as condiciones de retiro de quienes laboraron toda su vida, son una muestra de la verdadera democracia.
las próximas elecciones que involucran a la presidencia de la República y al Poder Legislativo federal, entre muchos otros cargos de elección popular, no pueden dejar de ser vistos bajo la perspectiva de la obligación de votar. El derecho al voto es una conquista histórica. Durante muchas generaciones éste se desestimaba al darse por hecho que las elecciones estaban resueltas. El voto de las mujeres es una conquista reciente en relación con el voto masculino; hoy los mecanismos de vigilancia electoral reducen claramente la posibilidad de que los resultados de la votación sean trucados o que, convenientemente, haya un apagón que permita reconfigurar su contabilidad.
Las razones para hacerlo obedecen a distintas causas. Hay quienes votan razonadamente, con comparaciones de las propuestas de los candidatos, sin importar su partido, y establecen la viabilidad de que cumplan con las promesas de campaña. Hay quienes votan emocionalmente, por la simpatía irracional hacia un candidato o por el resentimiento a la persona, a sus circunstancias personales o al partido, dependiendo de sus acciones en el gobierno; para muchos ciudadanos, los legisladores y los trabajadores del poder ejecutivo son lo mismo. Hay quienes votan bajo el temor de dejar de percibir asistencia gubernamental, a pesar de la inclusión de esos programas en distintas leyes, incluso en la Constitución, para asegurar que los programas sociales continúen. Hay quienes votan dirigidos por el crimen organizado, bajo amenazas claras y de evidente cumplimiento. Hay quienes votan atendiendo al contenido de las redes sociales y los miles de mensajes contradictorios que ahí circulan, dependiendo de los comunicadores de su preferencia. Las razones para votar son muchas, pero no puede olvidarse que el voto es libre y secreto. A nadie debe darse cuenta del sentido en que se ha votado. Eso sí, hay que votar.