La pesadilla del sexilio
Uno de los distintivos históricos de México a nivel internacional han sido las políticas de asilo y refugio.
Desde hace más de 50 años, el país ha dado refugio a miles de personas que huyen de gobiernos autoritarios y represores. En los últimos tiempos, este fenómeno ha cambiado. Personas de la comunidad lésbico-gay y trans han intentado refugiarse en México debido a que son perseguidos por su orientación sexual o identidad sexogenérica en sus países de origen. Sin embargo, la respuesta de las autoridades migratorias no ha sido tan satisfactoria y está plagada de homofobia y discriminación.
Leonardo Bastida Aguilar
“Quédese allá, hijo”, son las palabras que le repite de manera constante su madre a Ender Manuel Hernández en las escasas comunicaciones por teléfono que han mantenido desde hace siete meses. Ella prefiere estar lejos de él, pero saber que está vivo, a tenerlo cerca en su natal El Salvador y vivir con la preocupación de que un día pueden asesinarlo porque a la sociedad no le gusta su manera de amar.
Él trataba de llamarle con frecuencia desde la estación migratoria de Las Agujas, en Iztapalapa, Distrito Federal, donde estuvo recluido por siete meses desde que fue arrestado mientras acudía a pedir refugio a las autoridades migratorias mexicanas. En su país natal había sufrido un intento de asesinato por parte de su hermano, quien difería de su preferencia sexual por su credo religioso y prefería verlo muerto.
Igual que muchos otros activistas e integrantes de la comunidad de la diversidad sexual salvadoreña,
Ender se sentía vulnerable en su país a pesar de que organismos de derechos humanos habían emitido medidas cautelares a su favor. Se mudó de ciudad pero persistía el acoso en su contra por parte de amigos de su hermano, quienes le advertían, cada vez que lo visitaban en su cafetería, que si no cambiaba se iba a arrepentir.
Sin más remedio, optó por el camino que han seguido miles de sus conciudadanos y salió rumbo al norte en octubre de 2013. A diferencia de ellos, una vez cruzado el río Suchiate, entre Guatemala y Chiapas, enfiló hacia la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), dependiente de la Secretaría de Gobernación, en Tapachula, Chiapas.
En el intento por llegar a la Comar es detenido por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), a quienes explica que va a solicitar refugio; ellos le contestan que lo puede hacer desde la estación migratoria. Ese mismo día lo realiza, una vez recluido, aunque la entrevista es vía telefónica.
Organizaciones civiles como el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova iban a apoyarlo, pero nunca recibieron una notificación sobre el caso. Mientras tanto, en diciembre es trasladado a la estación Las Agujas a pesar de que la ley establece que la persona debe seguir su procedimiento de refugio en el lugar en el que lo comenzó. Ender alega eso y la respuesta que obtiene es que la Comar ya sabía de su caso y que todo se arreglaría en la ciudad de México.
Un mes más tarde le notifican que su solicitud fue rechazada. Él pide la revisión de su caso ante la comisión pero la respuesta es tardía. Casi tres meses después, el INM le dice que tiene que volver a El Salvador. La Comar le informa que ya expiró el tiempo de revisión y que no ha recibido nada de su parte.
Ante omisiones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Ender es apoyado por las organizaciones civiles Sin Fronteras e Instituto para la Seguridad y la Democracia, y así interpone un amparo para que el INM reconozca que solicitó a tiempo la revisión.
Además de las irregularidades burocráticas, Ender estaba en el pabellón de las personas con problemas de salud mental como “medida de protección” por su orientación sexual, según el INM, pues no había otro lugar donde ponerlo para evitar que estuviera en contacto con otros internos “y pudieran hacerle algo”.
Esta medida no fue suficiente para evitar que internos de ese pabellón lo acosaran sexualmente. Este acoso también vino de custodios, quienes lo mismo le recordaban todos los días que “a los putos no se les ayuda” o que su caso se “agilizaría” si tenía relaciones sexuales con ellos.
Una emergencia médica fue lo que permitió que saliera de la estación migratoria. El 19 de mayo pasado presentó problemas de vesícula y fue enviado al hospital Manuel Gea González. Después de ser intervenido quirúrgicamente y regresado a la estación, le expidieron su oficio de salida para que convaleciera en otro lugar y continuara su trámite en libertad.
Discriminación
“Mejor deja de buscar novio por la calle y cásate con una mujer para que no tengas problemas”, fue uno de los comentarios que le hicieron a Julio en la oficina de la Comar en Tapachula, mientras pedía información sobre su petición de asilo basada en el hecho de que en El Salvador peligraba su vida porque lo perseguían bandas del crimen organizado, al grado de que estuvo tres meses encerrado en su casa antes de poder salir hacia México. Su error fue relacionarse con un chico de estas bandas y ser gay, pues, afirma, las pandillas cobran “renta” a muchos integrantes de la comunidad de la diversidad sexual salvadoreña porque piensan que tienen mucho dinero.
No fue la única vez que obtuvo ese tipo de contestaciones. Ya en la ciudad de México, personal de la misma dependencia le dijo que todos los gays tenían los mismos problemas, los cuales no se podían resolver a una minoría que no tenía derecho a recibir atención institucional por ser un grupo vulnerable “por su propio gusto”.
Mientras continúa en espera de la revisión de su trámite y escucha a las autoridades recalcarle que debe agradecer por lo que hacen por él, apoya a otros migrantes no heterosexuales que buscan un lugar más seguro para vivir. Así se ha enterado de casos como el de una mujer transexual a la que le pidieron “por favor” que firmara su desistimiento de asilo, pues de todos modos no se la iban a dar por pertenecer a una comunidad muy conflictiva que las autoridades no atendían. También hay casos de personas a quienes, al interior de las estaciones migratorias, les han dado toques en los testículos para que “se les quite lo gay”.
Otras organizaciones han reportado situaciones similares, sobre todo con la comunidad trans. El año pasado, un chico transgénero hondureño de 19 años fue apoyado por la CNDH pues sufrió de constante acoso psicológico y sexual por parte del personal de Las Agujas, al grado de optar por desistir de su solicitud de asilo y regresar a su país, del cual salió porque en la región donde vivía asesinaron a uno de los líderes de la comunidad lésbico-gay y después persiguieron a todos los integrantes de dicha comunidad.
Actualmente se sabe que en Las Agujas tienen a cuatro personas trans aisladas en un cuarto oscuro que era una bodega, sin agua ni luz, con llamadas restringidas, horario de comida irregular, condiciones antihigiénicas y nula atención psicológica y de salud, pues requieren de hormonas.
Esta situación no es exclusiva de migrantes centroamericanos. Amnistía Internacional reportó el caso de Stephen Compton, migrante australiano abiertamente gay, quien cometió una falta administrativa en 2009 en Acapulco, Guerrero, por no haber acudido a renovar su permiso en el período de tiempo adecuado. El artista visual fue detenido por autoridades del INM de manera ilegal debido a que nunca se la informaron sus derechos de forma efectiva ni el motivo de su detención y estuvo confinado durante casi cinco meses.
A lo largo de su estancia en Las Agujas fue víctima de acoso debido a que se identificó como homosexual. Al igual que Ender, fue enviado a una celda especial junto a personas con enfermedades físicas o mentales donde intentaban abusar sexualmente de él.
Logró su liberación en 2010, cuando le fue otorgado un amparo por las violaciones en el procedimiento administrativo migratorio seguido en su contra y está a la espera de que el gobierno de México le resarza los daños ocasionados por su detención arbitraria.
Unión de esfuerzos
Lograr que las autoridades migratorias brinden las atenciones específicas que necesitan las personas migrantes integrantes de las comunidad de la diversidad sexual y que el trato hacia ellas en las estaciones de migración o cualquier otro punto donde intervengan las autoridades migratorias esté libre de discriminación, estigma y homofobia, son parte de los objetivos del colectivo Migrantes LGBTI, conformado por personas no heterosexuales que por diversas causas, entre ellas la persecución por su preferencia sexual o identidad sexogenérica, abandonaron sus países natales.
Entre las preocupaciones de esta organización está que las personas reciban las atenciones adecuadas, incluso en los albergues. Por ejemplo, explican, las mujeres y hombres trans necesitan hormonas y espacios adecuados para evitar ser discriminadas. A veces, señalan, por falta de información, tienen dudas sobre dónde colocar a una persona trans porque no la consideran ni mujer ni hombre.
Una de sus metas, afirman, es que las autoridades mexicanas dejen de poner en entredicho que su orientación sexual o identidad sexogenérica sean motivos para ser perseguidos en sus países. La situación no es nueva, sostienen los integrantes del colectivo formado en enero de este año: la persecución y violencia por homofobia siempre han existido, sólo que ahora el tema tiene más visibilidad y las personas lésbico-gays están más empoderadas.
Para Ender, abrir una cafetería como la que tuvo en su país, apoyar a otros migrantes en condiciones similares a la suya y no regresar nunca a su país son parte de sus metas a corto plazo. Si lo logra, se empeñará en que su hermana, abiertamente lesbiana, y su madre lo acompañen en su sexilio en este, un país que, al menos en el discurso, comienza a trabajar en la lucha contra la homofobia a pesar de haberlo aislado por siete meses en una celda para personas con enfermedades mentales debido a su preferencia sexual. |