l 8 de mayo se celebró el 74 aniversario del triunfo de los pueblos del mundo sobre el nazifascismo y, en particular, se recordaría la victoria del pueblo soviético sobre la Alemania nazi. En las actuales circunstancias políticas, este triunfo cobra un significado especial en vista de las amenazas constantes del capitalismo encabezado por Estados Unidos y la posibilidad real de otra guerra de dimensiones planetarias.
Pero la Segunda Guerra Mundial tiene como responsables no sólo a los hitlerianos alemanes, sino también a los italianos y japoneses, quienes deseando un nuevo reparto del mundo desencadenaron la tragedia bélica más terrible de la historia. También es necesario señalar la responsabilidad de los imperialistas ingleses, estadunidenses y franceses. Sus gobiernos permitieron el rearme de Alemania; disimularon una pretendida neutralidad frente a las agresiones fascistas en Etiopía (1935), a España (1936), a Austria y Checoslovaquia (1938) y a Polonia (1939).
México conoció bien el crimen cometido por los fascistas contra la República Española, y el papel de falsa neutralidad que jugó el Comité de no Intervención de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, cubriendo su complicidad en ese crimen. En España, los fascistas pusieron a prueba sus nuevas armas, traídas de Alemania e Italia. El 8 de mayo se recordará a los combatientes de los pueblos de España que nutrieron de espíritu antifascista y de amor por la causa popular a toda una generación de luchadores. Todas las agresiones fascistas de la preguerra quedaron impunes y, con ello, se permitió que los sueños de expansión mundial de las potencias del Eje se tornaran en cruel realidad. Los gobiernos inglés y francés pasaron por encima de acuerdos internacionales de mutua defensa con Polonia y Checoslovaquia, y de la voluntad de sus pueblos, permitiendo la ocupación nazi de esos países.
Porque la historiografía imperialista se ha encargado de propagar una imagen tergiversada sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial, pretendiendo colocar la responsabilidad en la sicopatía de un individuo, procurando hacer creer que Hitler y el apetito de poder de su camarilla fueron la causa de la guerra. Hoy, como ayer, más bien, los causantes de la guerra son los monopolios que lucran con la muerte de millones, las corporaciones productoras de armamento, las sociedades anónimas que invierten en el negocio de la guerra. Socios alemanes, ingleses, franceses y estadunidenses se beneficiaron por igual con la matanza de los pueblos.
Todo indica que las instalaciones para las cámaras de gas en las fábricas de la muerte
fascistas fueron vendidas por firmas alemanas estrechamente ligadas a monopolios yanquis, los carros de la muerte
se produjeron en las fábricas alemanas pertenecientes a la Ford y a la General Motors. El Bank of International Settlements de Basilea, cuyo director era el neoyorquino Tomas Mackitric, compraba al Reich Bank alemán el oro robado por los hitlerianos, así como los dientes de oro de las personas asesinadas en los campos de concentración.
¿Pero que se buscaba con estas complicidades? Dirigir la maquinaria bélica alemana contra la Unión Soviética. Se quería realizar lo que no fue posible tras la Revolución de Octubre. Todos los intervencionistas coincidían en su odio de clase hacia el socialismo. Igualmente, el antisovietismo y el anticomunismo estuvieron presentes como factor subyacente en la conducción de la guerra por los aliados. El retraso en la apertura del Segundo Frente hasta 1944 (cuando el curso de la guerra se había decidido en el frente soviético) y las sistemáticas acciones militares pequeñas tenían por objeto el desgaste y la derrota de la URSS.
El gran ejemplo de la traición es la del mariscal Philippe Pétain, el colaboracionista jefe de gobierno que entrega Francia a los alemanes, representa cabalmente la política de los gobiernos europeos establecidos que fueron sometiéndose a los nazis, instalándose como gobiernos de ocupación. Esta actitud capituladora y entreguista de los regímenes capitalistas europeos muestra también la tendencia histórica de la actual fase de transnacionalización neoliberal, en el sentido de que los grupos dominantes no representan más el interés nacional y conforman gobiernos que Marx llamó de traición nacional
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Durante el conflicto, partes de las clases trabajadoras y un sector de los intelectuales participan activamente en la resistencia antifascista. Precisamente, la acción de los pueblos y el peso decisivo de los soviéticos van cambiando la naturaleza de la guerra: de interimperialista en una guerra popular, antifascista, justa y necesaria hasta la derrota del fascismo.
En la propaganda se producen películas en que se presenta a los ejércitos aliados, especialmente al de Estados Unidos, como la fuerza militar que derrotó a Alemania. La acción que se inicia con el desembarco aliado en Normandía aparece como el acontecimiento más importante de la Segunda Guerra, intentando con estas manipulaciones ignorar la contribución soviética y los sacrificios de los pueblos de la Europa ocupada.
La URSS, independientemente del estalinismo, fue decisivo en la derrota del fascismo. Sus fuerzas armadas se enfrentaron a lo largo de la guerra al grueso del aparato militar nazifascista y tras las victorias de Moscú, Stalingrado, Kursk y Leningrado, se puede afirmar que los fascistas habían sido estratégicamente derrotados. Los más de 20 millones de muertos, civiles y militares, dan cuenta del peso de los pueblos de la otrora URSS en ese conflicto.
Durante estos 74 años de posguerra, no ha habido una nueva conflagración mundial, pero los pueblos han sufrido múltiples agresiones militares, económicas y políticas por parte de los imperialistas estadunidenses. En América Latina se han originado una serie de agresiones del imperialismo estadunidense. Nuestra historia está marcada por el injerencismo de Washington, y por la acción de una recolonización que es considerada una ocupación, con sus colaboracionistas y resistentes.