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Alonso Arreola
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Para evadirse un domingo: Bruno Mars
Tal vez para este momento Estados Unidos haya comenzado su ataque a Siria. Ojalá que no. Tal vez para este momento la cnte se halle en una situación más positiva, el gobierno del DF esté mostrando creatividad y el gobierno federal… bueno… de él no se puede esperar mucho. Tal vez para este momento los desaparecidos del Heaven ya estén con sus familias (en vida o en muerte). Tal vez para este momento ya se haya reaprehendido a Caro Quintero. Seguro que para este momento habrán ocurrido acciones trascendentales dentro y fuera de México, todas difíciles de augurar al momento de escribir nuestra columna. Semejante incertidumbre invita a poner pausa y hablar de música pop este domingo. Nos disculpará la superficialidad nuestra lectora, lector.
Desde hace tiempo tenemos ganas de recomendarle a Bruno Mars, sobre todo después de su aparición en los mtv Video Music Awards, organizados hace unas semanas en Brooklyn, Nueva York. Ese día nos quedamos con un curioso sabor de boca, no por su actuación sino por el papel que varias mujeres están jugando en la música comercial del país vecino. De Lady Gaga a Miley Cyrus, pasando por Rhianna (se salva Taylor Swift), en lo alto de la esfera femenina hoy impera una vulgaridad rampante que deja de lado el peso escénico y sonoro que antes importaba hasta a las más atrevidas entertainers. Ahora, también allá, el “perreo” se pone en boga y compite la desnudez. En fin. Nos da más risa que otra cosa.
Bruno Mars, por el contrario, expuso uno de los mejores discursos pop de la actualidad. Nacido en Hawaii y con ascendencia latina (se llama Peter Hernández), lo suyo fue quedarse al frente del micrófono para atravesar la cuarta pared con una voz e interpretación únicas, acompañado por una banda notable. Eso, empero, no es todo. Su música regala una afortunada fusión entre el rockabilly de los cincuenta, el funk de los sesenta, el disco de los setenta, el pop de los ochenta y el jazz-crooner de los noventa; una mezcla que además incluye reggae y R&B, y que fluye con naturalidad porque propone arreglos de metales encomiables, porque –su disco Unorthodox Jukebox así lo demuestra– puede entregarse exitosamente a uno u otro género, sea por momentos o en piezas completas.
Actualmente está preparando nuevo material, el tercero como solista, aunque la inercia de ese último de 2012 parece no terminar. El primero fue el ep It’s Better If You Don’t Understand, un bien logrado debut de cuatro canciones tras componer y producir numerosos hits para figuras como Brandi, Flo Rida, Cee-Lo Green y B.O.B. Antes de su encuentro con ellos, sin embargo, Mars fue aplaudido por su capacidad infantil y adolescente como imitador de Elvis y Michael Jackson, influencias evidentes en su oficio. Luego se mudó a Los Ángeles, en donde se abrieron puertas para su talento, mas no para su imagen física. De allí que trabajara para otros antes de lanzarse al ruedo, lo que hoy celebramos por lo dicho hasta ahora y por su peculiar timbre vocal.
Es un tenor atípico. A sus veintisiete años alcanza tesituras realmente altas, acordes con su menuda figura. Muchos comparan su voz con el Sting más inclinado al Caribe. De hecho hicieron un dúo inolvidable en la pasada entrega de los Grammy, cuando viajaron de “Locked Out of Heaven” (Mars) a “Walking on the Moon” (The Police) y de allí a “Could You Be Loved”, de Bob Marley, homenajeado aquella noche. Una transferencia de estafeta; una fina comunicación generacional. Menos dotado que Sting como letrista, eso hay que señalarlo, los versos de Bruno no cojean. Sí, casi siempre hablan de amor, noche y sexo, pero con una rara originalidad cuya dura jerga contrasta con su cuidadísima vestimenta y coreografías. Busque como ejemplo la extravagante “Gorilla”.
El de Bruno Mars, concluyendo, es uno de esos cancioneros eficaces en la frontera de dos mundos que no siempre conviven con vergüenza, que ofrecen pocos soplos de lucidez entre incontables relámpagos de olvido. Lo suyo demuestra algo: en los edificios de las casas discográficas, viejas y nuevas, aún hay productores dispuestos a apostar por el talento insoslayable que supera obstáculos raciales y estereotipos para nutrir a quienes, un domingo cualquiera, desean distraerse un poco poniendo play. Hablamos, claro, de una distracción que no genera culpabilidad, como pasa con tantos placeres fútiles. Ésta puede, incluso, acompañar pensamientos decisivos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.
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