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Tarantela: la primera terapia musical
Athanasius Kircher, sabio universal del siglo xvii nacido en Geisa (cerca de Fulda, hoy Alemania del Este), fue una de las mentes más complejas y curiosas de la Europa renacentista. A él se deben treinta y dos tratados en los que no sólo aborda temas novedosos para su tiempo, sino que muestra decenas de grabados fruto de observaciones, experimentos y, claro está, de hipótesis que continuamente caían en la fantasía de la tradición oral más antigua del Viejo Continente, así como de Asia, África y América.
Del magnetismo de la Tierra y su mundo subterráneo a los mitos del arca de Noé y la torre de Babel, pasando por el estudio de los astros, la cultura china y el latín, a Kircher se deben las primeras disertaciones impresas sobre acústica (Phonurgia Nova), lo mismo que diversos estudios del cuerpo humano y su reacción ante plantas, minerales y animales como, verbigracia, la tarántula. De ahí el impulso de esta nota. Revisando las placas del sabio en la magnífica edición de Siruela (Athanasius Kircher, Itinerario de un éxtasis), nos encontramos con la tabla que ilustra esta columna, al pie de la cual se lee: "Hombres mordidos por la tarántula danzan frenéticamente, armados de espadas, al son de la tarantela, a fin de curarse del venenoso mal."
Nacientes de la provincia italiana de Apulia, las indagaciones de Kircher ahondan en la controvertida leyenda según la cual quienes eran picados por el arácnido en cuestión, sobrevivían bailando hasta caer exhaustos, siguiendo hipnóticamente la curativa melodía de la tarantela, misma que adopta su nombre a partir del hecho, pero que evolucionó aprovechando el pretexto de un malestar –no mortal, hoy se sabe– para divertirse al margen de las restricciones religiosas.
Athanasius Kircher |
Lo cierto, al paso de tres siglos, es que esta forma musical subsistió y cambió de estructura o nombre dependiendo de su situación geográfica. Así, habiendo aparecido inicialmente en torno al tarantismo citado, a España llegó como taranta (uno de los palos flamencos), y a los países anglófonos como tarantella, tarantule o tarentelle. Construida por melodías rítmicas en compás de 6/8 o 4/4, casi siempre lideradas por una mandolina que salta de tonalidades menores a mayores, la tarantela se baila en círculos que cambian de dirección de acuerdo con las variaciones de velocidad. Así, más divertida que eficiente en su meta saludable, la danza pasó rápidamente a las provincias de Nápoles y Sicilia para nunca salir del repertorio popular. Cabe decir que aquellas tierras fueron conocidas por Kircher en numerosos viajes llenos de aventuras y acercamientos a la muerte, según narra en su autobiografía.
Interesado como tantos hermeneutas en la figura de Hermes Trimegisto y los jeroglíficos egipcios, el pensamiento mágico afecta constantemente la disciplina de sus investigaciones por lo que, al considerársele oscuro en plena evolución del pensamiento, el viejo Kircher se volvió una autoridad en decadencia. Sin embargo, pionero como fue en tantas áreas, su ya mencionada Phonurgia Nova –de la cual se extrae la descripción de la tarantela– puede considerarse el primer texto en relacionar formalmente una enfermedad con las propiedades curativas de la música, hoy tan estudiadas por terapeutas y médicos alternativos.
Sensible a la aparición de charlatanes, la musicoterapia tiene como objetivo "restaurar, potenciar o mantener el funcionamiento físico, emocional, cognitivo o social de las personas" mediante un experto calificado. Reconocida como profesión en buena parte del mundo, es valiosa sobre todo por la posibilidad de asociación interdisciplinaria que permite. Más o menos efectiva y todavía con cosas por probar, lo cierto es que desde los tiempos de Kircher –y más aún desde las danzas que jugaban un rol psicológico a la sombra de ritos milenarios– la música siempre podrá cumplir un papel benéfico en la vida del hombre. Queden como terapia los discos del violagambista catalán Jordi Savall y Les Concert des Nations, auténticos curanderos al interpretar obras que sonaron, precisamente, en los tiempos de Athanasius Kircher.
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