Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de junio de 2007 Num: 642

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

ODESSA
LEANDRO ARELLANO

Rima
YORGOS SEFERIS

El legado poético de
José Hierro

MIGUEL ANGEL MUÑOZ

El orgullo del poeta
LUIS GARCÍA MONTERO

Dos poemas

Rolando Hinojosa, candidato al Cervantes
RICARDO BADA

Saramago: la realidad
es otra

CARLOS PAYÁN Entrevista con
JOSÉ SARAMAGO

Gran Hermano en la
Triple Frontera

GABRIEL COCIMANO

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Voracidad a la cuarta

Como estaba previsto, Shrek tercero (Shrek the Third, Chris Miller, 2007) se estrenó en cartelera el viernes antepasado, con un número de copias cuya cifra, verdaderamente obscena de tan elevada, permite que Todomundo no tenga que desplazarse muy lejos de casa para certificar el agotamiento de la que en su primera parte, mucho más que en la segunda, funcionó como la ecuación cuasiperfecta del antihéroe vuelto héroe a punta de simpatía. Agotamiento que –aun siendo definitivo, como de hecho lo es– no fungirá como óbice para que, tan pronto salga del horno, arribe la cuarta parte de la ya gastada historia, de tal modo que se repetirá el sempiternamente pernicioso fenómeno que se vive en estos días y que dividiremos aquí, sin afán de exhaustividad, en algunos puntos insoslayables.

VORACIDAD NÚMERO UNO

La que para nada ocultan –¿y por qué habríamos de hacerlo?, se preguntarían–, los miembros de la mancuerna distribuidor-exhibidores, a quienes literalmente se-les-quemaban-las-habas esperando el momento en que por fin brillara la mina de oro que para ellos significa el arribo del ogro verde a la cartelera, traducible en el anhelado repunte de ingresos que suele ocurrir a estas alturas del año, sin el cual a fin del ejercicio estarían hablando, bien compungidos, de que las cosas no marchan como deberían, lo cual sólo significa que de todos modos habrán obtenido ganancias, pero no tantas como deseaban.

VORACIDAD NÚMERO DOS

La que ya se había manifestado con anterioridad a dicho estreno, patentizada en la montaña colosal de objetos estampados con las imágenes de Shrek, Burro, Fiona, el Gato con Botas y algún otro personaje, todos ellos asequibles en mochilas, vasos, relojes, trapos, más un etcétera que deja chato al Everest. Ocasión inmejorable para preguntarse una vez más qué fue primero, si el huevo o la gallina; si la taquilla hiperactiva es causa del apabullante merchandising anejo, o bien si a estas alturas es mera consecuencia de éste.

VORACIDAD NÚMERO TRES


Fotograma de
Eréndira Ikikunari

La que sin remedio se les emplastará, pues hay que abrirle cancha a la inminencia del siguiente blockbuster, que ya no debería llevar por título Los cuatro fantásticos porque, hágame usted el favor, ahora resulta que son cinco. Repítase aquí, paso por paso y variando sólo el nombre de los personajes, los elementos que componen la Voracidad número dos.

VORACIDAD NÚMERO CUATRO

La que, tristemente, seguirá siendo verificada por cierto público incapaz de nada que no sea el consumo: de la película misma; de los monumentales lugares comunes, la estulticia y la hagiográfica exposición de los puntos de vista y la interpretación de la realidad del status quo con los que ha sido estructurada; de la basura ingente, no sólo la material de chuchulucos y bagatelas, sino peor, la idiosincrásica que se genera a partir de la traición que contra sí misma perpetra la historia, cuya original iconoclastia –por lo demás tampoco muy significativa, no hay que exagerar– queda sepultada bajo el peso infinito de las tribulaciones de un personaje cuya cualidad empática, otrora encaminada por la vía del ser radicalmente diferente, ahora se busca por el camino antípoda: vuélvase el ogro un simple paterfamilias atribulado por su torpeza doméstica y su inexperiencia como cabeza de un grupo social –del tamaño que éste sea--, idéntico a cualquier personaje de cualquier cinta de ésas quesque edificantes, como las que gusta protagonizar cualquier actor de ésos cuya edad ya no les da para hacerla de galán conquistador, de héroe, de rebelde o algún otro sucedáneo.

EN LA OTRA ESQUINA

Como bien sabe Perogrullo que sabe el león –tanto el de la fábula como el de la Metro–, la voracidad de un lado suele venir acompañada por la inanición en el extremo opuesto. Que lo digan si no, por citar sólo un ejemplo, Juan Mora Catlett y su Eréndira Ikikunari, la cual, dada su condición de cinta mexicana, y para más inri hablada totalmente en purépecha, en los hechos estaba más que reducida a la marginalidad, ya manifiesta en sus poquísimas copias e incrementada por una difusión casi nula; amén, claro está, de lo difícil de digerir que resulta una propuesta fílmica tan a contrapelo de todo, incluyendo una factura que tal vea no sea meramente tropezada sino definitivamente muy compleja; tanto, que a este juntapalabras le resulta punto menos que imposible descerrajarla, analíticamente hablando.