Opinión
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La 4T y la Ciudad de México
L

os ciudadanos de la capital –antes DF, ahora Ciudad de México– podemos estar orgullosos de las importantes contribuciones que nuestra comunidad ha hecho para llegar al momento histórico que vive el país. Nada fácil, con problemas, pero en un proceso en el que vemos que cristalizan las esperanzas de cambios de fondo y se retorna al camino correcto, y que las promesas aterrizan en políticas públicas y en leyes de avanzada. No cabe duda que el papel de la capital del país en el difícil camino del cambio ha sido crucial.

En 1997, por primera vez y por la vía del voto popular, llegó al gobierno un candidato no postulado por el PRI: el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, electo para ejercer la primera magistratura local sólo por tres años y sucesor de una larga serie de regentes designados directamente por los presidentes en turno, todos militantes del partido oficial.

A partir de entonces han estado en el gobierno de la capital ocho personas: seis hombres y dos mujeres, cinco por elección popular y tres como interinos encargados de concluir un periodo gubernamental, todos ellos surgidos de la corriente de pensamiento identificada de izquierda y postulados por diversos partidos que en el espectro político se colocan de ese lado con más o menos, según el talante de cada uno, cercanía al centro.

Su mérito fue haber desplazado al partido que por 80 años había gobernado al país. Ciertamente no fue la izquierda la única corriente de oposición democrática; el partido que ostentó la primogenitura de una oposición tenaz y de carácter pacífico y ciudadano desde el proceso de 1940 fue el PAN, el cual lamentablemente perdió esa posición destacada aliándose con el sistema cuando reconoció a Carlos Salinas de Gortari como ganador, a pesar de lo dudoso de su triunfo.

Con los altibajos conocidos, a veces a pesar de los candidatos o de los partidos que los apoyan, los capitalinos hemos demostrado un nivel alto de politización y también hemos contado con mayor información, o quizá tan sólo la recibimos en forma más oportuna; no en balde están en la capital los centros educativos de mayor importancia nacional, editoriales, centros culturales y financieros, todo lo cual en su conjunto dan alguna ventaja a los habitantes que ciertamente no han desperdiciado.

El ingeniero Cárdenas fue quien abrió brecha en 1997, le sucedió durante un año –de 1999 a 2000– Rosario Robles, y luego vino el triunfo decisivo del actual Presidente que gobernó la capital con un estilo diferente, con honradez a toda prueba y buenos resultados entre 2000 y 2005; abandonó el gobierno un año antes para su primera candidatura a la Presidencia; lo sucedió Alejandro Encinas, aceptado cálidamente por la población, quien gobernó muy bien durante un año con su estilo, pero sin romper la continuidad de su antecesor; siguieron Marcelo Ebrard, Miguel Ángel Mancera y Claudia Sheinbaum, quienes ganaron, respectivamente, las contiendas electorales de 2006, 2012 y 2018, todos apoyados por partidos que en su momento fueron de oposición, progresistas y de avanzada.

En 2016 se perfiló, con el triunfo del recién fundado Morena, el cambio de 2018, cuando para integrar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México la votación le favoreció con 33 por ciento a pesar de que el gobierno en ejercicio había abandonado las líneas progresistas y de avanzada, y en lugar de enfrentarse a la corrupción del gobierno federal se alió con éste. El que la ciudadanía mayoritariamente haya apoyado en ese momento al partido recién fundado, fue el cercano antecedente del triunfo de 2018; es significativo también que la Constitución que surgió haya representado un claro quiebre hacia la justicia social y la democracia participativa. No hay duda de que los capitalinos hemos jugado un importante papel en la transformación tan esperada y tan difícil de alcanzar.