Espectáculos
Ver día anteriorJueves 22 de agosto de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Nomás un tamborcito y guaracha
especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 22 de agosto de 2019, p. 7

Los callejones empinados y sin pavimentar de la colonia Cerro de la Campana, al sur de Monterrey, fueron el primer escenario de Celso Piña Arvizu, El rebelde del acordeón.

En esa zona de altos índices delictivos y de pobreza, Celso conoció la música colombiana gracias a su padre, quien solía escuchar esas canciones alegres y guapachosas mientras trabajaba.

La decisión fue rápida. El sonido le gustaba, las letras lo alegraban. Él también quería tocar el acordeón.

Durante los fines de semana, acudía a pequeñas fiestas que se realizaban en las calles de la Campana, donde a veces tocaba y a veces sólo disfrutaba de la alegría, de la cerveza y el baile.

En 1975 dejó su trabajo de intendente en el Hospital Infantil de Monterrey para dedicarse a tocar el acordeón y a cantar.

La apuesta funcionó: pasó de tocadas en la calle a llenar plazas, palenques y estadios, en México y en el extranjero. Su música ha hecho bailar a miles, uno de ellos Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura, con su mujer, Mercedes, en 2004.

El día que Gabriel García Márquez bailó cumbia. Nomás mi acordeón, un tamborcito y la guarachaca, presumió Celso en Twitter el pasado marzo.

Ayer, en el Hospital San Vicente, en Monterrey, mientras esperaba para practicarse un examen médico sufrió un infarto.

Su hija Cecilia señaló que el músico padecía hipertensión desde hace cinco años, pero nunca mostró alguna otra molestia. Entró caminando, se tomó fotos con los que trabajan aquí, aseguró.

Celso Piña, al cierre de esta edición, era velado en la funeraria Gayosso, en una ceremonia íntima, sin acceso a los medios. “Él dijo que no quería prensa, que deseaba todo muy discreto… en serio, pedimos respeto. Era muy sencillo, muy campechano; era raza”, expresó su hija.

Con Celso se va un ícono que reivindicó al Cerro de la Campana y a sus habitantes. Unos recuerdan la zona como de guerra, otros, llevaremos en la mente el acordeón que trajo alegría.