Gamboa encabezó la presión, coincide Reporte Índigo con La Jornada
Por miedo, Miguel de la Madrid se retractó de acusaciones contra CSG
Sábado 16 de mayo de 2009, p. 12
Miguel de la Madrid admitió que cometió un serio error político
al acusar al ex presidente Carlos Salinas de Gortari y a sus hermanos de haber protagonizado graves actos de corrupción.
El ex mandatario aceptó retractarse –de las afirmaciones hechas durante una entrevista con la periodista Carmen Aristegui– no por falta de exactitud en sus declaraciones, producto de un deterioro en su salud –como se alegó más tarde–, sino por miedo a su sucesor:
Es un enemigo muy peligroso
, habría admitido De la Madrid acerca de la fuerza de Salinas, señala una nota de la revista electrónica Reporte Índigo, la cual relata la forma en que fue elaborado el intempestivo arrepentimiento
del ex presidente, a consecuencia de la presión ejercida por un grupo de priístas muy cercanos a Salinas.
Con ello –destaca la nota–, intentaría neutralizar las severas acusaciones de inmoralidad y corrupción que sobre él y sus hermanos hizo De la Madrid.
“La estrategia habría sido simple y directa. ‘Me pueden matar, pero se van conmigo’. O en otras palabras: ‘de aquel lado –de quien hace las revelaciones– también existen historias que contar... y si no hay desistimiento, van a salir’”, agrega Reporte Índigo.
La Jornada publicó también los pormenores de la apresurada estrategia para obligar a retractarse a De la Madrid.
El eje para conseguir ese objetivo fue diseñado la mañana del miércoles por Emilio Gamboa Patrón, coordinador de la bancada del tricolor en la Cámara de Diputados y quien fuera secretario particular de De la Madrid durante su mandato –entre 1982-1988–, pero también uno de los hombres más cercanos a Salinas cuando era presidente, en 1988-1994.
Apenas un par de horas después de que fue trasnmitida la entrevista en referencia, un senador propuso que se hablara con la familia de De la Madrid y que se buscara a Salinas para frenar el asunto.
Otros legisladores comentaron a este diario que el plan era difundir más tarde la versión acerca de una menguada salud del ex presidente, como alternativa para intentar restar validez a las acusaciones difundidas en el noticiario radiofónico de Aristegui.
La información de La Jornada y de Reporte Índigo coincide en el dato sobre la visita que hizo un grupo de priístas a la casa de De la Madrid, ubicada en el centro de Coyoacán.
Ahí estaban Francisco Rojas, Emilio Gamboa, Ramón Aguirre, Enrique y Federico de la Madrid, quienes –puntualiza Reporte Índigo– operaron la arrepen- tida secreta
.
El texto –difundido por Internet– no detalla las fuentes de información, aunque hace énfasis en las rápidas gestiones, encomendadas desde Londres (donde reside Salinas) para atemperar los ánimos y buscar una salida al espinoso caso.
El papel de Rojas era el de ser el personaje que aplicara la suficiente presión para gestar una solución convincente y concertada que se implementara con la urgencia que el caso merecía
, dice Reporte Índigo.
En tanto, Gamboa –uno de los favoritos de Salinas (lo hizo su director del Infonavit, después del Seguro Social y al final secretario de Comunicaciones)– era reinstalarse como la conciencia crítica de De la Madrid para convencerlo del error político en que había incurrido en la entrevista que dio a Carmen Aristegui
.
Un peso especial en este cónclave lo tuvieron Enrique y Federico de la Madrid Cordero, hijos del ex presidente: De hecho, después de Carlos Salinas, ellos eran los más interesados en resolver el conflicto político
, no sólo por sus intereses con el PRI o con la administración de Calderón (Enrique es director de Financiera Rural), sino por el objetivo de trabajar para un relevo generacional dentro del tricolor.
Este fue el contexto –agrega la revista electrónica que encabeza Ramón Alberto Garza– de las negociaciones en Coyoacán.
Con estos actos y bajo estos supuestos, no sólo desacreditaron la controvertida entrevista, sino que terminaron por sepultar, políticamente hablando, a Miguel de la Madrid.
De ahora en adelante –señala el texto–, cualquier declaración o, incluso, algunos legados póstumos, tendrán que pasar por el filtro de ésta, su arrepentida secreta.