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Café Tacuba: “Cuando no deseo nada, tengo todo”
Nos gusta Café Tacuba, ese grupo de rock mexicano surgido al norte del DF hace poco más de quince años. La primera y más importante razón tiene que ver con aquellas palabras de Jorge Luis Borges, mil y una vez citadas: “Más que escritor, me siento lector.” Guardada toda proporción con la obra de este titán de la literatura, la música hecha por el cuarteto de Satélite muestra antes que nada su cariño y respeto hacia “los otros”, en tiempo y en espacio; hacia quienes lo antecedieron y hacia quienes comparten su momento de vida. Esto conlleva que su hacer sea natural y espontáneo, entrañable muchas veces, independientemente de la complejidad o simpleza de su diseño.
En ellos (Meme, Quique, Joselo y Rubén), semejante alteridad no parece de “dientes para afuera”, sino de las que reconocen influencias y admiraciones, aplauden el éxito ajeno y se asumen como una célula más en el gran cuerpo de la música. Es esta misma actitud la que les ha dado un amor generalizado que desafortunadamente no acepta críticas; un fanatismo por el cual preferimos no decir nada sobre su nuevo disco, Sino , hasta pasada la primera oleada de euforia y servilismo. Y es que claro, hoy es políticamente correcto –casi una moda– decir que “Café Tacuba es el mejor grupo de México” (aunque no le guste a quien lo dice), como fácil es subrayar que su nuevo sonido apela a las grandes bandas de los sesenta y setenta, que recuperaron la influencia del progresivo y la psicodelia, que los teclados y las voces son retro y un largo etcétera.
Todo eso está bien, sin embargo, pensamos que lo trascendente radica en que, mientras la mayoría de las bandas continúa buscando diferencias o semejanzas con quienes tienen éxito en el cuadrante anglosajón, ellos parecen decir: “divirtámonos, hagamos una rola a la manera del 2112, de Rush, o del Close To The Edge, de Yes, o intentemos un pequeño homenaje a Santana mezclado con Jaime López, o pensemos en qué harían Los Tres de Chile con estos versos”, siempre con la confianza de que al momento de tirarse a la alberca mantendrán sin dificultad el sello distintivo del conjunto; ése que inevitablemente los hace “ser adultos” bajo la consigna de que los estilos no se buscan, se encuentran.
Foto: Tomás Bravo/archivo
La Jornada |
A propósito de esta madurez, ¿qué fue la Avalancha de éxitos o el tributo a Los Tres sino los discos de quiebre para quitarse el disfraz del “mexicanismo obligado” en pos de superar el despegue inicial y tomar vuelo de cara a sus verdaderos intereses estéticos? “El agua derramada está” y “la sed que siento me sanará”, cantan ahora. Saben que su apuesta no tuvo mal retorno y que si hicieran “una lista” de sus “errores” –como dicen en su atrevido tema “Volver a comenzar”–, no tendrían mucho de qué arrepentirse y sí muchas cosas para enorgullecerse aquí, en la región menos transparente del aire, en donde la novedad sonora suele envilecerse con la industria.
Y ahí lo único que desde esta cómoda trinchera cuestionamos: ¿qué espera Café Tacuba para desprenderse de esa estructura inútil tan llena de cacicazgos? (No imaginamos ni al tri , ni a Maná, ni a Jaguares intentándolo. Pero a ellos sí.) Siguiendo a sus hados, a su Sino, ¿por qué no intentar formas alternativas para la venta, distribución y promoción de un nuevo disco? ¿Qué esperan para ser autosuficientes y tomar las riendas de ese liderazgo que sin proponérselo adquirieron? Sin duda su visión, aplicada más allá de la música, podría ayudar a una transformación benéfica, paralela a la que Radiohead o Prince llevan a cabo en otras latitudes “regalando” su música. (Claro que no es su obligación, pero bueno… alguien tiene que empezar ¿no?)
En fin. Lo cierto es que el nuevo disco de Café Tacuba es muy recomendable. Con altas y bajas. Con más rolas buenas que malas. Con un empaque que casi cuaja. Con aciertos poéticos y algunas metidas de pata literarias. Con un sonido extraordinario y de variedad generosa. Se trata de un trabajo lleno de dedicación, pero sin las pretensiones de la sorpresa efectista. Vaya, lo pones y te diviertes y te admiras, y sí, hasta eres más feliz.
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