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Retablo
E

n una población perdida en la provincia peruana de Ayacucho, la familia Páucar goza de prestigio singular. Noé, el padre (Amiel Cayo), y Segundo, su hijo de 14 años (Junior Béjar Roca), suscitan la admiración y envidia de los demás campesinos por la maestría con que elaboran sus retablos festivos. La vida cotidiana de esa familia transcurre de modo apacible hasta el momento en que el trabajador intachable que es Noé revela sorpresivamente su condición de paria sexual, suscitando el azoro e indignación de sus seres queridos y el linchamiento moral de todo el pueblo.

Retablo (2017), primer largometraje del realizador peruano Álvaro Delgado-Aparicio, es una exploración muy penetrante y fina de la persistencia del prejuicio en un medio rural sometido a la tiranía de usos y costumbres inamovibles. El cineasta procede, en la primera parte de este largometraje, hablado casi en su totalidad en quechua, a una minuciosa descripción de tradiciones populares entre las que destacan las festividades del lugar y el arte con que son recreados, en coloridos retablos de tres niveles y con figurillas de yeso y papa, algunos personajes y sucesos sobresalientes de la comarca. Noé y su vástago Segundo son los retratistas de ese pueblo, quienes llevan también el registro de la memoria local, sus retablistas favoritos. Su condición de artesanos exitosos que venden con facilidad su trabajo en los mercados, los colocan en una situación privilegiada con respecto a los jornaleros que penosamente viven al día. Esa situación especial les confiere una responsabilidad mayor en el manejo, obligadamente honorable, de su conducta.

De este modo, cuando el adolescente Segundo descubre accidentalmente un déficit muy grave en el comportamiento sexual de su padre, la estabilidad de su mundo afectivo y la admiración que profesa a su modelo patriarcal de vida, se derrumban por completo.

Una de las secuencias más notables de la cinta transcurre en el interior de una iglesia. Toda la perplejidad moral y el desencanto que calladamente experimenta el joven Segundo Páucar a partir del punto de quiebre en la relación con su padre, los transmite el actor Junior Béjar con gestos precisos y elocuentes. El cineasta abandona casi por completo el tono documental de su primer registro costumbrista, para concentrarse ahora en la subjetividad de este adolescente presa de un conflicto interior irresoluble. No es necesario abundar en explicaciones sociológicas sobre el predominio de una cultura machista en este ámbito rural. Al cineasta le bastan para su relato unas cuantas pinceladas: el castigo de la comunidad a un ladrón de vacas al que azotan a cintarazos en una plaza pública; el asedio de sementales en brama a la joven y muy sensual Felícita (Claudia Solís), las lealtades frágiles que vuelven adversario al amigo de largo tiempo cuando su virilidad queda en entredicho; el rechazo homofóbico y la negación de hospitalidad para los infractores de la moral pública (No ayudamos a quienes hacen cochinadas), y finalmente la nostalgia inconfesable por los viejos tiempos de la intolerancia brutal de Sendero Luminoso cuando al referirse a Noé, réprobo incómodo, una mujer del pueblo exclama: En tiempos del terrorismo, ya lo habrían matado. En muy poco tiempo, el mundo confiado y tranquilo de Segundo se ha vuelto un mundo alucinado. Retablo registra con sobriedad narrativa y elegancia plástica este durísimo paso del adolescente a la edad adulta.

La cinta del peruano Delgado-Aparicio es prolongación temática de un cortometraje suyo, El acompañante, filmado cinco años antes, en el que un joven prostituto intentaba ayudar, sin éxito, a su padre caído en la desgracia. La manera en que el director insiste en el tópico de una vigorosa interdependencia filial afectiva, alcanza aquí un sorprendente nivel de madurez y sutileza. No hay juicios morales condenatorios ni tampoco una constatación de amargura. El personaje de la madre, Anatolia Páucar (Magaly Solier), lejos de ser un soporte activo de la homofobia que lacera a su marido, representa y condensa la vulnerabilidad social y el desasosiego que vive una comunidad indígena por fortuna al margen del racismo de las ciudades, pero incapaz de superar el desprecio largamente inculcado hacia todo lo que es diferente. En su tránsito a la madurez, Segundo extrae las conclusiones morales inevitables. Retablo, cinta original y necesaria, deja vislumbrar los venturosos saldos de esa liberación serena.

Estreno disponible en la plataforma Netflix.

Twitter: CarlosBonfil1