Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El espíritu abierto
de Valery Larbaud
Vilma Fuentes
Ditoria: en el centro
de la edición
Ricardo Venegas entrevista
con Roberto Rébora
Caparrós, memoria
singular de Argentina
Sergio Gómez Montero
Cualidad y horizontes
del adjetivo
Leandro Arellano
Gilbert, Sullivan
y Grossmith,
el humor Victoriano
Ricardo Guzmán Wolffer
El joven Dickens
Graham Greene
Una tempestad
llamada progreso
Hugo José Suárez
La poesía
Aris Diktaios
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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Cabezalcubo
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La Casa Sosegada
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Nuevas dramaturgias de creadores permanentes
El número más reciente de la revista Blanco Móvil está dedicado al teatro contemporáneo mexicano y, en particular, a la nueva dramaturgia elaborada por un conjunto de autores que se distinguen por su rigor y su capacidad de sorprender, enmarcando su obra en su propio estilo, tradición y preocupaciones.
La convocatoria a la participación tuvo en cuenta dos modalidades: la ficción y el ensayo crítico, de investigación. Participan jóvenes maestros, todos muy sólidos, disciplinados, constantes y de una calidad de riesgo que sólo se puede tomar cuando existe un gran dominio del trabajo creador. Participaron más de los que pueden ser contenidos en la revista; sin embargo, aparecerá un libro apoyado por varias instancias coeditoras.
El conjunto de textos que conforman el dossier de este número representa un punto de enorme madurez y novedad en nuestro teatro. Es un grupo de dramaturgos consolidados y poseedores de una multiplicidad de recursos escénicos y dramatúrgicos que se han pulido a lo largo de por lo menos dos décadas de constancia y disciplina artística.
Gran parte de este conjunto de escritores ha desarrollado su arte de manera simultánea a una serie de actividades y realizaciones que determinan el rumbo de su dramaturgia y de su participación en el mundo de la puesta en escena.
Eduardo Mosches |
La mayoría de ellos son muy conocidos en todo el país, pero para un lector extranjero que no esté profundamente familiarizado con nuestro entorno hay que decir que el texto de Fernando de Ita, que abre el número, es señero, es una buena guía sobre el rumbo estético de nuestro teatro, que considera a autores incluidos en la edición.
David Olguín, Estela Leñero, Silvia Peláez, Jaime Chabaud, Enrique Olmos de Ita, Edgar Chías, Daniel Serrano, Ximena Escalante, Verónica Musalem, Luis Mario Moncada, Martín López Brie, Benjamín Gavarre, Juan Carlos Vives, Guillermo León, Bertha Hiriart, Hugo Salcedo, la jovencísima Sara Pinedo y Tito Vasconcelos han desarrollado, en distintas medidas, una actividad que implica la crítica, la edición, la traducción, la puesta en escena, la enseñanza a través del trabajo de taller y la formación de actores desde la batuta del director de escena.
Participan también en este número Alberto Castillo Pérez, Hernando Garza y Alejandro Acosta, decididamente dedicados a la dramaturgia y con una trayectoria que permite ver una búsqueda y experimentación constantes. Se sacrificaron de la edición en la revista textos muy importantes (como Mujeres de arena, de Humberto Robles, y textos variados de dramaturgos que deberían ser incluidos en próximas ediciones), que no sólo aparecerán en un libro sino también en el espacio web de Blanco Móvil.
Es una mínima oferta a la calidad, a la generosidad y a la necesidad de contar con una radiografía de nuestro presente en un siglo ya con producciones de gran rigor, espejo de lo que somos. Es también, espero, un compromiso de Blanco Móvil con el teatro como dramaturgia, como literatura, como una poética que tiene una difusión pobre y verdaderamente atomizada en el medio de las publicaciones literarias.
La generosidad y confianza de Eduardo Mosches me posibilitó convocar a este conjunto de escritores. Pensó en mostrar lo nuevo, lo que estaba pasando en nuestro teatro, y gran parte de lo nuevo son los textos reunidos.
Hoy es muy fácil ennumerar a los “nuevos talentos”; aquí y allá aparecen promociones que son resultado de las actividades institucionales. Empero, la ausencia de una crítica sistemática y constante obliga a desconfiar de los reconocimientos estatales y federales a través de becas y apoyos que, muchas veces, están edificados en compadrazgos e intereses. No se pretendió un mimetismo con el afortunado hallazgo en los ochenta de lo que se conoció como Nueva dramaturgia y que dio por resultado múltiples ediciones que tuvieron como eje los auspicios de la UAM de esos años.
Dentro del periodismo cultural y las ediciones dedicadas a las artes escénicas, el teatro y la dramaturgia todavía reclaman una deuda de atención crítica y de divulgación. Este trabajo quiere ser una muestra de lo nuevo, que no consiste en exponer a las nuevas generaciones (mejor dicho promociones institucionales) de escritores, sino en mostrar la vitalidad y la capacidad de renovación contínua que tienen nuestros jóvenes maestros, reunidos en un esfuerzo que deberá continuar.
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