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La odisea de los Giles

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▲ Fotograma de la película de Sebastián Borensztein
¿C

ómo llamar a una persona que se deja embaucar fácilmente confiando todos sus ahorros en una inversión muy arriesgada durante una crisis económica? La forma más amable sería hablar de personas incautas o ingenuas. En el lenguaje coloquial de Argentina, Uruguay o Chile, se acostumbra recurrir comúnmente al término giles. Y lo que relata La odisea de los Giles (2019), del bonaerense Sebastián Borensztein (Un cuento chino, 2011), en tono de comedia ligera, es precisamente la historia de la gran estafa de que son víctimas ocho giles, vecinos en una pequeña población cercana a Buenos Aires, cuando deciden colocar todos sus ahorros en un banco para crear una cooperativa y poner de pie una abandonada procesadora de granos. La anécdota de esa operación fallida no tendría mayor impacto de no ser porque refleja, como microcosmos ideal, la estafa mucho mayor que padecieron un día después, en ese fatídico año de 2001, millones de argentinos durante aquel congelamiento de sus cuentas bancarias conocido como el corralito.

Como ese tipo de situaciones jamás pierden vigencia en un orden económico neoliberal, tampoco pierde un ápice de actualidad la cinta de Borensztein, sobre todo en Argentina, y de modo especial en estos días. Eso explica, en parte, su éxito comercial instantáneo. La odisea a que hace referencia el título de la cinta es el empeño de esos ocho giles afectados por recuperar su dinero al enterarse de que se encuentra oculto en una bóveda secreta, y muy protegida, de un abogado corrupto. Entre los múltiples detalles que inspiran su estrategia de revancha figura la vieja cinta popular estadunidense, Cómo robar un millón de dólares (William Wyler, 1966), con Peter O’Toole y Audrey Hepburn, que algunos de ellos ven por televisión. Lo que sigue es un mar de peripecias y situaciones bufas que cumplen con su cometido central de entretenimiento, agregando una pizca, algo descafeinada, de denuncia social. El popular actor Ricardo Darín (acompañado de su hijo Chino) y la actriz Verónica Llinás proporcionan la tradicional y muy previsible carga de sentimientos nobles en medio de una catástrofe social. La cinta es divertida y, con mayores dosis afiladas de malicia, ironía y crítica social, habría sido incluso más trascendental.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 15 y 20:45 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1