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Políticos, merolicos
El otro día que sintonizaba la radio de mi país apareció la voz de un hombre que decía desexorcizar almas y conducir por buen camino a perdidos y descarriados. El psíquico y guía espiritual eructaba una cantidad enorme de oráculos a una mujer que había llamado para confesar que desde hacía un tiempo sentía en las noches que le enterraban agujas homicidas en la espalda. Cuando estaba a punto de escribir a la radiodifusora para sugerir la no transmisión de este tipo de programas, la voz del alquimista se diseminó y en su lugar apareció un mensaje que ya todos deben conocer y que yo no había escuchado: “Esta radiodifusora no apoya los contenidos del mensaje transmitido por este…” O algo así. Me quedé tranquilo por un instante (viendo lo azul del cielo por la ventana), pero después pensé que lo mismo que han hecho con el sibilino debería hacerse con muchos de los discursos políticos de nuestro país. Una voz celestial que al final advierta a la audiencia que “este tribunal arcangélico no apoya los contenidos del discurso realizado por este…” sería muy saludable para tirios y troyanos, porque, si me apuran, debo decir que yo no encuentro ninguna diferencia entre las mentiras y disparates que dice uno y las mentiras y disparates que arengan los otros. |