Eréndira Cruzvillegas Fuentes*
Lecciones ciudadanas en medios de comunicación
En 1999 organizaciones civiles y sociales plantearon compromisos
a los candidatos presidenciales en la coyuntura electoral de 2000 y así
propusieron reglamentar los artículos 6, 7 y 8 de la Constitución
para garantizar el derecho a la información sobre asuntos públicos,
el ejercicio pleno del derecho de petición, así como participación
social en el régimen de concesiones a los medios de comunicación.
Posteriormente se instaló, a petición del
Ejecutivo actual, una mesa de trabajo en la que de manera inédita
dueños de medios, sociedad civil, partidos políticos e instancias
parlamentarias trabajaron en la construcción de una reforma integral
de medios de comunicación. No obstante, el Ejecutivo, en franca
alianza con los dueños de los medios, promovió el pasado
10 de octubre un decreto que vino a sabotear el modelo de diseño
de políticas públicas que se había venido trabajando.
Para las organizaciones de la sociedad civil fue un mensaje
directo: a dos años del gobierno del presidente Vicente Fox las
prácticas, políticas y estructuras que permiten la violación
a los derechos ciudadanos y libertades fundamentales permanecen intactos
en su mayor parte.
Ello aunado al creciente poder de los medios sobre la
sociedad y los individuos, que ha creado una sociedad mediática
que a su vez ha producido una nueva atmósfera de naturaleza comunicósfera1,
ocasionando que el conjunto de las principales instituciones de gobernabilidad
funcionen a distancia, por intermediación de los canales de información,
especialmente electrónicos.
La expansión de esta realidad mediática
ha modificado la estructura y frontera del Estado mexicano y de la cultura
nacional creando un nuevo tejido en la esfera del poder: el Estado mexicano
ampliado. Así, observamos el surgimiento de la teleadministración
pública, teledeporte, telepolítica, telebanca, teleoración,
telemedicina, televenta, la telediversión, así como la radioasistencia
síquico-emocional, la radiorientación vial, la radioiglesia,
la radiorientación sexual, etcétera.
El funcionamiento de los medios ha atravesado la operación
práctica de las instituciones sociales básicas en la dirección
del país, al grado de que ha sustituido en algunos periodos a los
órganos de administración social más débiles
o en crisis de funcionamiento y legitimación. Por ejemplo, ante
la baja de credibilidad de la población en los partidos políticos,
los órganos públicos y la Iglesia, la capacidad persuasiva
y seductora de los medios ha producido nuevas credibilidades y hegemonías
basadas en estrategias de mercado a partir del rating.
En contraposición, las organizaciones campesinas
no cuentan con espacios televisivos para solicitar apoyos crediticios,
exigir mejores precios de garantía a sus cosechas, demandar el reparto
de tierras, denunciar el extendido cacicazgo y la corrupción de
autoridades y funcionarios. Los sindicatos tampoco tienen tiempo informativo
para elevar sus condiciones generales de vida o para denunciar anomalías.
Y ante este panorama los ciudadanos nos hemos enfrentado
con políticos que temen "agarrar la papa caliente de la batalla
mediática", sin embargo, nuestra terca esperanza -apostar por un
país democrático- nos ha obligado a colocarnos en el papel
de los tres poderes de gobierno desde la sociedad civil.
La propuesta ciudadana para la reforma integral de radio
televisión no busca afectar los beneficios de concesionarios, sino
garantizar los derechos y el acceso de los ciudadanos a esos medios electrónicos.
Es importante recuperar el espíritu y los acuerdos
convenidos durante casi dos años en la mesa de diálogo. De
ahí que se promueva una ley de beneficio social, no sólo
económico, ya que el Ejecutivo no es sólo representante del
Estado, sino uno de los actores políticos más importantes.
Es necesaria además una autoridad autónoma en materia de
comunicación para dar a los concesionarios seguridad jurídica,
al Ejecutivo independencia efectiva y a los ciudadanos certeza, transparencia
e imparcialidad en el cumplimiento de la ley en el otorgamiento de concesiones
y permisos. Por ello es urgente la ciudadanización del Consejo Nacional
de Radio y Televisión.
En este contexto los derechos ciudadanos son básicos
e inalienables como el de réplica, que México ha signado
en tratados internacionales, con la ratificación del Senado y por
tanto tiene carácter de Ley Suprema de la Nación. Se establece
su reglamentación efectiva en la ley de manera que pueda ser exigible
y sancionable, precisando mecanismos y condiciones para su acceso y la
autoridad responsable del arbitraje. El derecho de información,
de expresión y de recepción es libre, no deberá ser
objeto de inquisición judicial o administrativa ni de limitación
alguna o censura previa, mientras no afecte derechos de terceros previstos
en las leyes vigentes.
Los organismos civiles esperamos que este primer paso
-el Senado ya ha acogido esta iniciativa de ley- dé la oportunidad
a los ciudadanos de dialogar, construir consensos y propiciar mecanismos
eficaces de diseño legislativo. Esperamos también que la
Cámara de Diputados retome la iniciativa y se instale una conferencia
parlamentaria con el Senado con el propósito de que se abran caminos
para la generación de procesos innovadores legislativos y mecanismos
exitosos de interlocución sociedad civil y Legislativo.
1 Esteinou, Javier, Los medios de información
colectivos como centro de poder.
* Directora del Centro Nacional de Comunicación
Social (Cencos)