Opinión
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Crónica de un error y un chantaje
L

a crisis de la migración en tránsito se anunció en 2014, como crisis humanitaria, por Barack Obama. Y ésta se expresa en el número de aprehensiones por parte de la patrulla fronteriza. Ya no de trabajadores migrantes, como era tradicional, ahora las capturas son de familias, mujeres, niños y de menores no acompañados. Propiamente no los capturan, se entregan a la patrulla fronteriza y solicitan refugio.

Este nuevo patrón migratorio centroamericano echa abajo todos los sistemas de control fronterizo que existían, ya no sirve el muro, las cámaras de vigilancia, los helicópteros y las miles de camionetas que controlan la frontera. También entra en crisis el sistema y modelo de refugio, los juzgados migratorios están saturados y las leyes vigentes obligan a liberar a los menores de edad y las familias después de 20 días en un centro de detención. La crisis se resuelve, en parte, con la cooperación de México, para detener y deportar a migrantes.

En 2016 vuelven a recalentarse los circuitos migratorios con el arribo de migrantes haitianos, africanos y cubanos, todos piden permisos de salida para poder transitar hasta la frontera.

En 2017, con la llegada de Donald Trump al poder, no sólo se plantea la lucha en contra de la migración de los “ bad hombres”, también empieza la batalla legal en Estados Unidos para reformar las leyes sobre migración y refugio.

El año 2018 está marcado por dos sucesos, por dos caravanas de indocumentados centroamericanos que llegaron a México, una en abril y otra en octubre. La primera llamada Viacrucis Migrante, se organiza en Semana Santa y pretende darle un sentido de peregrinación y sufrimiento de las personas migrantes.

Es una caravana pequeña, pero llama la atención de la cadena de televisión Fox y por ende del presidente Trump, que empieza a demonizarla y hablar de una invasión. Se renuevan las acusaciones de que México no hace nada para detenerla.

En octubre se forma otra caravana en Honduras. La cual se organiza en las redes sociales y parte de San Pedro Sula. Son un par de miles, en el camino se suman otros tantos y se incorporan salvadoreños y guatemaltecos. De nuevo las cadenas de televisión estadunidenses informan que vienen los ca-ravaneros y se despierta el interés en los medios de comunicación a escala global.

La caravana se concentra en la frontera y esperan juntos para cruzar por el puente del río Suchiate. Son 7 mil migrantes que presionan ahí para pasar. Las medidas de control y detención de nada sirven. Los ofrecimientos de refugio y trabajo en México no le interesan a nadie. En un mes atraviesan el territorio mexicano, seguidos paso a paso por los medios y llegan a Tijuana. Allí esperan en campamentos improvisados. La tensión crece día a día y una estampida que pretende cruzar la frontera es detenida con gases lacrimógenos.

Las presiones por parte de Estados Unidos aumentan, pero el presidente Peña Nieto ya está de salida y negocia Marcelo Ebrard como representante. Se da la primera concesión, Estados Unidos podrá devolver a migrantes centroamericanos quienes deben esperar en México a una segunda audiencia. Es una disposición unilateral que se acepta, dicen, por razones humanitarias.

En diciembre, con López Obrador ya en la Presidencia, se anuncia una nueva caravana para el 15 de enero. Y se pone en marcha una nueva política migratoria, más bien un nuevo paradigma: respeto irrestricto a los derechos humanos de los migrantes y atender las causas de la migración en Centroamérica. Ya no son 7 mil, sino 14 mil y se otorgan visas humanitarias de manera generalizada. Son visas para quedarse en México y poder trabajar, pero todos se van al norte.

Las redes sociales difunden la buena nueva, hay paso libre por México para llegar a Estados Unidos y solicitar refugio. Día a día aumentan los migrantes que llegan de todas partes: Centroamérica, el Caribe, Sudamérica, Asia y África. Las redes de traficantes se adaptan rápidamente al nuevo escenario. En la jerga migratoria se le llama efecto llamada. Los 14 mil caravaneros de enero se convierten en mayo en 140 mil migrantes.

Nada detiene la marea migratoria. La tormenta perfecta ha sido creada por la confluencia de dos políticas. México abrió la puerta, algo totalmente ingenuo, por decir lo menos, y Estados Unidos cerró la puerta a la migración laboral, la tradicional y se abrió el resquicio de la migración familiar y de menores que buscan refugio.

Las políticas migratorias se evalúan por sus consecuencias no anticipadas, por los escenarios no previstos. Al parecer a nadie del gobierno mexicano se le ocurrió que esta política aperturista, si bien soberana, podía crear serios problemas bilaterales. Y, al mismo tiempo, en Estados Unidos nadie se imaginó que después de todas las diatribas y amenazas de Trump en contra de la migración en tránsito, se les podría ocurrir a los mexicanos abrir la frontera.

Resultado, los encargados de la política migratoria de los dos países se ven obligados a renunciar. Trump asume el control a su manera, a su estilo, con la guerra económica y el chantaje de la imposición de aranceles. Marcelo Ebrard hace lo propio, negocia, concede, pide un plazo para corregir y demostrar que puede poner orden.

Al final, un acuerdo, de ambigua solución.