Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Mensual  Director: Iván Restrepo
Edición: Laura Angulo   31 de marzo de 2014
Número Especial

Portada

Presentación
Nadia T. Rubio-Cisneros

El sistema de la corriente de California: beneficios y retos para México y Estados Unidos
Mercedes Marlenne Manzano Sarabia, Mati Kahru y Greg Mitchell

Servicios ecosistémicos de la surgencia de cabo Catoche: ecoturismo con el tiburón ballena
Jorge A. Herrera Silveira, Natalí Cárdenas Palomo y Óscar Reyes Mendoza

Servicio ecosistémico de almacén de carbono en manglares
Claudia Teutli Hernández y Jorge A. Herrera-Silveira

Patos, lagunas y cazadores, conexión para promover la conservación de humedales en Norteamérica
Nadia T. Rubio-Cisneros, Octavio Aburto-Oropeza y Exequiel Ezcurra

Mariposa monarca: el ciclo de migración, una cadena trinacional de responsabilidades
María Isabel Ramírez

La observación turística de ballenas en laguna San Ignacio: de México para el mundo
Alejandro Gómez-Gallardo U., Liria del Monte Madrigal y Jorge Urbán R.

Herramientas para evaluar y comunicar la ciencia detrás de los servicios ecosistémicos
Marcia Moreno-Báez


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La observación turística de ballenas en laguna
San Ignacio: de México para el mundo

Alejandro Gómez-Gallardo U., Liria del Monte Madrigal y Jorge Urbán R.
Correo electrónico: [email protected]

Historia y descripción de la actividad

La actividad humana de encontrar y observar cetáceos, ballenas, delfines y marsopas, en sus hábitats naturales es una forma especial de turismo alternativo que ha crecido y expandido alrededor del mundo durante los últimos 15 años. Desde el último estudio a nivel mundial en 1994, la industria de avistamiento de ballenas crece a una alta tasa. Mientras ese año eran 65 países y territorios los involucrados en algún nivel comercial de avistamiento de ballenas, para 1998 sumaban 87 y en 2007, 90 países. Al mismo tiempo, el número de observadores de ballenas se incrementó de 5.4 millones en 1994 a 9 millones en 1998.

Para el caso de América Latina, se registran actividades turísticas de observación de cetáceos en 91 comunidades distribuidas en 18 países, mucho más que en la mayoría de otros sitios alrededor del mundo. El avistamiento de cetáceos en Latinoamérica es conducido principalmente dentro de áreas marinas protegidas (AMP). La mayoría de los países poseen programas de investigación asociados a operaciones de avistamiento de cetáceos y, siete de ellos poseen regulaciones específicas para tal actividad.

A lo largo de las costas del mundo hay muchas poblaciones que tienen la fortuna de recibir cada año a una o varias especies de ballenas que cumplen un ciclo de migración. México no es la excepción, pues la ballena gris (Eschrichtius robustus) y la ballena jorobada o yubarta (Megaptera novaeangliae) vienen cada invierno a las costas del Pacífico para realizar sus actividades de apareamiento, parto y cuidado de sus crías. En las costas mexicanas tenemos alrededor de 13 comunidades donde ocurre el avistamiento de ballenas, situadas en la costa oeste de la península de Baja California (Ensenada/bahía de Todos los Santos, laguna Ojo de Liebre, laguna San Ignacio, bahía Magdalena y estero Boca de la Soledad), costa este de la península y mar de Cortés (Los Cabos, La Paz, Loreto, bahía de los Ángeles, Puerto Peñasco, Guaymas), costa oeste del continente-México (Puerto Vallarta-bahía de Banderas, Nayarit) y costas de Yucatán.

La especie originalmente responsable del desarrollo del avistamiento de ballenas fue la gris. Comenzó a mediados de la década de 1940, cuando estudiantes del Scripps Institution of Oceanography, liderados por Carl L. Hubbs, comenzaron a participar en censos anuales de ballenas grises desde los edificios de la universidad, la costa y algunos faros. En 1950, el monumento nacional Cabrillo, en San Diego, se convirtió en un mirador público para avistamiento de ballenas, atrayendo alrededor de unas 10 mil personas el primer invierno.

En 1955, la primera operación comercial cobró un dólar para ver a las ballenas grises a las afueras de la costa de San Diego durante su ruta migratoria invernal. Durante los años sesenta y setenta, crecieron las actividades de observación de ballenas desde tierra y a bordo de botes, y se organizó el primer viaje comercial de avistamiento de ballenas que partió de San Diego hacia las lagunas de reproducción en México.

En enero de 1972, el gobierno mexicano creó la primer área marina protegida del mundo (AMP) para proteger específicamente a los cetáceos: laguna Ojo de Liebre, en el extremo norte del estado de Baja California Sur. En 1979-1980 se extendió la protección a las lagunas San Ignacio y Guerrero Negro. Y en 1988, todo este complejo de lagunas fue oficialmente designado como Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno. La legislación que prohíbe el acoso, la captura, el daño físico y la caza de ballenas se promulgó en 1983. En 1993, le fue conferido el estatus de Patrimonio Mundial a esa reserva por la UNESCO.

Es así como desde hace ya varias décadas las lagunas costeras de Baja California Sur se han convertido en un lugar importante para el turismo internacional, enfocado principalmente al ecoturismo. Dentro de la amplia gama de servicios que se ofrecen, la observación de ballenas es una de las más solicitadas y que mayor derrama económica generan. Esta laguna provee hábitat al segundo número más alto de ballenas grises en el Pacífico mexicano y es la segunda área de concentración invernal más importante para parejas de hembra-cría.

En los años sesenta y setenta, la afluencia de turistas a los sitios de arribo de la ballena gris en las lagunas Ojo de Liebre, San Ignacio y en el complejo lagunar bahía Magdalena-bahía Almejas ocasionó el crecimiento desordenado de la actividad de observación en estos lugares. Actualmente, la Norma Oficial Mexicana NOM-131-Semarnat-1998 (última actualización en 2010), establece los lineamientos y especificaciones para las actividades de observación de ballenas, relativas a su protección y a la conservación de su hábitat en nuestro país.

Las actividades de observación de ballenas dentro de las áreas naturales protegidas, además de dar cumplimiento a esta norma, deben sujetarse a lo dispuesto por el decreto de establecimiento del área. Y en el caso de laguna San Ignacio, al Programa de Manejo de la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno (Diario Oficial de la Federación, 17/10/2011).

Las actividades de observación de ballenas en laguna San Ignacio las realizan empresas particulares. Algunas de ellas son locales/regionales, con base en la laguna misma o en el pueblo de San Ignacio (50, por ciento). Otras están fuera de la región y otras ciudades del estado (17 por ciento). Incluso en Estados Unidos (33 por ciento). Estas empresas contaron con autorización o permisos para utilizar un número determinado de pangas (embarcaciones menores de 20 a 24 pies de eslora) para circular dentro del área de observación. Además están las embarcaciones mayores. Por reglamento, deben contratar los servicios de las empresas locales.

El número de campamentos y permisionarios han cambiado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en las temporadas 1996 y 1997 se expidieron autorizaciones a cuatro permisionarios (en 2009, a seis permisionarios); con un total de 23 embarcaciones autorizadas para realizar operaciones de avistamiento de ballenas en ambos años (en 2009 fueron 26 embarcaciones). Para la temporada 2002 se reportaron siete empresas prestadoras de servicios de avistamiento de ballenas.

Conforme la observación de ballenas se ha popularizando en México y el mundo, hay un número cada vez más considerable de turistas a la laguna (9 mil 786 turistas más en 2009 que en 1997). La composición del turismo de acuerdo con el país de procedencia es principalmente estadounidense, seguido por turismo nacional y europeo.

Beneficios económicos de la actividad

Los beneficios económicos de la observación de ballena gris en laguna San Ignacio se han ido incrementando de acuerdo con la demanda de los mismos. El costo por persona/viaje de observación fue de 40 dólares en la temporada 2007. El número de turistas fue de 7 mil 246 lo que generó ingresos de 290 mil dólares sólo por ese concepto; en 2009 sumaron casi 135 mil dólares más que en 2007. La derrama económica total por gastos directos e indirectos en la laguna fue de casi 10 millones de dólares, con un incremento de 3.7 millones de dólares en apenas dos años.

En el contexto nacional, la actividad de observación de ballenas generó durante 2008 poco más de 9 millones de dólares por concepto de gastos directos y 76.4 millones de dólares en gastos indirectos. Así, la derrama económica total en nuestro país ascendió a unos 85.6 millones de dólares.

Para la temporada 2009 de avistamiento de ballenas gris se generaron 84 empleos en laguna San Ignacio. Las tres fuentes principales de empleo que genera el avistamiento son: los motoristas u operadores de la embarcación, que algunas veces funcionan también como guías especializados (26), el personal que labora en el área de bebidas y alimentos (17) y los guías y/o naturalistas (15).

Estos empleos no fueron cubiertos en su totalidad por residentes de la laguna o de San Ignacio. Algunos los tomaron personas que vienen de fuera de la comunidad e inclusive del país, principalmente los guías/naturalistas, así como el personal de oficina y representantes de los campamentos. Son los empleos de motoristas, personal de mantenimiento, choferes y cocineros los que generalmente ocupan los mismos residentes de la laguna San Ignacio.

Consideraciones finales

El creciente número de turistas extranjeros que arriban por tierra a laguna San Ignacio hizo posible para los residentes locales empezar sus propias operaciones de observación de ballenas. Se estima que durante la temporada de 1994, las operaciones familiares locales generaron aproximadamente entre una cuarta parte y la mitad de sus ingresos anuales. Hoy, los campamentos comerciales operan en enero/abril. Estos programas son ejemplo de “ecoturismo sostenible”, manteniendo un balance entre presencia humana y conservación ambiental. Los visitantes reciben información educativa sobre la laguna y las ballenas. Pese a la gran demanda del servicio, sobre todo la segunda mitad de febrero, el número de embarcaciones activas en la laguna está limitado por el permiso gubernamental.

Los operadores turísticos están organizados en una asociación civil, lo cual hace que tengan lineamientos precisos para la operación ordenada de observación de ballenas como probablemente no se tiene en ningún otro lugar donde se realiza actividad de este tipo. Respetan lo dispuesto en la NOM-Semarnat-2010 prácticamente sin excepción. Hay un comportamiento ejemplar de los motoristas, lo que demuestra respeto por su trabajo, pero principalmente al recurso que les provee de un ingreso importante cada año y garantiza una zona de ensueño como destino ecoturístico mundial.

A pesar de todas estas cualidades, la contaminación acústica y los disturbios asociados con el tráfico de embarcaciones, perturban el hábitat de reproducción y cría de las pequeñas ballenas en esta crítica etapa de su ciclo vital. Hay distintas investigaciones para tratar de medir el efecto de estos factores sobre las ballenas, así como monitorear cada año el arribo de las ballenas, su dinámica poblacional, biología reproductiva, etc., realizadas por la Universidad Autónoma de Baja California Sur en colaboración con el Scripps Institution of Oceanography, integrados en el llamado Laguna San Ignacio Ecosystem Science Program.

El uso ordenado de este recurso, respetando las regulaciones establecidas y con programas de investigación sobre la actividad turística y la vida de las ballenas, serán los elementos que garanticen que esta zona sea punto de encuentro para personas de todas las nacionalidades. Y puedan compartir la dicha de presenciar un espectáculo único en un paraíso natural casi inalterado por la presencia humana.