ALIADOS PELIGROSOS
El
gobierno de Pakistán realizó ayer un disparo de prueba del
misil balístico Hatf-IV, capaz de transportar una cabeza nuclear
de una tonelada a 700 kilómetros de distancia. En ensayos anteriores,
el régimen de Islamabad ha efectuado detonaciones de armas atómicas
capaces de alcanzar Nueva Delhi y Bombay, ciudades situadas en la vecina
India y pobladas por decenas de millones de personas. De acuerdo con el
analista paquistaní Pervez Hoodbye, citado por Reuters, "ésta
es la única manera de los militares de sobrevivir: creando una sensación
de miedo y haciéndonos pensar que estamos amenazados por la India".
Es oportuno recordar que para el viernes próximo
están programadas, en ese país de Asia central, unas elecciones
legislativas que han sido calificadas por el Parlamento Europeo de "simulacro
de democracia", toda vez que habrán de realizarse en un clima caracterizado,
a decir del Departamento de Estado de Estados Unidos, por "falta de libertad
del Poder Judicial, exilio de políticos y asesinatos extrajudiciales",
y que el dictador Pervez Musharraf no tiene pensado dejar el poder después
de los comicios.
Debe mencionarse, también, que sobre Musharraf
pesan fundadas acusaciones de propiciar y alentar el terrorismo internacional,
en especial los grupos islámicos que han asolado diversas ciudades
de la India.
Cabe consignar, asimismo, que el régimen de Musharraf
fue, hasta septiembre de 2001, el más decidido partidario de los
talibanes que tomaron el poder en el vecino Afganistán y que durante
varios años hundieron a ese país en un fanatismo oscurantista
e intolerante y en una barbarie sin precedentes en el mundo.
Otro sátrapa dotado de armas nucleares es el primer
israelí Ariel Sharon, quien por estos días ha vuelto a enviar,
contra campos de refugiados, misiones de arrasamiento con tanques y helicópteros
de combate que causan la muerte de niños y mujeres inermes.
Si gobiernos como los que presiden Pervez Musharraf y
Ariel Sharon no están incluidos en el "eje del mal", no es por su
apego a la legalidad, su carácter democrático, su respeto
a los derechos humanos o su rechazo al terrorismo, sino porque son aliados
cercanos de Washington.
Si aún queda sentido común en el Consejo
de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, ese organismo
tendría que expresar su preocupación por los peligros que
los regímenes de Islamabad y Tel Aviv representan para la paz mundial,
y recomendar al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, un poco de
lucidez para atemperar su discurso paranoico sobre la supuesta amenaza
de Irak, una nación que no ha logrado recuperarse del arrasamiento
que sufrió hace una década y del férreo embargo económico
que desde entonces ha diezmado su población y paralizado su desarrollo,
y cuyo presunto desarrollo de armas de destrucción masiva no ha
sido ni siquiera documentado.