Cuando pensamos en plantas aromáticas, lo primero que nos llega a la mente son los aromas del toronjil, epazote y hierba santa, las cuales son nativas de México; o de la menta, cardamomo, azafrán, lavanda, entre otras especies exóticas. La mayoría de estas plantas aromáticas son hierbas o arbustos, y muy pocas son árboles. De ahí que, en el imaginario colectivo queda la impresión de que este grupo de plantas se circunscriben casi exclusivamente a las hierbas. Y en cierta medida esto es así, ya que más del 70% de las plantas aromáticas son hierbas, 20% arbustos y sólo un 10% árboles. Sin embargo, los árboles aromáticos han sido muy importantes a lo largo de la historia de la humanidad, ya sea por sus propiedades medicinales, comestibles o rituales. Este es el caso de la pimienta, la canela, el copal, el laurel, la nuez moscada, el clavo, el aguacate, entre muchos otros. De acuerdo con registros arqueobotánicos e históricos, los árboles aromáticos han sido usados desde hace al menos 7,000 años, y su presencia se asocia con lugares sagrados, donde el aroma y otras de sus propiedades eran aprovechadas para distintos fines, principalmente medicinales y comestibles.
En nuestro país, las diversas culturas que pueblan este territorio han generado importantes conocimientos asociados con el uso y manejo de árboles aromáticos, cuyas distintas partes útiles generan beneficios a las comunidades que hacen uso de éstos.
Un ejemplo de lo anterior lo constituye el Coyotomate, cuyo nombre científico es Vitex mollis Kunth; árbol que pertenece a la familia botánica de la menta, el toronjil y la salvia, es decir, Lamiaceae. Se trata de una planta de hasta 18 m de alto (Figura 1), de corteza ligeramente fisurada, con copa amplia y abundante follaje, hojas aromáticas al estrujarse (Figura 2), flores fragantes, muy llamativas, de color violeta o azules (Figura 3), y frutos comestibles y dulces, de color verde, ligeramente oscuros cuando maduran, los cuales contienen hasta cuatro semillas por fruto (Figura 4). Florece de febrero a mayo y fructifica de abril a julio. Es un árbol caducifolio, es decir, pierde sus hojas en la época seca, pero las recupera cuando inician las lluvias.
En nuestro país se distribuye en la vertiente del Pacífico, desde Sonora hasta Chiapas (Figura 5), y es un elemento característico de las selvas secas, un tipo de vegetación con una estacionalidad muy marcada, donde llueve de cuatro o cinco meses y la época de sequía dura hasta ocho meses. Generalmente crece en cañadas y orillas de las barrancas.
El Coyotomate tiene distintos nombres comunes, dependiendo de la regiones geográficas y culturales en donde se distribuye. Algunos de los más importantes que se reportan en la literatura son: Aceitunillo, Agüilote, Ahualamo, Ahuilote, Atoyac, Beo (Zoque), Beu’ (Zapoteco del Istmo), Capulincillo, Cuahuilotl (Náhuatl), Cuayotomate, Coyotomate, Coyototómatl, Coztómatl, Higualamo, Huhuhuali o Jujuhualí (Guarijío), Jarí, Jupari, Nanche de coyote, Nanche de perro, Ovalamo, Quiar, Tescalama, Tompotomitl, Tun ndwi na o Tutikuaa (Mixteco), Uvalama o Uvalamo, Ualama (Cuicateco), y Yashcabté o Yaxcabté (Tseltal).
Esta especie además tiene una larga historia de uso, la cual es recuperada en documentos de la época colonial temprana como “Historia general de las cosas de la Nueva España”, también conocido como Códice Florentino (1577), en donde Fray Bernardino de Sahagún hace una breve descripción de esta planta:
“Nace en ella una frutilla que es como los tomates chiquitos que se llama miltómatl. Tiene la cubierta amarilla. Son dulces. Traban un poco de la garganta. Son comestibles. La raíz desta yerba, si se bebe no mucho, sino templadamente, es medicinal: limpia los intestintos. Las mujeres que den a mamar la beben. Purifícaseles la leche con ella”.
“Hay otra yerba medicinal que se llama coztómatl. Es muy amarga. La raíz desta yerba es blanca y redondilla. La corteza tiénela como amarilla; lo demás, blanco. Las hojas tiene como la yerba que se llama miltómatl. Cría una frutilla amarilla, y dulce, y buena de comer. La raíz desta yerba ayuda a la digestión, y también tiempla el calor demasiado. Hácese esta yerba en los llanos y en las cuestas, y en montañas y en páramos”.
Este es la primera referencia de los usos medicinales y comestibles de este árbol. En la actualidad en diversas comunidades rurales de nuestro país se utiliza en la medicina tradicional para diversas afecciones, principalmente del sistema digestivo, respiratorio y nervioso. Se ha documentado que las hojas en infusión y los frutos frescos se emplean para curar la fiebre, diarrea, disentería, dolor de estómago, dolores menstruales, para mejorar la digestión, aliviar la tos, como espectorante, contra infecciones de las vías urinarias, dolores reumáticos, insomnio y para el piquete de alacrán.
Debido a su alta efectividad se han realizado múltiples investigaciones desde el punto de vista científico, específicamente fitoquímico, en donde se ha buscado aislar y sintetizar los distintos compuestos químicos y principios activos responsables de sus propiedades medicinales. De esta forma, se han identificado y probado de manera existosa algunos compuestos derivados de las hojas y el fruto del Coyotomate, con potencial antinflamatorio, antioxidante, antibacterial y antifúngico. También es notable los buenos resultados para combatir algunos parásitos intestinales como las amibas y las giardias. A su vez, el extracto de las hojas puede servir contra algunos de los hongos patógenos del maíz que causan la pudrición de las raíces, como son los del género Fusarium. También, a partir del extracto de las hojas se desarrollan algunos insecticidas orgánicos contra plagas de diversos cultivos básicos. Además, se ha encontrado que los frutos tienen altos niveles de fibra dietética soluble y pueden ser una fuente importante de minerales esenciales como el cromo, cobre y zinc.
La importancia de este árbol no sólo se circunscribe al ámbito medicinal o alimenticio, también brinda diversos beneficios ambientales, debido a que se usa como sombra para las personas y el ganado en diversos agroecosistemas como huertos, milpas y potreros. Además, los campesinos de la Cuenca del Balsas lo toleran, protegen y promueven en sus parcelas, ya que contribuye a la restauración de tierras infértiles o empobrecidas por la falta de nutrientes. También, sus ramas secas proporcionan combustible para las cocinas en las comunidades rurales.
Animamos a los lectores a revalorar la importancia de los árboles nativos que son considerados especies aromáticas, ya que proporcionan diversos beneficios, de provisión y ambientales, por lo que forman parte del patrimonio biocultural de los pueblos de México. •