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“El performance es un perro domesticado que aún puede soltar buenas mordidas”

Exhibición en el Museo de la Ciudad de México festeja la trayectoria artística de Pancho López por más de 25 años

 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de mayo de 2024, p. 4

A lo largo de más de un cuarto de siglo, Pancho López ha sido testigo y partícipe del desarrollo del performance en México, expresión que, considera el artista, ahora ya está domesticada, como diría Mónica Mayer (una de las pioneras de esa disciplina en el país y América Latina). También dicen que es un perro de museo; sin embargo, creo que todavía puede soltar algunas buenas mordidas o, por lo menos, unos fuertes ladridos.

El también comunicólogo, a quien el Museo de la Ciudad de México festeja sus más de 25 años de trayectoria artística con una exposición retrospectiva, recuerda la época cuando el performance era mal visto y considerado una tomadura de pelo.

Muchos (performanceros) dejaban un tiradero, un cochinero, en los espacios donde se presentaban y los encargados de éstos se negaban a recibirnos diciendo que para qué abrían las puertas a gente que sólo hace tonterías, refiere.

“Por unos cuantos, pagamos muchos, porque el performance, de repente, se presta a malentendidos o propuestas mal hechas. Aunque eso responde a que es un arte experimental, de exploración, un recurso de los artistas para hacer lo que no pueden con las técnicas tradicionales.

“Entonces, muchos lo toman a mal, porque deja de ser el producto artístico convencional y se vuelve algo experimental, fuera de formato, que genera ruido y duda, hace que la gente sospeche de su calidad. Por eso se ha dicho que es ‘mal teatro’ o el lugar donde se refugia la gente sin talento, habilidad, disciplina, pericia o recursos técnicos.”

Recurso para la experimentación

Pancho López ha disentido siempre de esas percepciones y argumenta que el performance es un recurso más para probar y examinar, conseguir lo que se quiere expresar y generar un buen desarrollo de una idea, así como una comunicación efectiva.

Como lo apuntaban los del No-Grupo en los años 70 y 80, es un montaje de momentos plásticos, poner en acción una idea, traducir una cosa que traigas en la cabeza en una imagen por medio del cuerpo. Es, entonces, un sistema de traducción, sostiene.

“Por eso alegaría que no es una tomadura de pelo. Es una exploración, una experimentación, una forma de investigar de otra manera, con otros elementos y herramientas, los temas de estudio. Sin embargo, es una polémica antigua: el performance está ya completamente incorporado al sistema artístico, al menos en México y otros países”.

El placer culposo de comer

El picnic y la sobremesa: Pancho López: más de 25 años de performance es la retrospectiva con la que el Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro Histórico) celebra, hasta el 30 de junio, la trayectoria del artista nacido en la capital de la República en 1972.

Tuvo dos versiones previas; la primera, en el Museo para la Identidad Nacional, en Tegucigalpa, Honduras, y la segunda, en el Instituto de Cultura de Baja California, en Tijuana, ambas curadas por Olga Margarita Dávila.

En esta ocasión, la curaduría está a cargo de Irving Domínguez, quien ahonda en la exploración pública del placer de comer de Pancho López a través de 40 obras que, a lo largo de seis salas, atestiguan el trabajo de ese performancero, entre objetos, documentación, dibujos, gráficas, fotografías, instalaciones y dos espacios interactivos.

El interés de este creador por la comida como tema de estudio y de su obra responde a que, desde niño era gordito, dice, y ha buscado encarar de manera frontal la gordofobia existente en la sociedad.

La obesidad siempre ha sido muy mal vista, todo mundo quiere ver a flacos como en la tele, cine y revistas. Eso hace que a veces uno se avergüence de su propio cuerpo, que no te guste que te vean comiendo y que muchos gorditos tengamos la costumbre de comer a escondidas. De allí que se vuelva un placer culposo.

Como parte de una de las cuatro secciones de la muestra, la titulada Segundo tiempo: Historias de café (2015 a la fecha), en la que se reflexiona sobre las posibilidades rituales en torno de esa bebida, Pancho López presenta al público los jueves de mayo un performance en el que, mediante previa cita, prepara, degusta y comparte dicho elixir y las experiencias que permite.