El magnate arremete en Twitter contra Bolton
El mandatario tiene derecho a creer que es grandioso
y hacer de todo por ganar una elección en aras del interés nacional, afirma la defensa
Jueves 30 de enero de 2020, p. 23
Nueva York. La principal amenaza para Donald Trump en su juicio político ya no son sus acusadores demócratas, sino sus ex colaboradores, con una batalla que ha estallado entre la Casa Blanca y su ex asesor de Seguridad Nacional, mientras sus abogados emplearon ayer un argumento generalmente usado para defender a líderes autoritarios.
En el primer día de dos programados para preguntas de los senadores a los equipos de defensa y los diputados-fiscales en el Senado, que funciona como tribunal para el tercer juicio político a un presidente en la historia del país, la principal batalla se da en el Capitolio entre la Casa Blanca y John Bolton, quien fue asesor de Seguridad Nacional de Trump hasta septiembre de 2019.
Las filtraciones de segmentos de un libro de Bolton que se publicará en marzo y que ponen en duda la narrativa central del presidente y sus aliados en este juicio –ya que el ex asesor afirma que Trump sí condicionó el apoyo oficial de Wa-shington al nuevo régimen ucranio a cambio de que le hicieran un favor para dañar a sus contrincantes demócratas en la elección de este año– siguen amenazando el control de este proceso por la Casa Blanca y el liderazgo republicano y su objetivo de llevarlo a una pronta conclusión, si es posible esta semana, y evitar la comparecencia de más testigos y nuevos documentos que tanto desean los demócratas.
El Senado debe empezar a debatir y votar sobre el asunto de más testigos y documentos el viernes, y mientras la batalla entre la Casa Blanca y su ex empleado Bolton se intensificó con ataques directos de Trump contra su ex asesor, junto con una carta enviada por la Casa Blanca a la editorial de Bolton buscando frenar la publicación del libro.
La carta, enviada la semana pasada pero hecha pública ayer, advierte que el libro contiene información clasificada que no puede ser publicada o de otra manera divulgada públicamente sin borrar esta información clasificada
.
Esta mañana, Trump atacó a su ex asesor en un par de tuits, cuestionando el porqué escribir un libro tan repugnante y falso
, y señalando que él lo despidió (Bolton dice que renunció) porque ya estaríamos en la Sexta Guerra Mundial
si hubiera aceptado sus consejos. En otro tuit recordó que Bolton no podía ser ratificado por el Senado para ningún puesto y que le rogó
por ese nombramiento de asesor de Seguridad Nacional, el cual le dio a pesar de que muchos estaban en contra.
Al mismo tiempo, tuiteó un mensaje a los senadores republicanos para que no caigan en el juego demócrata
y eviten convocar a más testigos.
Dentro del Senado convertido en tribunal para el juicio político, el abogado estrella de Trump, profesor emérito de leyes de Harvard Alan Dershowtiz, quien ha insistido en que el abuso de poder sí amerita el impeachment, ofreció ayer un argumento que provocó alarma entre algunos observadores al afirmar que un presidente que está actuando en el interés público
no puede ser sometido a un proceso de destitución.
Pero no fue todo, sostuvo que “si un presidente hace algo que él cree que lo ayudará a ser electo en el interés público, eso no puede ser el tipo de quid pro quo que resulta en impeachment”. Indicó que no debe ser algo sujeto a juicio el que un mandatario piense: soy un gran presidente; creo que soy el presidente más grandioso; si no soy electo, el interés nacional sufrirá mucho
y que actué por lograrlo.
Algunos senadores demócratas comentaron que era un argumento absurdo
, sus colegas republicanos no encontraban la manera de defenderlo, mientras algunos comentaristas señalaron que ese razonamiento es muy común para justificar la conducta de líderes autócratas en todo el mundo.
Otros abogados del presidente argumentaron ante el Senado que Bolton no puede testificar porque fue asesor de Seguridad Nacional, y por lo tanto está bajo el privilegio ejecutivo de Trump.
Durante toda la tarde y noche de ayer continuó la sesión de preguntas y respuestas, con senadores enviando por escrito sus inquietudes al jefe de la Suprema Corte, John Roberts, quien preside este juicio político, y las presentaba oralmente. Los integrantes del equipo de diputados enviados por la Cámara de Representantes como fiscales al juicio, y los abogados defensores de Trump, respondieron, en un proceso que más que nada fue una oportunidad para repetir los argumentos ya presentados por ambos lados en los primeros días de este juicio.
Algunos aprovecharon su turno para hacer preguntas sin respuesta. Anoche, el senador Bernie Sanders, candidato presidencial demócrata que busca ser quien rete al acusado en las elecciones, preguntó: “dado que los medios han documentado las miles de mentiras del presidente Trump –más de 16 mil 200 hasta el 20 de enero–, ¿por qué se espera que tengamos que creer que cualquier cosa que él diga tiene credibilidad?” Nadie pudo dar una buena respuesta.
Trump, junto con Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana, se han coordinado desde el inicio en su esfuerzo por tratar de llevar este juicio a una rápida conclusión con el resultado final esperado por todos, la exoneración del presidente de ambos cargos: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
Trump desea que el juicio concluya antes del 4 de febrero, cuando está programada su presentación del informe anual –el llamado el Estado de la Nación– ante el Congreso.
Con la casi asegurada absolución presidencial con que se pronostica la culminación de este proceso histórico, el único suspenso por ahora es si habrá los 51 votos necesarios (se necesitan por lo menos cuatro republicanos para sumarse a la minoría demócrata) para convocar a Bolton y otros como testigos.
A la vez, algunos, recordando Watergate, y el fin de Nixon, aún esperan la posibilidad de algunas sorpresas más, como la del ex asesor de Trump, que podrían descarrilar el plan del liderazgo republicano e incluso poner en duda el veredicto final.
Por ahora, esas sorpresas, si aparecen, no se esperan del lado de los contrincantes demócratas del presidente, sino dentro de su propio círculo o partido.