Jueves 16 de julio de 2020, p. 8
La primera entrega de la saga X-Men cumple 20 años.
Un chico judío, Magneto, es separado de sus padres en Auschwitz. Grita, y las puertas del campamento se doblan. Concentrando sus poderes mutantes
, comienza a romper un monumento a la capacidad del hombre para la crueldad.
Antes de que la primera cinta de X-Men se estrenara, las de superhéroes podían ser brillantes, como el Superman de Christopher Reeve, o adolescentes y malhumoradas, como en Batman de Tim Burton, pero eran inmaduras o irreflexivas.
Nunca se atrevieron a examinar seriamente el lado oscuro de la naturaleza humana, el que condujo a los campos de exterminio. X-Men cambió todo eso. El proyecto comenzó como una debacle
, dice David Mumpower, escritor en Marvelblog.com. “20th Century Fox rechazó varios guiones posibles, incluidos los de Joss Whedon y Laeta Kalogridis, quienes más tarde produjeron Avatar y Altered Carbon. La percepción temprana de esta producción era que estaba condenada”, según The Independent.
El director de X-Men, Bryan Singer, se arriesgó y cortó la película a sólo 95 minutos, despojándola de lo esencial; se desarrolló paralelamente a los Vengadores de Marvel. La premisa es un mundo donde las mutaciones genéticas han creado una raza de individuos con súper poderes; algunos lo usan para el bien, otros, como el veterano Magneto, creen que los humanos son una especie inferior.
El filme de Singer anunciaba un nuevo y valiente amanecer para el cine de superhéroes; sin embargo, aquel brillante futuro nunca llegó para la franquicia. Dos décadas después, representa la mezcolanza definitiva, con cintas como Logan, de James Mangold, pero también fracasos como X-Men: Dark Phoenix.
¿Cómo los X-Men han pasado de lo sublime a lo apestoso? La respuesta probablemente remonta a 1963, cuando Stan Lee y Jack Kirby crearon una historia de mutantes que luchan contra el crimen, pese a la resistencia en Marvel. A algunos, la idea de una sociedad de fenómenos e inadaptados salvando al mundo les pareció que era demasiado.
Al principio iba a llamarlos mutantes
, dijo Lee en un documental que acompañaba el lanzamiento de X2 en 2003. Pero al publicista no le gustó el nombre. Sigo sin entender por qué creía que la gente no sabría qué son los mutantes pero sí un hombre X
.
Los mutantes de Lee eran una minoría mal entendida. Entre más se arriesgaban, mayor era la sospecha que despertaban. Para cuando Chris Claremont heredó la franquicia de Lee –en los años 70–, los mutantes ya habían sido archivados. Una vez que recibió luz verde se puso a trabajar en diferenciarlos de otros equipos de superhéroes.
El papel de Wolverine originalmente se ofreció a Russell Crowe, quien lo rechazó, pero sugirió a su amigo Hugh Jackman, un australiano desconocido con experiencia en el teatro musical. Singer dirigió cuatro películas de la franquicia, incluida X2, de 2003, pero su carrera se detuvo en 2018 por un juicio de acoso sexual. Algo similar pasó con Brett Ratner, director de X-Men III: La batalla final.
Aunque las acusaciones afectaron a los mutantes, la saga fue capaz de salir adelante por sí misma. En 2011, con X-Men: primera clase, ambientada en una guerra fría, con Michael Fassbender y James McAvoy como los jóvenes Magneto y Profesor X, el trabajo de Matthew Vaughn fue bien recibido.
El legado terminó cuando Singer volvió para dirigir Días del futuro pasado y después consiguió que Oscar Isaac diera vida al mutante Apocalipsis en X-Men: Apocalipsis.
Se criticó particularmente una escena en la que Magneto y Apocalipsis unen fuerzas para destruir Auschwitz, lo que resultó en la desintegración del campo de concentración en una animación por computadora de estilo caricaturesco.
Los únicos aspectos positivos de eso han sido las películas adyacentes de Deadpool, ambientadas en el mismo universo, pero contadas con un tono muy distinto, y Logan.