Número 212
Jueves 6 de Marzo
de 2014
Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER
Directora general
CARMEN LIRA SAADE
Director:
Alejandro Brito Lemus
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Joaquín Hurtado
Cine
El evento se anuncia a través de una bocina amarrada a una garrocha. La voz que se escucha es la de don Juan: “El Cine Terraza Rosita se complace en invitar al selecto público de esta colonia y barrios circunvecinos a su grandioso programa”. Hoy proyectan La Choca, dirigida por Emilio el Indio Fernández. En el reparto aparecen dos actrices candentes: Meche Carreño y Pilar Pellicer. Es una función de gala, exclusiva para personas de amplio criterio. “Menores de dieciocho años, absténganse, la película contiene escenas, evítenos la pena”, advierte don Juan
.
El anuncio se repite cada cinco minutos, yo corro al Terraza Rosita. No quiero perderme el deleite de fotos provocativas que ya se exhiben en cartelera. Por supuesto que allí están los cartelitos donde aparece una mujer morena, feúcha, de pelo desaliñado y largo, vestida con bata muy delgada subida por encima de la rodilla. La dama abraza a un actor desnudo de la cintura para arriba, de torso muy musculoso. El galán trae el cinturón en ristre con el botón del pantalón y la bragueta abiertos encima del pubis. Esta parte de la anatomía del hombre a su vez es cubierta con el antebrazo del fortachón que viene a rematar en una mano aferrada a una pistola, el arma apunta amenazante hacia un hombre yaciente. Creo que el tipo tirado en el vil suelo es el mismísimo Indio Fernández, el villano. El corazón me late con furia, siento la sangre hervirme en la nuca. Tiemblo, me mareo. Tengo que buscar la manera de ver esta película prohibida. Muy perturbado, regreso a casa y empiezo a idear diferentes estrategias. Todos los chiquillos del barrio andan en las mismas, bien alborotados. Proponen empresas insólitas y temerarias como trepar árboles y postes de luz. Desechamos la idea de los postes de luz: nos podemos electrocutar.
Algo tenemos que hacer. Cuando el padre Galván se percata de la función obscena nos manda llamar urgentemente a todos los niños. Hoy dará catecismo en horario especial, que casualmente coincide con el de la película maldita. Las opciones se van cerrando. No veré La Choca. Llega la hora de la proyección, me evado de las pláticas de catecismo en la iglesia. Me subo a la barda aledaña al cine y camino a gatas hasta la azotea de la casa de doña Anita, exactamente a un lado de la pantalla del Terraza Rosita. Desde allí se ven sólo imágenes distorsionadas. Ya hay como diez pelones agazapados, todos callados, inmóviles. Pura canalla. Los perros ladran como locos en los patios vecinos. Nos vamos turnando para ver fragmentos incoherentes. “Avisen cuando salgan las viejas en pelota”. Unos chavalillos prenden cigarros, me pasan el pitillo pero me ahogo con el humo. Tengo que aguantar las ganas de toser. Uno de los chavales da un traspié y resbala sin que nadie vaya en su auxilio, los perros ladran cada vez más furiosos. Seguimos apeñuscados en el escondrijo. Se escuchan jadeos y voces de bestias salvajes, trompetas y balazos. Seguro ya están saliendo las imágenes de las actrices desnudas acariciadas por machos lascivos y malvados. Nada vemos, sólo imaginamos. Más tarde llego a casa y mi madre me pregunta dónde andaba, le respondo que en el catecismo. Mi abuela me mira con ojos incrédulos. Mi tío Rogelio y papá están muy encantados en los palcos del Terraza Rosita, disfrutando de La Choca.
S U B I R |
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