Dos historias. Una es desde la perspectiva del siglo XIX y otra es en tiempo actual. En ambas hay quién merezca tan irónica distinción. Santos Degollado fue muerto en combate en junio de 1861 y se descontaron a Marcelo otra vez hace días. Ambas personas son respetables, fueron importantes servidores de la patria.
Recordemos al primero de ellos, el perdedor clásico de su siglo: José Santos Degollado, militar distinguido que luchó en la Revolución de Ayutla, fue gobernador de Jalisco y Michoacán, ministro de Gobernación, Relaciones Exteriores, Guerra y Marina y en nada le fue bien.
Durante la Guerra de Reforma perdió la batalla de Salamanca y fue nombrado secretario de Guerra. Como jefe del Ejército Federal perdió la de Atenquique, luego las batallas de Tacubaya, Veracruz y algunas más.
La verdad, que no le fue reconocida entonces, es que sus reveses fueron beneficiosos para la República. Con cada batalla logró distraer, retrasar o desgastar al enemigo. Con tal sumario pasó a la historia como el Héroe de las Derrotas.
En su última batalla, la de Llanos de Salazar, fue matado a tiros y bayonetazos a sus 49 años. La batalla había sido propiciada por él en venganza del asesinato de Melchor Ocampo.
En el otro héroe, Marcelo, concurren cualidades que desearíamos ver en numerosos políticos que han logrado éxito sin mayor mérito o a pesar de serios deméritos. El sistema tiene cierta deuda con él.
Es hombre caballeroso en el trato cercano, arrogante en perspectiva, inestable en lo político y personal, inteligente y experimentado en ejercicio de gobierno. Un personaje de carrera destacada.
De sus últimas funciones públicas, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la precandidatura presidencial, debe decirse que, a contracorriente, las condujo con aguante notable.
La cancillería, como las fuerzas armadas, están más que atadas a la voluntad presidencial, como indica el artículo 89 constitucional, fracciones 3, 4, 5, 6, 7 y 10. Si hay rechiflas por yerros, ellas corresponderían al Presidente de la República, aunque las deba pagar el secretario del caso.
Recordemos cuando México, por línea dada por Luis Echeverría, votó ante la ONU en favor de condenar el sionismo. Como lógica reacción, organizaciones judías estadunidenses nos montaron un boicot. Solución: que renuncie el canciller.
La primera aparición de Marcelo en la vida pública se dio a la sombra de Manuel Camacho. Se inició cubriendo varias asesorías y en 1992 fue nombrado secretario general de Gobierno del Departamento del Distrito Federal.
Nombrado Camacho secretario de Relaciones Exteriores, lo acompañó como subsecretario. Perdió Camacho y perdió Ebrard.
En 2002 fue secretario de Seguridad Pública, puesto del que fue despedido por el presidente Fox a raíz de un hecho terrible, un linchamiento de policías en Tláhuac.
En 2006 fue electo jefe del DDF. Su experiencia y creatividad se hicieron patentes en temas sensibles. Ebrard concibió a la CDMX como ciudad de libertades.
Dio espacio público a la comunidad gay y legalizó la interrupción legal del embarazo. Fue nombrado El Mejor Alcalde Mundial por el World Best Mayor Prize.
A principios de 2010 externó su intención de contender por la Presidencia de la República. Ya en 2012 habiéndose celebrado una encuesta interna, AMLO resultaría ganador. Ebrard se sometió. Se leyó como un acto de decencia política, si la hubiera.
Subió al ring nuevamente en pos de la silla presidencial, esta vez como canciller. Se lanzó desde que el propio Presidente encendió los motores. Siendo inteligente y corrido, y conociendo a Andrés Manuel, decidió jugar el papel de suplente, deseando que le diera gripa al tenor principal.
Él y todo observador supieron desde siempre que sólo un suceso irruptor le daría el lugar a Marcelo, no hubo engaño. Se le pidió y él aceptó, eventualmente ser el héroe de su derrota.
Véase que hasta cuando ha ganado acaba perdiendo, en lo personal o por el prohombre a quién se acoge. Ganó bajo la sombra de Camacho y con él fue vencido, la corrió per se y también perdió.
En el round más importante de su vida, aquel con Claudia, también fue reducido. Aunque recordemos que así son las batallas, suelen producir infortunios, así que…
Si al principio lo creyó un encuentro parejero y si se encaprichó al final, fue su derecho, pero ¿reponer el procedimiento? ¡Nada más insensato! Amenazante, marcó un ¡ya veremos!, que terminó en una parrafada evasiva. ¡No aprendió a perder gallardamente!
Pero hay un tercer héroe vencido. Es heroína, una dama, Beatriz Paredes. Fue derrotada en su ego por tres razones: 1) lo estruendoso de su fracaso; 2) su falta de entereza para reconocerlo prontamente, y 3) por haberse doblegado ante el sórdido recurso de Alito.
En ese match boxístico perdieron Marcelo, Beatriz, el PRI y Alito. Ganaron Xóchitl, el PAN y tiembla Claudia.