Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de junio de 2013 Num: 956

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres cuentos

Dos miradas a
la obra de Rulfo

Juan Manuel Roca

Clic en los ojos
Febronio Zataráin

Vestigios y el
inicio del silencio

Juan Domingo Argüelles
entrevista con Javier Sicilia

¿Quién le teme a
Wilhelm Reich?

Gérard Guasch

Llamaradas: monólogos
de Franca Rame
y Dario Fo

Esther Andradi

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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Orlando Ortiz

Esos “ensayistas”

A veces fastidia que a uno le vean cara de Wikipedia con patas (antes: de enciclopedia ambulante) y te pregunten de buenas a primeras desde cómo se llamaba el caballo de Alejandro Magno hasta la velocidad de esa cosa que recientemente dijeron es más rápida que la luz (luego salieron con que siempre no, aunque lo más probable es que quién sabe), pasando por las preferencias sexuales de Catalina de Rusia, o Kid Azteca, o Carlota o el Mago de Oz. Y si de libros se trata, ni hablar, consideran que es tu obligación saber desde títulos de obras hasta el de todos los autores habidos y por haber, ediciones significativas (te perdonan que ignores las piratas), fecha de nacimiento y muerte de los escritores... En fin, si uno tiene más de diez libros en la casa, es obligatorio saberlo todo y de todo.

Sin embargo, tales cuestionamientos no me molestan cuando el origen son mis nietas. Hace unos días la menor de ellas me pidió que le recomendara algún texto divertido en el que aparecieran animales y no fuera infantil. De inmediato se me ocurrió “Los gatos suicidas”, regocijante crónica de Amado Nervo. (Por otra parte, para quienes la desconocen, les diré que el asunto es algo parecido al del cuento “El feroz cabecilla”, de Rafel F. Muñoz.)

Como se trataba de mi nieta y deseaba ahorrarle trabajo, localicé la edición de cuentos y crónicas que hizo la unam y revisé el índice. Ahí estaba el texto, seguido de “Los ensayos”, que siempre he considerado admirable. No pude evitar releerla por enésima vez, aunque en esta ocasión me sorprendió su data: junio 30 de 1896. Sí, lo publicó hace 117 años exactamente y su vigencia sigue siendo, por un lado, admirable, pero por lo mismo, el otro lado es lamentable.

El texto empieza con tono irónico, aludiendo a que los yanquis (sic) no nos comprenden, que para ellos México “es más viejo que el caldo, y no por eso adelanta”, en cambio ellos, siendo tan jóvenes, ya ejercen la hegemonía en América. El nayarita replica a tal calificación argumentando que sí, todavía estamos en la etapa de los ensayos y eso nos da “cierta  apariencia de juventud”. Y para fundamentar lo dicho, precisa que los toltecas ensayaron una monarquía periódica y no les resultó; luego los aztecas ensayaron el imperio “y Moctezuma acabó por ensayar la autocracia” sin que lograra hacerla prender. Menciona el caso de los españoles que ensayaron el virreinato, y luego “Iturbide ensayó de nuevo el imperio, y por todo testimonio de su ensayo dejó un palacio... convertido en hotel” (en aquel entonces, pues ahora es galería del Fondo Banamex). Sigue su paseo por la historia y también asegura que se ha ensayado y se sigue ensayando la democracia, y que la secretaría, perdón, el entonces Ministerio de Hacienda, sigue ensayando el asunto de los impuestos y alcabalas, y que en general se sigue ensayando “la moralidad de los empleados”... En fin, han pasado más de cien años y, según parece, seguimos ensayando en todos esos renglones.

Estamos ensayando, creo, de qué manera hacer pactos pensando en el bienestar de la población y no en el propio o en el de nuestro partido; estamos ensayando cómo eliminar o por lo menos reducir sensiblemente la inseguridad, la pobreza y el desempleo; estamos ensayando el sar (que tanto ha beneficiado... a los banqueros, claro), estamos ensayando la reforma fiscal, y también la reforma educativa, y la hacendaria y la política y la energética y la de transparencia, pues a veces se dice “ya la conseguimos” pero al día siguiente resulta que siempre no, que va p’atrás porque se lastimaban los intereses de un exgobernador o de algunos senadores o de banqueros o de empresarios o de ciertas agrupaciones corporativas... Ensayamos muchas cosas, pero no ensayamos cómo ganar, cómo avanzar hacia la justicia, la equidad económica y la seguridad.

El nayarita esgrime que el problema es que somos lentos para aprender y, sentencioso e irónico, apunta: “Aguarden ustedes a que concluyan los ensayos y verán...” Eran los tiempos de Porfirio Díaz. El “verán” de Nervo tomaría cuerpo catorce años después: 1910.

Volviendo a nuestros días, a estas alturas del partido me late que no se trata de que no sabemos aprender, o de que estamos ensayando, porque lo evidente es que tales “ensayos” parecen plan con maña, argucias para burlar a la población y seguir medrando a costillas de los causantes y del hambre de los más jodidos. De seguir así las cosas, la sociedad tendría que comenzar a ensayar cómo quitarse de encima a esos “ensayistas”, antes de que acaben de hundirnos en el hoyo.