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Juan Domingo Argüelles
Ethel Krauze y su didáctica de la creación
Al leer la teoría y la didáctica poéticas que Ethel Krauze expone en Desnudando a la musa: ¿qué hay detrás del talento literario? (Conaculta, 2011), recordé el libro La poesía en la práctica, en cuyas páginas Gabriel Zaid demuestra que incluso la publicidad cuando involucra la creación puede ser eficazmente poética, como en los siguientes versos que fueron un anuncio cervecero de época: “Goce la vida,/ gócela ahorita/ con Carta Blanca exquisita.”
Esto era cuando la publicidad aún apelaba a la eufonía, a la nemotecnia y a la armonía entre forma y fondo, entre continente y contenido. Cuando la publicidad confiaba en que sus destinatarios tenían una base de cultura general.
No sé si este anuncio consiguió, para su causa, más borrachos, pero lo que sí sé es que al escuchar el comercial podían ocurrir dos cosas: despertarse el ansia de beber cerveza o, al menos, lograr que esas palabras se fijaran en la memoria y dieran ganas de recitarlas otra vez: “Goce la vida,/ gócela ahorita/ con Carta Blanca exquisita.”
Más allá de la cerveza, la vida misma se gozaba al recitar. Los borrachos podían no necesitar tanta creatividad y lirismo para convencerse, pero estoy seguro de que este prodigio de síntesis emotiva habrá sensibilizado a más de uno en la sonoridad y en la eficacia del idioma, independientemente de dipsomanías o abstinencias alcohólicas.
Lo que sustenta el libro de Ethel Krauze y con lo cual coincido plenamente es en el hecho de que no todos podemos ser escritores y lectores profesionales, ni ésta es la ambición de todo el mundo, pero sí podemos escribir y leer gozosamente, y este goce puede despertar vocaciones dormidas o insospechadas en personas que no tenían idea de que escribir y leer fueran ejercicios tan plenos.
Leer y escribir modifica el cerebro. Está probado científicamente, como probado está también, para los efectos del deporte, que ciertas especialidades del atletismo han transformado la anatomía, la estructura ósea y la masa muscular de los deportistas.
El filósofo José Antonio Marina tiene razón cuando afirma que “el proyecto de correr más velozmente los cien metros libres ha cambiado incluso la estructura física de los corredores”. Un ejemplo obvio de esto es Usain Bolt, el prodigioso atleta jamaiquino cuya velocidad relampagueante está sin duda asociada a su anatomía aerodinámica luego de múltiples generaciones de velocistas menos rápidos.
Lo mismo pasa con los seres humanos a lo largo de muchas generaciones, en la utilización del cerebro y de todos los sentidos. Alguien que reflexiona es alguien que está contribuyendo a mejorar su función cerebral, pero no sólo la suya sino también la de futuros pensadores, que pueden ser, por supuesto, sus propios hijos. Alguien que escribe y que lee no sólo mejora sus capacidades de inteligencia y sensibilidad, sino que deja una huella en la genética de sus descendientes y sucesores. No es un asunto de creencias; es una evidencia científica.
En Desnudando a la musa, Ethel Krauze lleva a cabo, precisamente, un análisis científico sobre la génesis del lenguaje verbal y el desarrollo de las capacidades cognitivas y creadoras y, con las bases teóricas de pensadores e investigadores como Giambattista Vico, del siglo XVIII; Martin Heidegger, Lev Vigotsky, Humberto Maturana, Beatrice y Robert Gardner, Carl Sagan, Roman Jakobson, Tzvetan Todorov y Alfonso Reyes, entre otros muchos del siglo XX, nos demuestra que la musa puede venir hacia todo aquel que la llama o la requiebra si se utilizan todos los sentidos y todas las potencialidades creativas. Por ello es necesario, añade la autora, que la didáctica de la creación literaria ocupe un lugar importante en el sistema educativo.
A mí me queda muy claro que si esto se llevara a cabo, el nivel de lectura aumentaría considerablemente en los estudiantes, pero además las capacidades de expresarse por escrito y de desarrollar el diálogo verbal, como un arte y una herramienta de expresión, mejorarían el entendimiento.
Lo que Ethel Krauze nos dice, convincentemente, a lo largo de su libro, es que “todo el mundo tiene la capacidad de ejercer la creación literaria, pues cada persona cuenta con las herramientas tanto físicas como cognitivas y lingüísticas para lograrlo”. Y no sólo esto: a la musa “es posible convertirla en huésped permanente de nuestra natural creatividad”.
Biológicamente todos podemos desarrollar nuestras potencialidades y hacer de la herramienta escrita un elemento fundamental no sólo de comunicación, sino también de aspiración a la belleza y a la profundidad espiritual e intelectual.
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