Para leer a López Obrador: ¿qué es la economía moral?
MLO anunció la publicación de su libro Hacia una economía moral. Puesto que usa el nombre de esta columna en su título, me veo obligado a explicar de dónde viene y qué significa el término economía moral
. Retomo para ello lo publicado en este espacio el 12 de marzo de 1999. Según James C. Scott ( The Moral Economy of the Peasant, 1976), el término fue acuñado por E.P. Thompson (EPT) en The Making of the English Working Class, quien rastrea el origen del mismo a los siglos XVIII y XIX (en The Moral Economy Reviewed
) y señala que lo usó primero como un conjunto conceptual que enseñaba la inmoralidad de lucrar con base en las necesidades de la gente, y después para referirse a las confrontaciones en los sitios de mercado sobre los derechos a los alimentos básicos. EPT señala que el concepto se refiere al conjunto de creencias, usos y formas asociadas con la comercialización de alimentos en tiempos de escasez, así como las emociones profundas estimuladas por ésta. Añade que las exigencias que la multitud hacía a las autoridades en tales crisis, y la indignación provocada por el lucro durante emergencias que ponían en peligro la vida, le daba una carga moral
particular a la protesta. Años antes, EPT había señalado que las revueltas eran provocadas por precios al alza, prácticas comerciales indebidas, o por hambre. Estas ofensas operaban dentro de un consenso popular sobre lo que eran prácticas legítimas e ilegítimas, consenso cimentado sobre una visión tradicional coherente de las normas y las obligaciones sociales y de las funciones económicas de diversos grupos de la comunidad, las que vistas en su conjunto, puede decirse que constituyen la economía moral de los pobres. Un atropello de estos supuestos morales, y las privaciones experimentadas, creaban la ocasión para la acción directa. El término, dice EPT, es el mejor para describir la manera en la cual, en comunidades campesinas e industriales tempranas, muchas relaciones económicas
eran reguladas de acuerdo con normas no monetarias, que existen como un tejido de costumbres y usos hasta que son amenazadas por racionalizaciones monetarias, y se hacen conscientes como economía moral. En este sentido , la economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del libre mercado
. He aquí la primera parte del epígrafe que tuvo mi columna E conomía Mora l hasta que, por restricciones de espacio, lo eliminé.
En los motines relacionados con el precio del pan, harina o trigo en la Gran Bretaña del siglo XVIII, queda claro también el derecho a la subsistencia. Las multitudes de pobres urbanos se levantaban en protesta ante el alza de los precios del alimento básico, o ante prácticas de mercado que violaban lo que EPT llama el modelo paternalista y que derivaba de las reglas de comercialización instituidas por las autoridades en periodos anteriores para buscar el abasto de los alimentos a precios adecuados. En los motines, la multitud casi nunca se apropiaba gratuitamente de los alimentos, sino que los vendía a un precio justo fijado por ella, y entregaban el dinero de la venta al propietario. Además de mostrar la existencia social objetiva de niveles de vida considerados socialmente mínimos, y el conocimiento y consenso que de ellos tiene la población, los escritos de Scott y de EPT muestran una visión de lo económico diferente al de la economía política (o teoría económica): la visión de la economía moral. EPT analiza la confrontación entre ambas visiones. Por una parte, señala que pocas victorias intelectuales han sido más contundentes que la que los proponentes de la nueva economía política ganaron en materia de regulación del comercio interno de cereales. Más que un modelo, el planteamiento de laissez-faire (dejar hacer), representado en La riqueza de las naciones (1776) de Adam Smith (AS), es un antimodelo, una negativa a las políticas de abasto del periodo Tudor (1485-1603). En lugar de estas políticas, se establecía la libertad irrestricta del comercio de granos. La nueva economía entrañaba una de-moralización de la teoría del comercio y el consumo, con implicaciones de importancia no menores a la de la disolución, más conocida, de las restricciones sobre la usura. La nueva política económica estaba liberada de imperativos morales. EPT critica la doctrina de AS, haciendo notar tres graves deficiencias: 1) Es doctrinaria y antiempírica. No quería saber cómo funcionan los mercados, al igual que sus seguidores actuales tampoco desean saberlo. 2) Promovió la noción que los precios altos eran un (doloroso) remedio para la escasez, al hacer que los abastos fluyeran a la región afectada por ella, pero lo que atrae la oferta no son los precios altos, sino gente con suficiente dinero en sus bolsillos para pagar dichos precios. 3) El más desafortunado error fluye de la metáfora de AS sobre los precios como forma de racionamiento: argumenta que los precios altos desestimulan el consumo, llevando a todos, particularmente a la gente de rangos inferiores, a situación de frugalidad y buena administración. Al comparar al comerciante que sube sus precios con el prudente maestro de un navío que raciona su tripulación, hay una persuasiva sugerencia de distribución equitativa de recursos limitados. Hay un truco ideológico en el argumento, ya que el racionamiento por precios no asigna los recursos igualmente entre los que se encuentran en necesidad; reserva la oferta para aquellos que pueden pagar el precio y excluye a los demás. Los motines alimentarios fueron una protesta y quizás un remedio contra este racionamiento socialmente desigual del bolsillo.
Las obras de EPT y de Scott reflejan el hecho ineludible que la vida humana no puede ser resuelta por el mercado. Ninguna sociedad ha aceptado que el mercado decida sobre la vida y la muerte de las personas. La fuerza de trabajo no es una mercancía común y corriente, cuyo valor y grado de ocupación pueda ser decidido sin consecuencias por las fuerzas del mercado. El elemento moral surge inevitablemente. El alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
(He aquí la segunda parte del epígrafe de Economía Moral). Toda ciencia económica que se respete, toda economía política, tiene que ser también economía moral. Otra reflexión a la que conducen sus obras es a considerar que la responsabilidad moral por la vida de la gente está presente en casi todas las sociedades. Que lo anómalo son los periodos y lugares donde tal responsabilidad se ha diluido. Los Estados del Bienestar no fueron una anormalidad del capitalismo, sino su mejor respuesta, pero incluso las respuestas más duras con los pobres, como las leyes de pobres en la Inglaterra preindustrial, reflejaron esta responsabilidad moral. En la próxima entrega analizaré la economía moral de los campesinos siguiendo a Scott y proporcionaré algunas referencias bibliográficas de Scott y de EPT.