yer se llevó a cabo una elección histórica por las dimensiones, la extensión, las y los contendientes, las propuestas que se pusieron en juego y el resultado que prefiguró el conteo rápido anunciado hacia la medianoche por la presidenta consejera del Instituto Nacional Electoral, Guadalupe Taddei: Claudia Sheinbaum Pardo será la primera presidenta en la historia de México.
Se conjuntaron unos comicios presidenciales y legislativos con ocho estatales y un sinfín de municipales –unos 20 mil cargos de elección, en total–, que tuvieron lugar en más de 170 mil casillas, con una alta participación ciudadana, un muy bajo número de puestos de votación que no fueron instalados y pocos episodios de violencia; el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) federal empezó a fluir en tiempo y forma y la ciudadanía que fue convocada para atender las casillas mostró un alto grado de organización y de civismo.
Este proceso electoral es el primero en el que se realizará una sucesión presidencial tras la derrota del partido bicípite que gobernó en México durante siete décadas y el primero en el que el PRI y el PAN postularon una candidata común al Ejecutivo federal; el primero en el que las dos principales competidoras fueron mujeres y el primero en el que Morena compite desde el poder. El partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, por lo demás, puso a consideración del electorado un programa con un claro acento de continuidad, con Claudia Sheinbaum a la cabeza, en tanto que la aspirante opositora Xóchitl Gálvez enarboló un conjunto no muy coherente de propuestas, la principal de las cuales era poner fin a la llamada Cuarta Transformación (4T) y sacar de Palacio Nacional el proyecto de nación en curso.
En todo momento hubo una clara consistencia entre las preferencias electorales reflejadas por la casi totalidad de los sondeos de opinión desde hace seis meses, las encuestas de salida efectuadas en la tarde de ayer, los primeros números del PREP y el conteo rápido que comunicó Taddei: la abanderada de Morena habría ganado la Presidencia con un margen cercano a 30 puntos porcentuales sobre Gálvez Ruiz; en la Ciudad de México parece haberse presentado una situación similar, con la morenista Clara Brugada aventajando a Santiago Taboada, el aspirante de la coalición PRI-PAN-PRD, aunque con un margen menor; en las otras ocho entidades en las que se disputaron gubernaturas –Morelos, Veracruz, Yucatán, Jalisco, Tabasco, Chiapas, Puebla y Guanajuato– Morena reclamó siete de esos cargos, con base en las referidas encuestas de salida; la derecha, por su parte, formuló un reclamo de signo contrario, aunque no presentó datos que lo sustentaran.
Más aun, Gálvez Ruiz, previamente, acompañada por los dirigentes de los partidos que conforman la coalición Fuerza y Corazón por México, se había presentado ante los medios para asegurar que ella y sus correligionarios ganaron
las elecciones, sin ofrecer cifras ni referencias. Tal reclamo, que pudo tener alguna viabilidad en un escenario de competencia cerrada, difícilmente logrará abrirse paso en el ámbito judicial ni en el de la opinión pública mayoritaria, habida cuenta de las cifras del conteo rápido, el avance en el PREP, los estudios demoscópicos previos a los comicios y las encuestas de salida. En todo caso, el empecinarse en esa actitud podría enturbiar injusta e injustificadamente, sin más razón que la fobia a la 4T, un proceso que se ha realizado en forma legal, legítima y democrática y que ha contado con un comportamiento ciudadano ejemplar en casi todos los sitios en los que se realizó. Por añadidura, el afán de presentar una versión opuesta a la realidad pudo ser políticamente desastroso para los tres partidos que de por sí cargan con una imagen desfavorable en el ánimo de la mayor parte del electorado. Cabe pedir a la oposición, pues, madurez y civismo para aceptar los resultados de las elecciones, incluso al serle adversos.
Parece prudente realizar una reflexión por separado de la elección legislativa con el fin de analizar la composición de las cámaras que de ella se derivará, lo que posibilitará al gobierno actual realizar el conjunto de reformas constitucionales y legales conocido como plan C. Por lo demás, hay razones para celebrar la constatación de una democracia viva, el funcionamiento satisfactorio del organismo electoral y, sobre todo, la civilidad y la actitud pacífica y democrática de la ciudadanía.