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El verdadero humor
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Max Aub: juegos narrativos en Juego de cartas
JOSÉ R. VALLES CALATRAVA
La flor de fuego: Leonora Carrington 90 aniversario
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Felipe Garrido
Liliana
Liliana tenía las trenzas más bonitas de la escuela. Estaríamos en segundo. Yo me sentaba atrás de ella; si se las jalaba, Liliana se volteaba, sonreía, me miraba con ojos pícaros. Yo le daba la mitad de todo lo que llevaba: unas galletas, un refresco, una manzana. Un lunes mamá me puso una barra de chocolate; nada me gustaba más. Pasé la mañana esperando el recreo, pensando que mi amiga se comería la mitad. Nos sentamos en una banquita, al fondo del patio, Liliana con sus ojitos negros y sus trenzas y sus manitas que movía de un lado a otro para hablar. Le di el chocolate para que lo partiera, cuando la maestra me pidió que la ayudara con unas macetas. Yo quería que Liliana viera lo fuerte que era. Eran tres; tardamos ni tres minutos. Al terminar, sacudiéndome el polvo, di media vuelta e inflé el pecho. La dulce, suave, pequeña Liliana se había comido todo. Nunca jamás de la vida volví a darle de mi lonche, ni a hablarle, ni la volví a besar. |