Adolfo Sánchez Rebolledo
La manzana podrida
Estamos viviendo un peligrosa redición del clima político que parecía desterrado con la llegada de la democracia. Una mañana nos desayunamos con la noticia del atentado contra la presidenta consejera del Instituto Electoral del Estado de México. Por la tarde, el ex presidente de la Comisión Nacional Bancaria dice tener pruebas de que los Amigos de Fox lavaron dinero para la campaña del hoy Presidente y denuncia la existencia de una conspiración de Estado para destruir las evidencias existentes en el sistema financiero. Al día siguiente, el personaje es presentado ante la Procuraduría General de la República (PGR) para responder por las graves violaciones al secreto bancario que precisamente él debía proteger. Es obvio que algo está muy podrido en Dinamarca.
La investigación dirá -si es que se hace bien- cuáles fueron los motivos del incalificable ataque a la licenciada Farrera, pero es obvio que, más allá de las conclusiones un tanto facilonas e improvisadas del procurador estatal, es verdad que este acto criminal se inscribe en la atmósfera de irracionalidad que caracteriza a las campañas en el estado de México. No se puede esperar nada bueno de una competencia donde lo menos que se dicen los adversarios es que los otros son ladrones o asesinos. No hay el menor respeto a la dignidad del auditorio. ƑCómo es posible, por ejemplo, que un aprendiz de Mussolini sea capaz de promover la pena de muerte para ganar unos cuantos votos mediante una encuesta de dudosa transparencia? ƑCómo es posible que la familia Fox se empeñe en enconar el ambiente haciendo visitas electorales, que únicamente suscitan irritación, sólo porque la ley no lo prohíbe?
Tristemente tenemos que llegar a la conclusión de que nuestros políticos están muy por debajo de las expectativas democráticas. Hay, por decirlo de alguna manera, una especie de nostalgia por el pasado autoritario que les impide superar el todo o nada de otras épocas. En cada batalla se quiere decidir la guerra y sigue ausente cualquier idea de futuro que permita ordenar el presente. Es una lucha descarnada por el poder político concebido al estilo patrimonialista de siempre, pero democratizado por el pluralismo: a cada quien su hueso es la consigna.
Los partidos, que son los sujetos de la vida política institucional, en lugar de hacer esfuerzos por elevar la calidad de la competencia, primero se matan internamente en la disputa por los cargos y luego llevan a la arena pública la misma pasión equivocada, que en cuanto anula distinciones ideológicas o programáticas acaba por desnaturalizarlos.
En el estado de México, al menos eso es lo que vemos a través de los espots de los partidos, las ideas - si es que alguna vez las hubo- fueron sustituidas por mezquindades mercadotécnicas de mal gusto. Ninguno de los protagonistas pone algo de su parte para elevar el tono general. Incluso en el jaloneo entre el Presidente y el gobernador se ha perdido la mesura, la prudencia, el tacto político. ƑNo es la gobernabilidad la primera y más fundamental tarea de un gobierno?
Es difícil explicar por qué el PAN, duro opositor en el pasado de los programas sociales en campaña, ahora se contradice sin la menor autocrítica, con un añadido muy importante: la participación activa de la señora Sahagún en funciones de superministro ex officio. ƑCómo entender la soberbia de la señora Fox resistiéndose a aceptar que ser la esposa del Presidente no es una función positiva de Estado?
El Presidente no puede entrar en todas las disputas como ciudadano común, pues no lo es. Y, sin embargo, en algunos asuntos cruciales su actitud mejoraría si los encarara como si aún lo fuera. Nada le ha hecho más daño a la imagen presidencial -y con ello quiero decir a su credibilidad- que su reiterada negativa a dar la cara en el penoso asunto de los Amigos de Fox. En vez de asumir personalmente su defensa y, en todo caso, aceptar la parte de responsabilidad que le corresponda, ha preferido en tortuoso expediente de negarlo todo, como si la sociedad y las autoridades fueran ciegas o tan subordinadas como para no exigirle claridad en este punto.
No es el IFE quien debe cargar con la responsabilidad política de esclarecer tales hechos, sino que se trata de un deber al que en buena lógica democrática no podría renunciar el Presidente de la República. El gobierno ha hecho detener a Eduardo Fernández porque él o sus subalternos entregaron al PRI los cheques que probaban el ingreso de dineros del extranjero a la campaña del ahora Presidente, lo cual sería impecable si al mismo tiempo nos ofrecieran una versión creíble acerca de las gestiones financieras de Korrodi, Rojas y socios para allegarse tales recursos.
La acusación de que los Amigos de Fox lavaron dinero para apoyar al candidato panista no es menor ni se puede exorcizar con una despectiva negación presidencial o trasladando el asunto a la contabilidad ya auditada del PAN, pero nada autoriza al PRI a desatar una campaña contra la autoridad electoral a fin de pescar en aguas revueltas pingües beneficios. Ya es hora de que la PGR dé resultados y no sólo haga las vagas promesas de siempre. No hacerlo permitirá que el ambiente político nacional siga pudriéndose.