Atauriques
Ricardo Yáñez
Ha hecho muchas cosas mal. Bien, dos o tres. Y espera que esas dos o tres influyan sobre las muchas otras lo suficiente como para ser, por lo menos en parte, si no perdonado, comprendido.
La poesía no es eso que escriben los que a sí mismos se nombran poetas, sino lo que a través de algunos de ellos, y no siempre, se escribe desde la poesía.
Cada poeta tiene su idea, o su modelo, de poesía. De tenerla en un sentido platónico, no habría problema. El problema ocurre cuando esa idea no corresponde con lo que desde un punto de vista platónico sería en efecto la idea de la poesía.
En tanto creencia, la idea de lo que la poesía es convoca una poesía ingenua, siempre limitada, no abierta al infinito, sino, por fresca o rigurosa que pudiese parecer, nada más representándo(se)lo.
Quiero decir infinito y lo digo de una manera no infinita, de una manera que no se abre, ni abre mi percepción, a lo infinito.
El en verdad poeta es un ignorante que está sabiendo, en su ignorancia, que la sabiduría existe: no sabe nada excepto que la sabiduría existe en él, está por él siendo sabida, casi saboreada, y lo agradece en el poema.
Hablar de poesía es más o menos inútil. Si a la poesía no va, si de la poesía no viene.
La poesía es eso que aunque se grite sólo en silencio se oye.
La poesía es una especie de silencio explosivo que una vez escuchado quieras que no desde ti se comunica, sabe –él, ella, no tú– comunicarse.
Poesía no eres tú, porque poesía eres tú –lo que en ti, independiente de ti, es.
Sólo hablo de poesía en los talleres, en el lugar de la poesía.
La poesía reverbera en las palabras, no son las palabras. O sí, las palabras (en realidad, la realidad) en reverberación.
El olvido al que induce la poesía despierta a la memoria de lo efectivamente memorable.
¿Cómo transmitir que el que en poesía aprende, cuando aprende, nada aprende: sabe sin saber?
Hay como una neblina en la mirada del que en la poesía está, pero en esa mirada neblinosa y desde esa mirada neblinosa todo se ve con precisión, con claridad.
Existen la poesía de la caricia y la poesía de la profundidad, mas ni la primera puede darse sin cierta profundidad ni la segunda, si de poesía hablamos, sin de alguna manera ser ciertamente acariciada.
Pero todo es poesía, sólo que para serlo debe volverse poco, brevedad: unidad alentada desde un soplo, por continuo o continuado que sea. Percibir dicho soplo es suficiente: no es imprescindible agotarlo para intuir, preciso, su sentido total.
Bien morir: traducir en poesía lo confuso de una vida.
La poesía no tiene nacimiento. Origen, quizá, sí; o quizá nada más. Y muerte ¿cómo ha a tener? Sólo destino.
Poesía es lo que queda, siempre algo queda, de la poesía cuando la poesía ya no está. Poesía es, también, lo que aquí es de lo que todavía en ninguna parte parece estar.
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