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El modelo económico sumió al país en trampa de estancamiento

Difícil salir, si no crece la inversión

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▲ Se han priorizado incorrectamente proyectos como la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, opina el ex subsecretario de Hacienda.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de noviembre de 2019, p. 19

La economía mexicana se halla en una trampa del estancamiento. Son varios factores los que la han llevado a esa situación, pero la principal es una falla del modelo, explica Francisco Suárez Dávila, especialista con experiencia en el servicio público, la diplomacia y la academia. Va a ser difícil salir de esta trampa si no hay un aumento de la inversión pública, sobre todo en infraestructura, que es el gran motor del crecimiento. Tampoco tenemos inversión privada.

La inversión total en México –los recursos destinados a adquirir bienes y equipos para aumentar la producción o la productividad– equivale a 20.5 por ciento del producto interno bruto (PIB), de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía al segundo trimestre de 2019. En ese mismo periodo la inversión pública se contrajo a tasa anual 11.9 por ciento, mientras la privada fue negativa en 4 por ciento, también al año.

Ninguna economía crece si no hay inversión, dice Suárez Dávila, ex subsecretario de Hacienda, ex director de Nacional Financiera y dos veces diputado federal.

En los inicios de este siglo, Suárez Dávila, en ese tiempo presidente de la Comisión de Hacienda de la cámara baja, acuñó la frase estancamiento estabilizador para describir la dinámica de la economía mexicana. Fue en el curso de una comparecencia del entonces secretario Francisco Gil Díaz, recuerda. La frase aludía, en sentido opuesto, al desarrollo estabilizador, periodo entre 1952 y 1970 en el que el país creció 6 por ciento anual con estabilidad de precios.

Tal situación de bajo crecimiento se ha extendido ya a lo largo de este siglo. Hemos mantenido estabilidad de precios y equilibrio en las finanzas públicas, pero no salimos de tasas de crecimiento de 2 por ciento, menciona Suárez Dávila, también ex embajador en Canadá y ex representante de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en entrevista con La Jornada.

Este año, apunta, de milagro no hay recesión en México. En 2019 se espera que el crecimiento sea cercano a cero, apunta. Claramente estamos en la trampa del estancamiento y salir de ella es un gran reto para todos, plantea.

El bajo crecimiento, ahora incluso menor a la dinámica de población, que registra ya por varias décadas la economía mexicana, refleja, para Suárez Dávila, una falla del modelo vigente después de las crisis de los años 80 del siglo pasado. Una de sus expresiones es, detalla, la caída de la inversión pública, la cual, dice, tiene un efecto multiplicador en el crecimiento del PIB. Recuerda que en los años del desarrollo estabilizador el país tuvo un déficit fiscal de dos puntos del PIB, que era dedicado íntegro a inversión en infraestructura y atraía proyectos de inversión privados. Esa política generaba inversión, gasto, consumo.

¿Por qué estamos cojos, por qué no camina el modelo?, plantea. Porque la inversión pública está históricamente en su punto más bajo. Es de 2.5 por ciento del PIB y llegó a ser hasta de 8 por ciento. Estamos a una tercera parte, en los niveles de Haití o de Honduras. Ese, para mí, es claramente el diagnóstico que explica la falta de crecimiento.

–¿Cuáles fueron las fallas del modelo?

–Ya no me gusta el término neoliberalismo, porque se ha vuelto muy trillado. Nadie sabe qué quiere decir eso, pero vamos a llamarlo así: políticas conservadoras ortodoxas. Después del periodo de extrema irresponsabilidad fiscal de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo vinieron las reformas estructurales, algunas necesarias, pero también hubo muchas deformaciones estructurales. Se impuso la escuela conservadora mexicana, el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ellos privilegian la estabilidad de precios, como el desarrollo estabilizador había privilegiado el crecimiento económico junto con la estabilidad de precios. Sí hay estabilidad, pero con estancamiento. De ahí viene todo, y no hemos salido de eso.

A veces critico que esta administración sea tan fiscalmente conservadora, para no ponerle neoliberal, como los neoliberales. Esto, ahorita, no está nada mal, dados los elementos de incertidumbre que hay en el mundo. Ahorita se justifica por la situación de los mercados financieros. Es, por lo menos, un ancla para no caer en una crisis financiera y que el Presidente es muy consciente de ello, añade.

Suárez Dávila insiste en la necesidad de aumentar la inversión para salir del estancamiento económico. El presidente Andrés Manuel López Obrador, considera, tiene clara esta necesidad y busca crear confianza entre el sector privado. Por ello, añade, el mandatario sostiene reuniones periódicas con banqueros, inversionistas, empresarios, hombres de negocios.

El motor para salir de este estancamiento es la inversión privada. Ahí es donde salen los famosos mil 600 proyectos de infraestructura. De eso depende, en parte, que salgamos del hoyo. Se necesita de uno a dos puntos del PIB de inversión, entre 200 mil millones y 400 mil millones de pesos por año.

Es importante la inversión privada porque, apunta, el gobierno está consciente de que no dispone de recursos suficientes para impulsar por sí solo el crecimiento. En este entorno de insuficiencia del presupuesto se ha privilegiado, correctamente, dice, el gasto social, pero incorrectamente proyectos que van a perder mucho dinero, como la refinería de Dos Bocas, que será la primera refinería subacuática del mundo; o el aeropuerto de Santa Lucía, que suena a disparate.

A la par de generar mayores tasas de crecimiento, Suárez Dávila llama la atención sobre la necesidad de reconstruir un Estado de bienestar social. Uno en el que, añade, converjan atención a la salud, se reconstruya un sistema de pensiones hoy quebrado y, eventualmente, se introduzcan otros elementos, como un seguro de desempleo.

Para avanzar en ese camino es necesaria una reforma fiscal que añada a los ingresos públicos recursos por alrededor de cinco puntos del PIB, poco más de un billón de pesos.

El punto de partida para esa reforma fiscal, expresa, es un pacto en el que se diga con toda claridad para qué se necesita ese dinero y hacer explícito en qué será gastado.

Ese pacto debe tener un compromiso, que rescata mucho el Presidente, moral, de acabar con la evasión, las facturas falsas, retener impuestos y no enterarlos al fisco, perseguir con penas severas al evasor, señala.