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Los testigos declararon
ORLANDO ORTÍZ
Tres poemas
SARANDOS PAVLEAS
Berlín, ciudad abierta
ESTHER ANDRADI
La calle era una fiesta
YURI GÁRATE
Ossis, Wessis y döner kebab
CUINI AMELIO ORTIZ
La ciudad que más cerca queda de Berlín
LUIS FAYAD
Todo pasaba tan rápido
LUIS PULIDO RITTER
Hombre mirando al este
MARIO VÁZQUEZ
9/XI/1989: Berlín se me hizo cuento
RICARDO BADA
Lo Increible había pasado
TELMA SAVIETTO
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Niños golpean el muro en el barrio de Kreuzberg.
La ciudad de Berlín se llenó de ruidos |
La ciudad que más cerca queda de Berlín
Luis Fayad*
Antes de viajar a Berlín, consulté un mapa para enterarme de cuáles otras ciudades podría visitar desde mi nueva residencia. Sin embargo, cuando llegué a Berlín mis operaciones no resultaron ciertas. La ciudad que más cerca quedaba de Berlín era Berlín. Para quienes la conocieron antes, Berlín ya no era la ciudad de los recuerdos. Yo me había paseado por ella no más que en los libros de sus escritores, y mi curiosidad fue anterior a mi llegada y por motivos distintos a la frontera que cruzaba la ciudad. Luego de llegar, otros libros y novelas, escritos sobre Berlín hacía apenas medio siglo, me parecieron ambientados en un escenario de la imaginación. El cambio brusco ubicó las historias en unos exteriores de aspecto diferente. Un lado de Berlín trasladó su centro por Charlottenburg y el otro lo trasladó por Alexanderplatz. Para ninguno el centro quedaba ahora por la antigua Potsdamer Platz. Ambos nuevos centros dejaron de ser los antiguos barrios de los aledaños. La avenida Unter den Linden quedó cortada por el cinturón de la frontera, cuyo broche se elevó en ese punto con el nombre de Puerta de Brandenburgo.
Entre las atracciones de los primeros meses se encontraba el Muro. Asistí a la visita y recibí su efecto desolador. Después, al encontrármelo de casualidad, mi sentimiento fue el de no estar a ningún lado de él. Cuando me le acerqué la primera vez, pensé en lo que habíamos construido entre todos y que la humanidad se había unido para planear su propia separación. Recordé que ya estamos planeando entre todos el muro que vamos a llevar al espacio, cuando conquistemos las estrellas, y que hay otros muros que no se ven pero que no son imaginarios.
Por la cara de Berlín Occidental el Muro estaba cubierto de leyendas y pinturas. Me pareció el mayor monumento a los graffitis. Recuerdo uno que hubiera podido servir de epígrafe a estas notas y que estaba escrito en castellano: “Aquí empieza Berlín, aquí acaba Berlín.”
No había graffitis pornográficos y después no hubo oportunidad de que aparecieran de ninguna clase. El Muro empezó a desaparecer antes de que las máquinas oficiales llegaran con la autorización de tumbarlo. Cuando se supo que su desaparición estaba decidida, hombres y mujeres, algunos acompañados de niños, se presentaron con cincel y martillo y empezaron a picarlo, para guardar un trozo o para venderlo en puestos montados en la calle. Su frente quedó punzado, con mordeduras que lo hicieron irreconocible. Es posible que con las muestras que se llevaron personalmente y las que compraron los turistas, la primera capa de cemento, la que estaba pintada, se encuentre en su mayor parte afuera de Berlín.
La cara que daba a Berlín Oriental era blanca del todo, como un monumento al expresionismo abstracto. Esa cara empezó a ser pintada cuando ya se había decidido la caída del Muro, o sea que los pedazos que de allí se entregaron al mercado y no sean blancos, pueden ser considerados falsos aunque pertenecieran al Muro.
*Escritor colombiano
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