Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de septiembre de 2008 Num: 705

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

León Ferrari, el iconoclasta
ALEJANDRO MICHELENA

urbes de papel
Voces de Nueva York

LEANDRO ARELLANO

La raza como problema
FRANCISCO BOSCO

Un siglo de Cesare Pavese
RODOLFO ALONSO

Cinco poemas
CESARE PAVESE

Explorador de mundos
ESTHER ANDRADI entrevista con ILIJA TROJANOW

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

Proyecto M -H

Contradanza, fundada como un colectivo y dirigida por Cecilia Appleton desde 1985, cumple veinticinco años de trayectoria. Para celebrar su aniversario, la compañía presenta el “montaje escénico multidisciplinario” Proyecto M-H, confesiones de despedida. El rubro en que se cataloga al espectáculo, más que proponer un nuevo método de composición para la danza, plantea, a mi parecer, un mayor grado de compenetración e independencia de los artistas que participan –situación que, estaría de más decirlo, es la que debe prevalecer en todo proceso creativo. Contradanza hace hincapié en la labor no dirigida verticalmente de los bailarines-coreógrafos, del compositor musical y multimedia, del director de escena, el diseñador de iluminación y la asistente de dirección, quienes parten de una idea debida a Appleton y su hijo Yseye M. Appleton. Proyecto M-H tiene una fuerte carga biográfica de todos los involucrados según el programa de mano y principalmente de Cecilia e Yseye, ya que profundiza en un tipo de relación en común, la que se da entre madre e hijo. El M-H puede aludir tanto a madre e hijo, como a mujer y hombre, con lo cual resuenan fuertes ecos edípicos que harían entusiasmar a cualquier psicoanalista. La obra reconstruye la intimidad entre progenitora y vástago que se da desde el momento de la concepción en la cual ambos comparten un mismo cuerpo, para después ir representando las vicisitudes de su convivencia cotidiana hasta el momento de la separación. El resultado es un muy interesante espectáculo, en el cual se observan los atavismos de ese tan idiosincrático enamoramiento de los mexicanos con la madre, así como las dependencias familiares, mismos que ya han hecho suspirar a algunas mamás espectadoras.

La estupenda escenografía de Benjamín Urtiz consiste en un cubo cuyas paredes y techo se abren y cierran, además de que cuenta con dos puertas y una ventana, con lo cual se va transformando el espacio hogareño en que se desarrolla la obra. La iluminación de Francisco Muñoz está en total concordancia con la propuesta escenográfica y logra las atmósferas adecuadas. El uso de la multimedia a cargo de Arturo Marruenda, quien es también el compositor musical, merece una mención especial, ya que es apenas la segunda vez que, en mi experiencia de espectador de danza, el video no es solamente un elemento accesorio y decorativo al que se recurre porque está de moda o porque, ilusoriamente, implica estar tecnológicamente acorde con los tiempos, sino que se integra realmente al espectáculo como significante e interviene en la dramaturgia; momentos memorables, entre varios, son los que se logran cuando el hijo acaricia una de las puertas y aparece una mancha de color que luego desaparece, o cuando se proyecta en una maleta lo que viene al interior, que es el propio personaje, simbolizando así la experiencia con que se carga a pesar de la distancia. Es imposible saber desde dónde se proyecta el video; supongo, en mi ignorancia en cuestiones de este tipo, que se trata de un nuevo programa de computadora que, si llega a manos de otros artistas escénicos interesados en este recurso, lo estaremos viendo aplicado con mucha frecuencia en el futuro.

Proyecto M-H, sin embargo, se ve mermado por la excesiva duración de las escenas, que son sumamente redundantes en sí mismas y restan ritmo en la progresión del espectáculo. Imágenes tan poéticas, como el hijo pendiendo de la madre en un espacio acuoso que se proyecta en el piso, el juego de cuerpos que aparecen completos o segmentados entre las puertas las manos que se buscan (que recuerdan la primera y sensible versión de Camas con historia) o los efectos de perspectiva en relación con la escenografía, se diluyen por completo, porque coreográficamente se insiste en mostrar las habilidades físicas de Yseye (no siempre dancísticas), que deberían estar al servicio de la puesta en escena, la cual no debe convertirse en un ámbito de exhibicionismo personal. Hay un gran desajuste entre la contención interpretativa de Appleton y el inverosímil paroxismo de Yseye, que la dirección debería haber detectado y matizado. Proyecto M-H se torna tediosa por su larguísima duración (una buena edición no le caería nada mal) y por rendirse ante la belleza de la juventud; de lo contrario, con una mayor economía y centrada con verdad escénica en la vida de los personajes, lograría el impacto que le pertenece y aún subyace en ella.