Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 28 de diciembre de 2002
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La tribu piegans, al rescate de su lengua materna

En una reserva de pies negros, Darrel Kipp fundó una escuela modelo

REED LINDSAY ESPECIAL PARA LA JORNADA

Browning, Montana. Hace 40 años, Darrell Kipp abandonó la reserva indígena Blackfeet en busca del sueño americano. Inteligente y motivado, con grandes aspiraciones, estaba seguro de una cosa: quedarse en la reserva era un callejón sin salida.

Hacía mucho que no había bisontes y expediciones de caza, que no había mocasines y tipis calentados al fuego de leña durante las heladas noches de invierno en las llanuras azotadas por el viento. Browning, el pueblo principal de la reserva indígena, era otra de tantas comunidades deprimidas donde el alcohol aliviaba las privaciones de la pobreza.

Kipp sobresaldría en el mundo estadunidense. Hizo el servicio militar en Corea del Sur, obtuvo dos títulos de maestría -uno de ellos de la Universidad de Harvard- y trabajó en Boston de redactor técnico. Pero entre la universidad con murallas de hiedra y la ciudad de rascacielos le faltaba algo.

Regresó a casa a principios de los 80 y encontró la reserva tal como la había dejado: pobre y lánguida. Pero notó un cambio que lo asustó: las únicas personas que todavía hablaban el idioma blackfoot eran los ancianos. La muerte se les acercaba y sólo sería cuestión de tiempo que el idioma desapareciera para siempre.

Kipp resolvió hacer algo. Con la ayuda de otros pies negros universitarios -quienes también dejaron la reserva y regresaron posteriormente- creó el Instituto Piegan, organización dedicada a conservar los idiomas indígenas.

Así, en 1994 decidieron fundar el Centro Nizipuhwahsin (Nuestro Idioma Originario), escuela desde jardín de niños hasta octavo grado, que imparte docencia casi por entero en idioma blackfoot.

Actualmente 30 estudiantes asisten a las clases. Empiezan todos los días con una asamblea y oración tradicionales, se sumergen en el idioma y las costumbres de sus antepasados y se saludan con sus nombres en blackfoot, comúnmente puestos por un abuelo: Pájaro Cascabelero, Oso Aguila, Mujer Estrella. Todo se enseña en esa lengua, desde los colores hasta la geometría, la botánica y el arte. Los estudiantes están salvando al idioma de la extinción, y se sienten orgullosos de ello.

''El idioma forma parte de mí'', dijo Chelle LaFromboise, de 11 años, quien prefiere llamarse Ispitaki o Mujer Alta. ''Es mi cultura y quiero aprenderla y enseñarla a mis hijos y nietos, para que lo hagan a su vez con otros niños'', comenta.

Los esfuerzos de Kipp porproteger el idioma no son los únicos en la reserva. La escuela está a la vanguardia de un renacer cultural y económico más amplio entre los blackfeet, que ha comenzado a socavar sentimientos de inferioridad muy arraigados e infundir un mayor orgullo por su ascendencia indígena.

En las escuelas públicas de la reserva, donde 60 por ciento de los estudiantes abandona la secundaria antes de graduarse, los administradores y maestros decidieron centrar mayor atención en las tradiciones blackfeet. Dorothy Ave Humeante, colaboradora desde un inicio con el Centro Nizipuhwahsin y encargada de los estudios indígenas para escuelas públicas de la reserva, lanzó un nuevo programa que incorpora la cultura, la historia, el arte y el idioma de los pies negros y otros indígenas norteamericanos.

En el ámbito económico, el gobierno de la comunidad asumió un papel más activo al comprar una empresa de agua embotellada y absorber una compañía de televisión por cable. Las compras se hicieron realidad gracias, en parte, a un préstamo del Banco Nacional Blackfeet. Fundado en 1987, fue la primera entidad bancaria nacional ubicada en una reserva y con una comunidad indígena como propietaria. Actualmente llamado Banco Nacional Nativoamericano, ha jugado un papel estratégico en disparar el crecimiento de negocios y casas propiedad de pies negros, acontecimiento significativo en una de las zonas más marginadas en Estados Unidos.

Una mujer, Elouise Cobell, cofundadora del banco al abandonar un trabajo en Seattle y regresar a la reserva pies negros en los 70, encabeza un juicio por la demanda colectiva más grande en la historia del país. Quinientos mil indígenas acusan al gobierno estadunidense de defraudarles miles de millones de dólares por mal manejo de fondos derivados de tierras en fideicomiso.

''Los pueblos indígenas se están poniendo de pie y dicen: 'soy indígena, estoy contento de serlo y no me voy a tragar una asimilación más''', dijo Kipp, hombre grandote de larga cola de caballo, ancha sonrisa y humor chispeante.

En mayor o menor grado, actitudes parecidas están brotando en reservas de todo Estados Unidos, según Joann Chase, ex director del Congreso Nacional Nativoamericano.

Chase apunta un impulso de la cultura y valores indígenas dentro de los programas de las escuelas públicas, el crecimiento de las universidades tribales y un florecimiento de una amplia gama de iniciativas de base como ejemplos de cómo los indígenas de este país están reafirmando su identidad y rescatando sus costumbres. En su propia reserva Fort Berthold, Dakota del Norte, las tribus mandan-hidatsa-arikara adquirieron una manada de búfalos y ahora los jóvenes aprenden a cuidarlos gracias a un programa extracurricular.

''La época de occidentalizar y asimilar a los indígenas se hizo sentir'', dijo Chase. ''Actualmente los indígenas están regresando y clamando: 'esperen un segundo, no vamos a dejar que nuestros idiomas y culturas mueran'."

El meollo de estos esfuerzos para vigorizar la vida indígena norteamericana es el movimiento de protección y recuperación de los idiomas originales.Estos programas arrancaron durante los últimos años en todo el país. Kipp ha recibido alrededor de 60 representantes de otras reservas en busca de ayuda para abrir escuelas al mismo estilo.

Justo a tiempo, porque de las 300 a 600 lenguas que existían en Norteamérica antes de la llegada de los europeos, quedan vivas 211.

De éstas, únicamente 32 se hablan por personas de todas las edades, según Inee Slaughter, directora del Instituto de Idiomas Indígenas de Santa Fe, Nuevo México. En la mayoría de los casos, los ancianos son los únicos que conversan en el idioma original.

Los esfuerzos por conservar los idiomas originales en Estados Unidos empezaron hace dos décadas, dijo Slaughter. Sin embargo, adquirieron auge en los pasados 10 años, alentados en parte por la Ley de Idiomas Nativoamericanos, aprobada en 1990 por el Congreso.

La legislación exige al gobierno que respete y fomente el derecho de los indígenas a usar y desarrollar sus idiomas. Dos años después, otra ley destinó una partida anual para programas de recuperación lingüística, y sigue vigente. Tales medidas mostraron un cambio drástico en la postura tradicionalmente hostil del gobierno estadunidense hacia los idiomas y culturas indígenas.

J.D.C. Atkins, comisionado de Asuntos Indígenas, marcó la pauta de la política nacional en un informe entregado al secretario del Interior en 1887: "La instrucción de los indígenas en el idioma vernáculo no sólo no les sirve, sino que es perjudicial para la causa de su educación y su civilización... ninguna escuela será autorizada en la reserva si no enseña exclusivamente en inglés".

La llamada política de asimilación pretendió erradicar las costumbres y lenguas de los indígenas para facilitar su integración a la sociedad capitalista y cristiana de Estados Unidos. Hasta los años 50, el gobierno federal obligó a los niños a estudiar en internados federales, y en algunos casos literalmente fueron arrancados de sus padres.

En la reserva blackfeet, los chicos fueron enviados a una escuela dirigida por misioneros católicos, que los forzaban a vestirse con ropa occidental y los castigaban por hablar su lengua materna. Los métodos fueron brutalmente eficaces. Actualmente en la reserva blackfeet sólo 200 personas, en su mayoría ancianos, hablan el idioma. Kipp debió reclutar a uno de sus maestros del otro lado de la frontera con Canadá, donde las tres tribus hermanas fueron afectadas en menor grado por políticas de asimilación apenas más tolerantes.

"Aún estamos al borde de un precipicio," dijo Kipp, quien financia la escuela con donaciones privadas y no acepta fondos públicos. El rechazo a la intromisión gubernamental es un gesto de independencia, una actitud que Kipp y los maestros intentan transmitir a sus estudiantes.

"La autoestima de los niños es diferente en comparación con las escuelas públicas", dijo Arthur Westwolf, hablante nativo de blackfeet y maestro del Centro Nizipuhwahsin, que trabajó cinco años de asistente docente en la secundaria pública de Browning. "Estos niños no tienen pelos en la lengua. Se te acercan y te miran con la frente en alto."

Para Kipp, la confianza en sí mismo es un componente fundamental del aprendizaje infantil. Además considera que es una cualidad que les servirá mientras crezcan dentro de las sombrías condiciones económicas de la reserva, la cual cosechó pocos beneficios del boom tecnológico de los años 90.

La tasa promedio de desempleo en la comunidad es mayor de 50 por ciento, frente a una estadística nacional de sólo 5.8 por ciento. La tasa sube hasta 70 por ciento en invierno, cuando se acaba la prevención de incendios forestales y escasean los trabajos en la construcción y el turismo en el Parque Nacional de Glaciares, colindante con la reserva.

De enero a marzo, cuando la temperatura puede rondar los 40 grados bajo cero, más de un cuarto de los blackfeet viven gracias a vales canjeables por alimentos y otros subsidios del gobierno.

Y mientras los residentes de Browning afirman que las calles están más limpias y transitadas que nunca, edificios clausurados, patios llenos de basura y coches calcinados oscurecen el paisaje urbano. Casas prefabricadas han emergido entre remolques y ruinosas viviendas subvencionadas, pero casi 34 por ciento de los más de 10 mil habitantes de la reserva se encuentran bajo la línea de pobreza, dato que la ubicaría dentro de los 45 condados más pobres de Estados Unidos.

El abuso del alcohol, por mucho tiempo el síntoma más notorio de la pobreza y la disolución social en las reservas indígenas, se redujo ostensiblemente en los últimos años, según Patty LePlant, trabajadora social en la comunidad desde los años 70. Pero las drogas ocuparon su lugar, especialmente metanfetaminas, fáciles de conseguir.

Cuando LePlant entrevistó a familias blackfeet sobre una reforma federal de bienestar en la década de los 90, sorprendentemente las mejoras económicas no fueron mencionadas como prioridad.

"Esperábamos que las personas demandaran empleo y mejores salarios -comentó LePlant-. Pero dijeron: 'necesitamos dejar el alcohol y las drogas, fortalecer la familia, mejorar el sistema educativo'. El mensaje subyacente fue 'si estamos sanos, la economía crecerá'."

Con tal espíritu, Kipp creó el Centro Nizipuhwahsin. En conjunto con los maestros, urge a los estudiantes a mantenerse erguidos y evitar adoptar las "posturas de víctima" comunes en las escuelas públicas de la reserva.

Mientras pasea por una aula, saludando a los alumnos, Kipp los presenta uno tras otro como "guapo" e "inteligente".

"Se trata de una estrategia para formar niños muy sanos que conozcan muy bien su idioma, que tengan confianza en sí mismos -dijo Kipp-. Estos chicos llevarán la identidad de los blackfeet en el futuro, serán los líderes del mañana.

"Serán académicos y profesionales excepcionales. Y pensamos que volverán a casa, como nosotros. Somos diferentes a los estadunidenses. Pertenecemos a algún lugar. Pertenecemos acá."

Su nombre original

Piegan es una corrupción de pikuni, o vestiduras manchadas a lo lejos, que es el nombre tradicional de la tribu. En los años 30 fue llamada blackfeet por el gobierno estadunidense, pero algunos integrantes de la tribu todavía la refieren como piegans del sur. La comunidad forma parte de una confederación con tres tribus canadienses que comparten el mismo idioma: los piegans del norte, los kainai, o sangre, y los siksika o blackfeet.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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