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Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Los testigos declararon
ORLANDO ORTÍZ
Tres poemas
SARANDOS PAVLEAS
Berlín, ciudad abierta
ESTHER ANDRADI
La calle era una fiesta
YURI GÁRATE
Ossis, Wessis y döner kebab
CUINI AMELIO ORTIZ
La ciudad que más cerca queda de Berlín
LUIS FAYAD
Todo pasaba tan rápido
LUIS PULIDO RITTER
Hombre mirando al este
MARIO VÁZQUEZ
9/XI/1989: Berlín se me hizo cuento
RICARDO BADA
Lo Increible había pasado
TELMA SAVIETTO
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Lo Increible había pasado
Telma Savietto*
En 1984 mi compañero Dieter y yo fundamos en Berlín Occidental el grupo Berliner Erzählerbühne para difundir la literatura latinoamericana junto con exiliados chilenos que vivían en Berlín Oriental, como los directores Víctor Contreras Tapia, de la Volksbühne, y Alejandro Quintana, del Berliner Ensemble.
A finales de 1987, Víctor Contreras escribió la obra Dos contra la pared para nosotros. Los protagonistas, marginalizados, vivían todas las situaciones que hoy son muy reales pero que entonces parecían ficción. Los cambios que se sucedieron después demostraron que Víctor, también director de escena, fue un visionario. La pieza mostraba las condiciones de vida de Winfried, el clochard filosófico alemán, y Leontina, la soñadora latina, al borde de la prostitución. Fue un trabajo impresionante.
A través del teatro Volksbühne, de Berlín Orien tal, Contreras consiguió interesar a la dramaturga Ilse Nickel, que fue su asistente, invitando a los críticos que adoraron o detestaron la obra. Actuamos en el teatro Kroll, cerca de la Plaza Savigny , bajo el puente del ferrocarril: a intervalos escuchábamos los vagones sobre nuestras cabezas y a veces el diálogo de los personajes era interrumpido por una cinta de sonidos donde se mezclaban las voces de “Freiheit, Freiheit” (“¡Libertad, libertad!”) con los ruidos de máquinas demoliendo edificios, y socavando el terreno para una nueva construcción. Al final de la obra, una topadora aplastaba a Winfried y Leontina, y sólo se salvaba la cajita de música que Winfried le había regalado.
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La noche del 9 de noviembre, cuando vimos por televisión que el Muro estaba abierto, salimos a la calle. Vivíamos en la Sonnenallee, muy cerca de la frontera. Había tanta gente, radiante, pací fica; era muy conmovedor ver a las personas, llorando y riendo a la vez, brindando... Lo increíble había pasado. Nunca antes en mi vida había visto una multitud tan feliz como ese día.
En diciembre de 1989 recibimos la noticia de que el próximo proyecto de nuestro Berliner Erzählerbühne sería subvencionado por el Senado de la Cultura de Berlín Occidental. Pero lentamente desapareció el público y el interés por nuestro teatro político. Y, así, las cosas cambiaron también para mí, que creía y creo que el capitalismo que conocemos, con su desmesurada pasión por el dinero, no puede ser una solución para los problemas de la humanidad. Y escribí para recordar: “El violinista, que sólo tenía un gato y su arte/ cuando perdió su esperanza en el socialismo/ y su trabajo en el amado teatro/ se ahorcó/ la cabaretista a quien un infarto/ le partió el corazón../ el marido de la vestuarista/ que se suicidó/ ¿Y yo? En un hospital con un tumor en el cuerpo”.
*Actriz y bailarina brasileña
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