Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de octubre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
De nuestras Jornadas

Pauline, 22 años después

A

las mismas horas de la madrugada, en la misma fecha y en el mismo lugar, pero 22 años después, una copiosa precipitación pluvial trajo a los acapulqueños con edad suficiente el recuerdo del huracán Pauline, y con éste, las preocupaciones asociadas a la tragedia que dejó aquella extraordinaria formación hidrometeorológica.

En aquel entonces, las insólitas cantidades de agua que se precipitaron sobre la ciudad acabaron con la vida de cientos de personas, que cálculos basados en reportes periodísticos permiten tasar en unas 500, si bien las autoridades prefieren una cifra más conservadora que ronda las 300.

Además, causaron enormes pérdidas materiales al destruir, arrastrar y anegar construcciones, vehículos de todo tipo y tamaño, y todo tipo de pertenencias, pues, como se sabe, los cerros que rodean la ciudad forman una especie de embudo que concentra en la bahía todas las precipitaciones atmosféricas.

Esa traumática experiencia, sin embargo, al parecer no hizo mella en las autoridades como para imponer las normas vigentes en materia de asentamientos humanos; pero tampoco en el ánimo de buen número de habitantes, que movidos por la necesidad y aun por la desesperación han tomado una decisión que los pone en riesgo.

Las primeras deben prescindir de prácticas clientelares, o de plano motivadas por la corrupción, que permiten a personas asentarse en zonas de riesgo y de alto peligro; los segundos tienen que cobrar conciencia del precio de vivir en esos lugares.

A lo largo de estos 22 años, muchas zonas consideradas de peligro por autoridades en la materia han vuelto a ser pobladas, de modo tal que no puede descartarse que en un futuro no lejano ocurra una tragedia con características muy similares a las que dejó Pauline, sobre todo si se considera que el calentamiento global ha descompuesto el clima del planeta, y eso genera lluvias abundantes o escasas, cuyo peligro es potenciado por la destrucción de bosques y de la capa vegetal en grandes extensiones de tierra.

la preocupación es porque muchas zonas de riesgo se reocuparon, al punto de que no es fácil imaginar todo el trabajo de concertación, de convencimiento y hasta de desalojo, pero también de reforestación, que será necesario para corregir la situación.