Opinión
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Aprender a morir

Abramos más los ojos

E

ncuentro llorando a una atribulada vecina por el repentino cierre del club deportivo privado al que asistió los últimos 14 años. Lo hacen, me dice, para construir ahí condominios horizontales, verticales y centros comerciales, sin que las autoridades de Naucalpan, uno de los municipios que más impuestos recaudan pero más descuidados están, haga nada al respecto. No pueden hacer nada si es propiedad privada y no hay interés público de por medio, le aclaro. ¡Por eso el planeta está patas arriba, porque no hay compromiso con éste ni con sus habitantes, sino con los beneficios de unos cuantos!, responde decepcionada.

Y sí, la penosa evolución de la Tierra y sus pobladores obedece a una apuesta de baja conciencia que antepone la acumulación de bienes y poder sobre las carencias de la mayoría, la ambición de unos sobre el desarrollo de otros, como si no fuéramos todos en el mismo barco, así sea en camarotes de distinto precio. Pero esa apuesta de baja conciencia obedece fundamentalmente a una estrecha educación que al cuarto para las 12 se va enterando de que somos parte del planeta y no éste propiedad nuestra, aunque lo diga la Biblia.

Hoy, el bioterrorismo de los medios de comunicación con motivo de la pandemia apenas si ofrece recursos para evitar contagiarnos, pero a diario infunde toneladas de miedo para inmovilizarnos como individuos y como sociedad. El virus ha cobrado víctimas en el mundo, pero menos de las que cobran otras enfermedades, sin contar el pánico que se infunde a las personas sanas pero desempleadas, neurotizadas o angustiadas ante la posibilidad de morir de asfixia tras una penosa agonía, y sin estadísticas, claro, de cuántos han solicitado el derecho a una muerte asistida y a cuántos les ha sido negado.

Paradójicamente, las industrias alimentaria, farmacéutica y de la salud son otras poderosas herramientas para enfermar a la gente, ya que están directamente vinculadas con las principales patologías, reales e inventadas. Para colmo, muchos médicos se volvieron especialistas en enfermedades, no en salud, y en algo más grave: promotores de ventas de las grandes farmacéuticas, de los laboratorios y del voraz sistema hospitalario privado.

De obligada lectura, el documentado artículo de Fernando Illescas del pasado 13 de agosto en La Jornada Veracruz, titulado Evidencia del uso del Covid-19 para asesinar a millones por dinero. Fauci y OMS culpables.