Santiago. El gobierno de Sebastián Piñera sufrió ayer otra estrepitosa derrota en la Cámara de Diputados de Chile, cuando con el voto afirmativo de parlamentarios oficialistas se aprobó en particular el proyecto que permite a los cotizantes del sistema privado de pensiones, retirar hasta 10 por ciento de sus ahorros para enfrentar las carencias que deja el coronavirus.

Hubo 95 votos favorables (requería 93), de los cuales 13 fueron oficialistas; 36 en contra y 22 abstenciones. Quedó listo para debatirse en el Senado donde la aprobación demanda un mínimo de 25 del total de 44 senadores, 23 de ellos opositores.

El resultado es desastroso para el gobierno, que jugó a fondo para revertir el revés de la semana pasada, cuando se aprobó la idea de legislar con también 13 votos oficialistas. Las denuncias de presiones y amenazas, incluso de cohecho para los diputados gubernamentales favorables a la iniciativa, han estado a la orden del día. En términos simples, el gobierno requería que se abstuvieran tres de los 13 que la semana pasada votaron a favor, pero falló escandalosamente, sobre todo cuando envió a sus cuatro principales ministros a articular los apoyos.

Pero el fracaso es peor porque el propio Piñera se involucró en el intento de recuperar a su sector, anunciando a la desesperada un proyecto para entregar, por única vez, un bono de 500 mil pesos (650 dólares aproximadamente) para todos quienes demostraran ingresos mensuales de entre 500 mil y 1.5 millones mensual.

La jornada parlamentaria fue precedida el martes por una noche de furia que estalló en varias ciudades de Chile en apoyo a poder retirar 10 por ciento. Primero, un caceroleo masivo que repicó fuerte por cerca de una hora convocado en redes sociales; después por decenas de protestas callejeras que incluyeron barricadas, fogatas, quemas de autobuses, el incendio de una camioneta y ataques a pedradas a varias comisarías policiacas.

Vigente desde 1980, el sistema de capitalización individual es una de las expresiones cumbres del neoliberalismo impuesto por la dictadura de Pinochet y apenas retocado con asistencialismo por los gobiernos democráticos que se iniciaron en 1990. El rechazo de 80 por ciento de la ciudadanía a las administradoras de fondos de pensiones (AFP) –a cargo casi a su antojo de 210 mil millones de dólares en cotizaciones extraídos a los asalariados, sin aporte patronal–, encuentra explicación en que las tasas de remplazo son en promedio de 33 por ciento del ingreso previo a la jubilación: 40 por ciento para hombres y apenas de 18 por ciento para las mujeres.

▲ Una mujer enmascarada festeja desde una ventana de su casa la votación legislativa que permite a los chilenos retirar capital de sus ahorros para el retiro. La iniciativa pasará ahora con los senadores, donde será ratificada si obtiene un mínimo de 25 votos.Foto Afp

Por contrapartida, los propietarios de las AFP han ganado más de 5 mil millones de dólares por las comisiones, a la vez que las jubilaciones paupérrimas en promedio son inferiores a los 180 dólares mensuales.

Lucía Dammert, doctora en ciencia política, comentó a La Jornada que lo sucedido termina de evidenciar la falta de atingencia que caracteriza a la administración de Piñera. Es el corolario de un largo proceso de dificultades del gobierno para presentar respuestas rápidas a la pandemia, especialmente dirigidas a la clase media; es también el agotamiento de un equipo político que no ha tenido las capacidades para instalar su agenda; y es parte de la crisis de la política latinoamericana, donde las individualidades a veces pesan más que las coaliciones y los partidos. Y por supuesto, es nuevamente poner en centralidad las dificultades del sistema tan neoliberal que hay en Chile, donde las pensiones que nos dijeron que iban a ser invertidas con niveles de solidez, finalmente no logran los resultados prometidos. Todo eso se confabula en el resultado, donde efectivamente se pone en entredicho cómo el gobierno va a rearticular fuerzas para seguir, dijo.

Respecto de si está forzado Piñera a reajustar su gabinete político, Dammert estimó que podría ser una buena decisión para dar un cierre a esta etapa del desgaste, pero depende de la capacidad del presidente de abrirse a compartir algunas decisiones con un equipo distinto.

Apenas se conoció el resultado, expresiones de júbilo estallaron en el país y para la noche se anunciaban nuevas manifestaciones.