jornada


letraese

Número 215
Jueves 5 de Junio
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

Violencia súbita:
el síndrome amok

Las matanzas, en apariencia inexplicables, perpetradas por jóvenes armados en las escuelas no son privativas de Estados Unidos. Se trata, sí, de un producto de la dinámica social, pero existe un trastorno psicológico implicado en este tipo de masacres y que ha sido documentado en diversos lugares del mundo, al menos desde el siglo XVIII.

Mosheh Mitelhaus

No son pocos los episodios en los que una persona aparentemente normal, tranquila y sociable, después de algún hecho por el que se siente agredida, humillada o menospreciada, o por una frustración acumulada, responde súbitamente de forma extrema. Comportamientos sumamente violentos cuyo desenlace es la agresión hacia otros e incluso el asesinato de una o varias personas, después del cual el agresor suele terminar suicidándose. A este trastorno se le conoce como síndrome amok.

Se tiene noticia de él por lo menos desde el siglo XVIII, cuando –según describió José Emilio Vázquez Caubet, médico residente de psiquiatría en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, España– la expedición del capitán James Cook recaló en Batavia, isla de Java, en 1770. Ahí, el capitán anotó: “Entre estos indios se practica la costumbre llamada el mock, o correr el mock, desde tiempo inmemorial. [...] En la acepción genuina de la palabra, consiste en embriagarse con opio, salir corriendo por la calle con un arma enristrada y matar a todo el que se encuentre al paso, hasta que el individuo cae muerto o es detenido.”

Continúa la narración: “Se nos dijo que el indio que corre un mock, es siempre un desesperado por algún ultraje, y que siempre toma primero venganza de aquellos que le ofendieron”. Si llegaban a capturarlos, añade Cook: “tal es [...] la rabia de su desesperación que tres de cada cuatro mueren en la refriega que se produce al tratar de arrestarlos”.

Ese fue, probablemente, el primer testimonio occidental de lo que se denominará amok, fenómeno que inicialmente fue interpretado como un hecho sociocultural específicamente malayo.

De anécdota a trastorno mental
La primera descripción aceptada del amok como enfermedad mental fue realizada por el psiquiatra estadunidense Joseph Westermeyer, en 1972, aunque ya alrededor de 1849 se le clasificó como condición psiquiátrica.

Tiempo después se supo de más casos. En las Islas Filipinas, Laos, Papúa-Nueva Guinea y Puerto Rico habrían de suscitarse historias de horror, por lo que se dejó de ver al fenómeno como algo exclusivo de la región malaya.

Después inició el interés por conocer la raíz del síndrome. Se sabía que, en ocasiones, el corredor de amok habría sufrido una importante afrenta o pérdida personal. En otras muchas, sin embargo, pareciera no tener justificación, como si se materializara lo que en el pensamiento mitológico malayo se creía acerca de que el individuo que lo padecía hubiera sido repentinamente poseído por un hantu-belian, un maligno espíritu del tigre a quien se le atribuían esas explosiones súbitas e hiperviolentas.

De ahí que hubiera cierta tolerancia o resignación en la sociedad malaya, iniciando apresuradamente la voz de alerta “¡amok!, ¡amok!”, esperando que la muerte del individuo poseído fuera la que terminara con el episodio.

Se han identificado cuatro fases en el proceso que conduce al amok. Éste suele iniciar con un periodo de retraimiento, lo cual puede pasar fácilmente inadvertido. En esta fase el sujeto suele estar inmerso en la reflexión de sus preocupaciones al tiempo que madura la idea. A este aislamiento va a seguir, a veces de forma inesperada, pero siempre brusca, el paroxismo homicida tan característico del amok. El individuo desatará su frenesí contra la comunidad hasta que, generalmente, resulte muerto en la refriega, sea capturado o caiga presa de su propio agotamiento. Si sobrevive, generalmente entra en una última fase de amnesia centrada en el episodio. En un caso típico de amok, el resultado arroja entre siete y diez personas muertas en promedio, incluyendo al propio homicida, .

Complejidad social
El profesor de psiquiatría de la Universidad Aberdeen de Londres, Jin-Inn Teoh, menciona que “el amok existe en todos los países, diferenciándose únicamente en los métodos y las armas empleadas en el ataque. La cultura se convierte en un factor modulador que determina cómo se manifiesta el amok, pero no si éste ocurre o no”. En occidente es amplia la lista de incidentes cuyas características encajan ampliamente con la descripción del síndrome.

Ines Geipel escribió el libro El síndrome de amok o la escuela de la muerte (2004) a partir de la matanza de 16 personas, entre profesores, estudiantes y un policía, en la escuela secundaria de Erfurt, Alemania, en abril de 2002. La masacre la realizó un joven de 19 años llamado Robert Steinhäuser, quien poco tiempo antes había sido expulsado del colegio en el que terminó con su vida suicidándose luego de perpetrar los asesinatos. Geipel menciona en entrevista para Deutsche Welle: “la locura asesina se ha convertido en un fenómeno global.” Explica que quienes perpetran las matanzas tienen un perfil similar: casi todos provienen de familias bien establecidas, viven en ciudades pequeñas, tienen fama de excéntricos y muchos sufrieron acoso en la escuela o acumularon una gran frustración y los menos tienen algún amigo.

Casos similares se han presentado en varios países de la Unión Europea, en América Latina, Canadá, y un sinfín en los Estados Unidos.

Lo importante es tener presente que no se trata de incidentes aislados, sino de procesos socioculturales complejos en los que los perpetradores de las masacres fueron, en su gran mayoría, primero, víctimas.

 


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