Miércoles 22 de junio de 2022, p. 6
Madrid. El músico Max Richter es un hombre que intenta vivir y comprender lo que ocurre a su alrededor, por eso se adentra lo mismo en las tendencias estéticas de la actualidad que en los dramas que circundan por el mundo, como las guerras, las diásporas de exiliados, los atentados terroristas, la persecución ideológica o la brutalidad que ejerce el sistema contra los más pobres o desamparados. En un concierto en Madrid, en el que interpretó dos de sus piezas más políticas, Infra y The Blue Notebooks, hizo un alegato contra la guerra y la brutalidad.
Richter, nacido en Hamelín, Alemania, en 1966, vive desde hace años en el Reino Unido, donde se ha convertido en uno de los músicos contemporáneos más celebrados de la actualidad, no sólo por su forma de reinterpretar obras o autores clásicos, como Las cuatro estaciones de Vivaldi o las piezas de Johann Sebastian Bach, sino también porque ha creado un lenguaje próximo al minimalismo, que ha sido utilizado en las bandas sonoras de numerosas películas o series de culto, como Vals con Bashir, The Leftovers o Ad Astra.
En el Teatro de Canal de Madrid, que pertenece a la Comunidad de Madrid, Richter actuó con cinco músicos que lo han acompañado a lo largo de su carrera en distintas ocasiones; de hecho, ese mismo quinteto de cuerdas fue el que en su día tocó por primera vez una de las piezas que interpretaron, Infra.
Se trata de dos violines, Lousa Fuller y Natalia Bonner, la viola de Nick Barra, y los dos violonchelos, Ian Burdge y Chris Worsey, quienes además en algún momento del concierto le ayudaron con el sintetizador. Richter se encargó del piano y la actriz Sarah Sutcliffe participó como voz narradora al leer los fragmentos literarios de la segunda pieza el programa.
En la primera parte se presentó Infra, pieza compuesta por Richter a raíz de los atentados en el Metro de Londres en 2005, donde hubo 52 muertos y más de 700 heridos. Al sentirse sacudido y conmovido por ese evento, como hace muchas veces, buscó respuestas en la literatura. De ahí que se sirviera del poema La tierra baldía, de T. S. Eliot, para hacer un viaje emotivo entre lo individual y los pasajes sociales, con un final grave, quizá un grito de socorro entre tanta devastación.
Después interpretaron The Blue Notebooks, escrita en 2003, cuando se desarrollaba la guerra en Irak, y que se editó por primera vez en 2018. Para esta melodía, Richter también acudió a la literatura con el fin de buscar respuestas a lo que no comprende, así como a un mundo, el de la política y la ficción, que a veces parecen el mismo
, aseguró antes de iniciar la pieza. Y así, entre los sonidos de cuerda y los teclados de su piano, se escuchaba la voz narradora que leía un pasaje de El primer cuaderno
–de Cuadernos en octavo– de Franz Kafka, en el que decía: Cada hombre lleva en sí una habitación. Es un hecho que nos confirma nuestro propio oído. Cuando se camina rápido y se escucha, en especial de noche, cuando todo a nuestro alrededor es silencio, se oyen, por ejemplo, los temblores de un espejo de pared mal colgado
.
O el fragmento con el que se va diluyendo el sonido, cuando va finalizando su alegato antibélico, en este caso de un libro de Czeslaw Milosz, de El himno sobre la perla, que dice: Cuando Thomas me dio la noticia de que la casa en la que nací ya no existe, ni el nombre ni el parque inclinado hacia el río, nada, tuve un sueño de regreso. Multicolor. Alegre. Pude volar. Y los árboles era aún más altos que en mi infancia porque habían crecido durante todos los años transcurridos desde que los cortaron
.
Al terminar el concierto, el aplauso fue estruendoso y emocionado. Richter respondió con un bis, un fragmento de su pieza magistral Sleep, en concreto Dream 19, que alimentó de esperanza y serenidad a un público embriagado por la música de uno de los grandes genios de nuestra era.