REPORTAJE /FESTIVAL CERVANTINO,
EL ENCUENTRO DE LAS ARTES
Los pudientes, al teatro y los jodidos a la alhóndiga:
un taxista
Claroscuros de una fiesta treintañera que hoy
empieza
Con la premisa de que la cultura ''es tarea y responsabilidad
de todos y no sólo del Estado'', el FIC llega a su trigésima
versión con la magia y los altibajos propios de un encuentro que
surgió con la tradición instaurada por el maestro Enrique
Ruelas, quien representaba los Entremeses cervantinos. Hoy, expresa
Ramiro Osorio, director de ese festival internacional, éste se erige
en una relevante industria cultural
ERICKA MONTAÑO Y ANGEL VARGAS ENVIADOS
Guanajuato, Gto., 8 de octubre. Los guanajuatenses
ignoran qué es, pero se consideran poseedores de cierta magia: ''En
Guanajuato las cosas se perpetuan. Algo tenemos de momias. El Festival
Internacional Cervantino (FIC) nació con gran influencia universitaria
y, en una universidad, como la de Guanajuato, las cosas son para siempre".
Así explica el historiador y cronista de la ciudad,
Isauro Rionda, la permanencia del festival que, con sus altas y sus bajas,
llega este año a su aniversario número 30 y se inaugura de
forma oficial este miércoles en el Teatro Juárez con la ejecución
de la partitura De alas y liturgias, de Olivier Messiaen, y una
fiesta popular en la Alhóndiga de Granaditas.
Rionda subraya los beneficios no sólo culturales
sino económicos que a lo largo de estas tres décadas ha propiciado
el festival. Sin embargo, acepta que ha debido pagarse un precio: que los
guanajuatenses se sientan desplazados de la ciudad cada año.
''El festival ha sido un despertar, un ir hacia adelante.
Sin embargo, me molestan los desastres y que me dejen sucia la ciudad.
Pero no puede seleccionarse la educación del turismo que viene."
Sin desconocer su valor cultural, el académico
considera que este encuentro ''se ha convertido en algo comercial". Aunque
aclara que la cultura no está peleada con lo económico y
asegura que lo comercial nunca se impondrá a lo cultural, porque
de ser así ''el festival moriría".
Esa
es también la opinión del taxista Julio Muñoz, quien
ha vivido sus 45 años de existencia en Guanajuato. No obstante,
manifiesta su tristeza porque ''el Cervantino ya no es lo de antes: la
gente del pueblo no puede ver a los artistas de otros países por
las calles, como sí sucedía en los primeros años.
''Ahora sólo la gente pudiente puede ir al teatro
y los demás, los jodidos, si acaso vamos a la alhóndiga,
y lo mismo podemos ver algo muy bueno que muy malo. Lo positivo es que
viene mucha gente a gastar su dinero, aunque no todos lo recibimos de manera
directa. Para los taxistas, por ejemplo, es la época más
floja, porque cierran varias calles. Lo mismo para el carpintero y el dentista,
porque la gente no viene a hacerse muebles ni a curarse los dientes. Pero
quienes sí reciben dinero directo, como los meseros, los empleados
de los hoteles o los de las tiendas, después del festival, ya pueden
gastar en un mueble o en ir al dentista."
El Festival Internacional Cervantino, en sus 30 años,
ha sido uno de los principales generadores de recursos económicos
para la ciudad. De acuerdo con el titular de la cámara local de
comercio, Alejandro Candelaria, los ingresos del encuentro representan
30 por ciento de la percepción anual.
El año de 1997 fue en el que más ingresos
se generaron, con 700 millones de pesos. Pero esto obedeció al rumor
de que ése sería el último festival. En contraste,
en 2000 fue cuando menos dinero hubo: 200 millones de pesos.
Las expectativas para este año son alcanzar cuando
menos los 350 millones de 2001. A todas estas cantidades habría
que sumar el importe que percibe el comercio informal que, a decir de Candelaria,
''afecta muchísimo al comercio establecido".
De acuerdo con el criterio del actual director del FIC,
Ramiro Osorio, el festival debe ser tomado como ejemplo no sólo
por lo que representa en términos culturales y educativos para el
país sino también en el aspecto económico.
''Si asumimos que el presupuesto para esta trigésima
versión es de casi 55 millones de pesos (31 millones provenientes
de la Federación, 10 del estado y entre 13 y 14 de la iniciativa
privada), no existe ninguna inversión nacional ni en otro país
que produzca la rentabilidad del festival, que el año pasado generó,
según la cámara de comercio, 350 millones de pesos", indica.
''El Cervantino es importante por ser un encuentro cultural
que significa mucho para la formación de los artistas y los públicos
del país. Pero lo es también por ser un gran creador de riqueza.
Es una auténtica empresa, un ejemplo de industria cultural".
Osorio y Rionda coinciden, por separado, en que el mejor
momen-
to del festival, en términos artísticos,
ocurrió durante el auge petrolero, cuando Carmen Romano, esposa
del presidente José López Portillo, tenía mucho peso
en la programación.
Agrega Rionda: ''En ese periodo había muchísimo
dinero; la señora (Carmen Romano) se daba el lujo de alquilar un
avión para traer un instrumento musical. Eso ya no existe y sería
injusto pedir algo así en este tiempo de crisis. Pero eso no quiere
decir que el festival haya bajado de calidad. Quizá no sea de primera,
pero seguimos teniendo cosas muy buenas".
Según Osorio, es inevitable que cada política
sexenal deje su impronta en el FIC, y considera que si bien no se cuenta
con los recursos de la administración lopezportillista, ''también
nosotros traemos grandes compañías".
Abunda: ''En ese momento se traían sólo
a las que se publicitaban demasiado, lo cual no quiere decir que eran las
únicas. Todo mercado inevitablemente promociona unas cosas y otras
no. La actual administración cultural ha acordado que esta etapa
del FIC debe ser de descubrimiento. El festival tiene que ser un encuentro
revelador. Organizar algo donde aparecen los famosos es lo más fácil
de hacer, porque se hace por medio de los agentes, que puede encontrárseles
en cualquier parte.
''El FIC tiene que encontrar esos grandes creadores contemporáneos
y revelárselos a los públicos, y hacer que ese encuentro
genere procesos, entre ellos, de creación de públicos y de
enriquecimiento de artistas nacionales."
Para el funcionario, en su segundo año de gestión,
es imperativo que la sociedad se involucre: ''Nuestro ideal es que el espectador
se sienta patrocinador -el año pasado el ingreso por taquilla fue
de entre 12 y 13 por ciento del total del presupuesto-, lo mismo que las
empresas. Hoy, las instituciones culturales debemos partir de que la cultura
es tarea y responsabilidad de todos, y no sólo del Estado".
Si bien no se ha preparado un programa especial para la
celebración del trigésimo aniversario del FIC, a unas horas
de su inauguración, la ciudad de Guanajuato se prepara para recibir
a multitud de visitantes.
Estimaciones de la Dirección de Turismo local hablan
del arribo de más de 100 mil personas durante las tres semanas del
encuentro. Con el propósito de tratar de preservar el orden público,
la Dirección General de Seguridad Pública ha implantado un
dispositivo especial de 349 elementos y 250 más de otros agrupamientos
de la entidad, como la dirección de Tránsito, fuerzas de
seguridad y policía ministerial.
Al margen de lo artístico, diversos habitantes
de la capital guanajuatense manifiestan su inconformidad con el FIC, e
incluso hay quienes lo rechazan y preferirían su desaparición.
Las razones varían según edad, actividad,
oficio o profesión. Con el paso del tiempo, argumentan, el festival
se ha degenerado y transformado en un pretexto para que hordas de jóvenes
abarroten la ciudad y la conviertan en la mayor cantina del mundo.
Quienes nacieron en esta urbe a la par del inicio del
festival, a principios de la década de los 70, o después,
como Julieta Ortiz, Juan Manuel Valtierra o Cecilia Badillo, de entre 19
y 23 años de edad, estudiantes de diferentes niveles escolares,
no niegan que gustan de divertirse y roncanrro-lear. Pero prefieren hacerlo
en otra época, sobre todo porque ''los precios se incrementan mucho
y los lugares están saturados".
Si acaso algo les emociona de estas fechas es la posibilidad
de poder ir al tianguis que año con año traen los hippies.
Pocos son los que acuden a un espectáculo del programa oficial,
y cuando lo hacen es por ser gratuito; ''los precios de las salas y teatros
son prohibitivos para nosotros, los estudiantes".
No obstante sus asegunes, el Festival Internacional Cervantino
mantiene su encanto. Eso se debe, como dice Ramiro Osorio, a que las personas
van ''a los festivales para que les pase algo fuera de lo normal, porque
sino no irían".