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LAS GRIETAS DE LA HISTORIA
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
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El cementerio de Praga,
Umberto Eco,
Lumen,
México, 2010.
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Más allá de la novela histórica, es bastante común que los escritores decidan ambientar sus novelas o cuentos en épocas pasadas. Más aún, que hagan del entorno una entidad narrativa tan poderosa como los personajes o la propia trama. Así, encontrarse hoy en día con una novela que se desarrolla hace algunos siglos, en medio de una conflagración bélica famosa o en la que aparezcan personajes identificables en el ámbito de la historia, no es algo que nos sorprenda. En muchos casos, la elección de estos elementos sirve para conferir verosimilitud al texto; en otros, la ambientación resulta indispensable para la historia que se va a contar, ya que no puede suceder sino gracias a las limitaciones de la época elegida; incluso se puede dar el caso de que el autor plantee una hipótesis concerniente a explicar lo sucedido por la vía de la ficción toda vez que las teorías históricas no han sido suficientes. Al margen de qué fue lo que motivó al autor, lo cierto es que éste debe llevar a cabo un proceso doble. Ya no basta con convocar a las musas para que lo asistan en un ejercicio de creación pura. También es necesario realizar las investigaciones pertinentes para conseguir que lo narrado tenga cabida dentro de un mundo más o menos fijado por la tradición histórica.
Umberto Eco es un experto en ese tema. Cuando hace treinta años sorprendió al mundo con El nombre de la rosa no sólo mostró toda su erudición. También consiguió montar una intriga enclavada en plena Edad Media hasta donde transportó con contundencia a cada uno de sus lectores. De otra forma, sería inexplicable el éxito de una novela tan cargada de referentes cultos. Veinte años más tarde repitió el prodigio con Baudolino. También ubicada en los siglos del oscurantismo, Eco hacía gala de un profundo conocimiento de la época sin titubear un solo instante. En ambos casos se aprovechó del contexto, del imaginario colectivo que privaba en ese entonces, para insertar tramas que funcionaban a la perfección. Así, sus historias hallaron cabida dentro de la otra Historia sin distorsionarla más allá de ciertos guiños para lectores curiosos.
El cementerio de Praga es una muestra más de su indiscutible talento. En ella hace uso de un personaje tan cautivador como otros de sus protagonistas. Simonini es un hombre dedicado a las falsificaciones, oficio más que útil en una época en la que los registros impresos aún no alcanzaban la oficialización de los siglos posteriores. Pero no es su única herramienta para subsistir en medio de las intrigas. Para ello hace alarde de su falta de escrúpulos, de su moral vendida, de su pasión por la comida y, algo que él no desearía, de su amnesia temporal. Esos olvidos son el andamiaje que sostiene a la novela. A partir de la reconstrucción de sus actos y de su personalidad es como se irá conformando como personaje y como se irá desarrollando una trama que es mucho más compleja de lo que parece.
Así seremos testigos de la creación de una escena muy peculiar. En ella intervendrán un cementerio en Praga, judíos, masones, un odio en ciernes, manifiestos oscuros y, por supuesto, un plagiario que busca aprovecharse de lo sucedido. La trascendencia de ese manuscrito tendrá enormes implicaciones en la historia de la humanidad aunque, de momento, lo más relevante sea descubrir cuál es la relación entre Simonini y el abate Dalla Piccola, un intruso que habita las propiedades del falsificador.
Como en varias de sus novelas, Umberto Eco consigue reconstruir a la perfección una época que no le pertenece del todo. Resulta sencillo imaginarlo en una biblioteca, pasando sus horas en pos de un detalle que no puede encontrar. Sus “Inútiles aclaraciones eruditas” dan cuenta de su incapacidad de hacerlo o, mejor, de cómo en la historia existe una grieta que no se ha podido salvar. Eco hace uso de su mejor herramienta para rellenarla. Así, El cementerio de Praga no es sólo una novela de la mejor manufactura, también es una hipótesis histórica que funciona; ya serán otros los encargados de analizarla. Mientras tanto, se agradece esta nueva novela aparecida después de un libro que sonaba a despedida.
UNA REALIDAD MODESTA
BARBARA BONARDI
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El ritual de la banda,
Fidencio González Montes,
Editorial SM,
México, 2010.
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Este libro ganó el premio Gran Angular de editorial SM 2010 y fue publicado bajo el sello Alerta Roja, una colección para jóvenes que reúne libros sobre temas polémicos y se distingue por promover un enfoque sin prejuicios. El autor propone la autobiografía de Priscila, una muchacha que sueña con revolucionar el rock mexicano y ser la nueva Janis Joplin, irreverente, desmadrosa, disidente y transgresora. Con un lenguaje mordaz, Priscila nos retrata una realidad incomoda que a muchos nos gustaría no ver; nos habla de la pérdida de las ilusiones juveniles cuando, después de soñar con la fama internacional, se encuentra en el anonimato y la pobreza, o cuando su novio pasó de ser un Dios sin defectos a un naco prepotente y sin virtudes. Capítulos cortos hacen llegar al lector instantáneas de una juventud rebelde que quiere desafiar el mundo, pero también de relaciones familiares conflictivas y de adultos que no asumen la responsabilidad de sus actos. Los recuerdos de Priscila se organizan alrededor de su fiesta de los dieciocho años, momento en que tomó la irrevocable decisión de oponerse a toda moral constituida y de vivir la vida a su manera. Experiencias peligrosas, malas compañías, los antros y los excesos de la vida nocturna atraen instintivamente a Priscila, que no está dispuesta a escuchar ni los sabios consejos de sus amigos. Priscila, con su pelo rojo intenso y su actitud descarada, parece no conocer valores, pero entre líneas se adivinan su fragilidad y su búsqueda de afecto. A sus amigos de la prepa les dedica breves biografías que acercan al lector a un universo decadente en el que destacan el abandono y la violencia, un rechazo familiar y social cuya única escapatoria parece ser la solidaridad entre jóvenes. Priscila utiliza su autobiografía para refugiarse en los recuerdos y evadir un tiempo presente infeliz que ella misma escogió. Si el inesperado apoyo de sus familiares la arranca de la soledad, la distancia que se interpone entre ella y sus amigos la lleva a llorar de nostalgia, añorando la época en la que creía tener el mundo en sus manos. Según un destino que parece estar trazado con anticipación, estos jóvenes toman caminos distintos, algunos exitosos otros trágicos. Para Priscila llega el momento de redescubrir a su mamá, a la que había declarado una muy personal tercera guerra mundial, y hacer un balance dulce-amargo de su corta vida. Desde las páginas de este libro emerge un barrio popular de Ciudad de México, con sus historias de patrones que se repiten a pesar de todo, con sus buenos sentimientos y sus problemáticas irresolubles.
Fidencio Gonzáles Montes nos asombra con una narración que deja sin aliento, a veces brutal, a veces conmovedora, cargada de un humor corrosivo: una novela desgarradora que no muestra ninguna condescendencia por el lector, modesta, pero quizás necesaria e inolvidable.
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