Portada
Presentación
Nadia T. Rubio-Cisneros
El sistema de la corriente de California: beneficios y retos para México y Estados Unidos
Mercedes Marlenne Manzano Sarabia, Mati Kahru y Greg Mitchell
Servicios ecosistémicos de la surgencia de cabo Catoche: ecoturismo con el tiburón ballena
Jorge A. Herrera Silveira, Natalí Cárdenas Palomo y Óscar Reyes Mendoza
Servicio ecosistémico de almacén de carbono en manglares
Claudia Teutli Hernández y Jorge A. Herrera-Silveira
Patos, lagunas y cazadores, conexión para promover la conservación de humedales en Norteamérica
Nadia T. Rubio-Cisneros, Octavio Aburto-Oropeza y Exequiel Ezcurra
Mariposa monarca: el ciclo de migración, una cadena trinacional de responsabilidades
María Isabel Ramírez
La observación turística de ballenas en laguna San Ignacio: de México para el mundo
Alejandro Gómez-Gallardo U., Liria del Monte Madrigal y Jorge Urbán R.
Herramientas para evaluar y comunicar la ciencia detrás de los servicios ecosistémicos
Marcia Moreno-Báez
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Servicio ecosistémico de almacén
de carbono en manglares
1Claudia Teutli Hernández y 2Jorge A. Herrera-Silveira
1,2Departamento de Ecología, Universidad de Barcelona, España.
2Departamento de Recursos del Mar, CINVESTAV-IPN, Unidad Mérida, México.
[email protected]
[email protected]
Los ecosistemas de manglar se presentan en costas de regiones tropicales y subtropicales del mundo. Además de su papel en el equilibrio de la naturaleza, estos ecosistemas son benéficos como hábitat, productores de alimento y sitios de refugio para peces, crustáceos moluscos y mamíferos. De ellos se obtiene alimento (pesquerías), leña y ofrecen escenarios para actividades turísticas. Aunque no nos percatamos, estos ecosistemas protegen a las poblaciones costeras de tormentas y huracanes y, además, evitan la erosión de áreas cercanas a las playas. Estos beneficios económicos y ambientales son bien conocidos. Sin embargo, el servicio ecosistémico como almacén de carbono orgánico (CO) a pesar de ser importante por su beneficio local, regional y mundial es de los menos estudiados de estos ecosistemas (Kauffman et al., 2011).
Los manglares, al igual que otras plantas, capturan carbono tomando el bióxido de carbono (CO2) de la atmósfera –es un gas de efecto invernadero– a través de la fotosíntesis, lo transforman y almacenan en biomasa de troncos, raíces, ramas, hojas, flores, frutos y en el sedimento. Estos almacenes de carbono traen como beneficio mitigar los efectos del cambio climático contribuyendo a regular el clima local y regional. Su efecto benéfico sólo podrá sentirse si este ecosistema se mantiene sano por largos periodos de tiempo.
Diversos estudios han tratado de calcular el aporte monetario de los ecosistemas costeros a las economías mundiales con el propósito de evaluar las consecuencias económicas del cambio de uso de suelo. Costanza y colaboradores (1997), estimaron que los manglares generan unos 130 mil pesos anuales por cada hectárea que se conserva, esto sin considerar los beneficios de regulación del clima.
En México, los bosques en general están siendo considerados en esquemas de pagos de servicios, como el programa REDD+ (reducción de emisiones por deforestación y degradación). Con él se busca la gestión sostenible de los bosques, su conservación y el aumento de las reservas forestales para capturar y almacenar el CO2 de la atmósfera a través de la conservación, reforestación y forestación de áreas degradadas. Para los manglares, este programa no ha sido implementado por el escaso conocimiento de la dinámica del carbono en los diferentes tipos de manglares.
En México, el pago del servicio ambiental de captura de carbono se inició en el 2004 a través de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), con resultados limitados debido a la carencia de información sobre el estado actual y la capacidad de los diversos ecosistemas para capturar carbono. Y por no existir un buen diagnóstico de la situación de los ecosistemas forestales (Mass, 2009).
Aunque los manglares representan sólo el 0.7 por ciento de la superficie de bosques tropicales, son reconocidos como uno de los mayores almacenadores de CO en el mundo. Con valores de mil toneladas de CO por cada hectárea de manglar (Donato et al., 2011). Este valor es tres veces más alto que los bosques terrestres (< 300 toneladas de CO por cada hectárea; IPCC, 2003). A escala mundial, los bosques de manglar capturan CO2 más rápido que los bosques terrestres y lo almacenan principalmente en el sedimento (Chimura et al., 2003; Bouillon et al., 2008). El que los manglares estén sometidos a inundaciones frecuentes y vivan en la presencia del agua salada, influye en el importante papel como ecosistemas destacados para mitigar los efectos del cambio climático.
México cuenta con el 5 por ciento de la cobertura de manglar que hay en el mundo. El mayor porcentaje corresponde a la península de Yucatán con 55 por ciento (Conabio, 2009). Los estudios de flujos y almacenes de carbono son muy escasos y en algunos casos las evaluaciones sólo incluyen el componente subterráneo (suelo) de almacenes de carbono. Se han reportado para Campeche 230 toneladas por hectárea; Nayarit 90 y el Caribe hasta 99 toneladas por hectárea.
Los estudios más detallados los ha realizado el Laboratorio de Producción Primaria del Cinvestav-IPN, unidad Mérida, en las localidades de Celestún (Yucatán) y Sian Ka’an (Quintana Roo). Evaluaron los almacenes de CO en diferentes tipos de ecosistemas costeros (manglar de franja, de cuenca, chaparro, tipo petén, selva inundable, pastizal inundable), y en diferentes compartimentos del ecosistema (suelo, troncos, mantillo, raíces).
Los manglares de tipo petén y chaparro son los que más CO almacenan (mil 050 y 635 toneladas por hectárea, respectivamente). Lo anterior demuestra que en esta región cárstica del país los humedales costeros, especialmente los manglares, son excelentes almacenadores de CO (Caamal, 2012; Adame et al., 2013).
Pese a la importancia reconocida de los manglares, son de los ecosistemas más amenazados del mundo por alteraciones relacionadas con actividades humanas. En México, acciones como destrucción del hábitat, contaminación, sobreexplotación, falta de planificación del desarrollo urbano, industrial, turístico, agrícola, ganadero, acuícola y modificaciones hidrológicas constituyen las principales causas de perdida de manglares (Conabio, 2009).
Con la disminución de cobertura de manglar se pierden funciones como capturar CO2, pero se desconoce la magnitud de las emisiones de carbono como resultado de la perdida de los ecosistemas de manglar. También se pierde la producción de madera y aporte de materia orgánica como alimento para la fauna, amortiguar vientos y marejadas por huracanes, estabilizar sedimentos evitando erosión y haciendo vulnerables a las comunidades costeras como fruto del incremento del nivel medio del mar (Duke et al., 2007).
Una de las estrategias para recuperar los servicios ecosistémicos es la restauración. Hasta hace unos años, la acción principal para recuperar cobertura de manglares fue la reforestación, pero dio escasos resultados. Ahora es un éxito el enfoque promovido por el Cinvestav en la península de Yucatán de recuperar primero el funcionamiento hidrológico basado en las características específicas de cada sitio (Herrera-Silveira et al., 2012). Sin embargo, en estos proyectos no se ha evaluado la recuperación de servicios ecosistémicos como almacenes de carbono.
La evaluación de las estructuras y funciones de los ecosistemas de manglar son la base para la toma de decisiones en cuanto a las estrategias de manejo de estos ecosistemas. Las acciones de conservación, restauración y aprovechamiento de alguno de sus recursos deben considerar los servicios ecosistémicos que cada sitio provee. Las particularidades de las características que definen los tipos de manglar conducen a proponer acciones “hechas a la medida”. En tanto se hacen realidad las estrategias específicas, no deben de modificarse las leyes, normas y reglamentos que protegen a estos ecosistemas.
Si los ecosistemas de manglar continúan siendo dragados, talados, rellenados y modificados negativamente, no sólo dejarán de ofrecer el beneficio de captura y almacenamiento de CO2 –entre otros de sus servicios ecosistémicos– sino que se convertirán en fuente de gases de invernadero a la atmósfera, y contribuirán a intensificar los impactos del cambio climático.
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