, en museos públicos, entre ellas Mensaje, Con los signos escapados, Consejo oriental, Instante preciso, El buen camino y El pequeño Rey.

Castañeda, además de su carrera artística, fue reconocido por su labor como escritor e ilustrador. Compartió estilo con varios creadores que también exploraron el surrealismo y el simbolismo en sus obras. Entre los más destacados se encuentran Remedios Varo, Leonora Carrington, Rufino Tamayo e incluso Giorgio de Chirico.

El académico mexicano Gonzalo Celorio también escribió un texto para la exposición, en el que advierte que “he recurrido a la tradición lírica mexicana para hablar de la obra pictórica de Alfredo Castañeda no sólo porque él también ejerce la poesía, sino porque su pintura es poética en el sentido más amplio de la palabra: su belleza –que también puede ser convulsa, como quería André Breton– provoca en el espectador, como toda verdadera poesía, una respuesta inefable que ilumina con prístina claridad las zonas oscuras del alma”.

Y reflexiona asimismo sobre lo que fue uno de los motores creativos del propio Castañeda, la búsqueda del silencio: He puesto en palabras lo que debió haber permanecido en el silencio. Las resonancias de sus obras en cada uno de quienes las miran son inescrutables. Paradójicamente, la infinita diversidad de miradas constituye la hondura de su silenciosa significación primigenia.